Por Osvaldo Giordano (*)
Ante la situación próxima a la hiperinflación a la que habíamos llegado el año pasado, no había muchas opciones. O un ajuste drástico para estabilizar la económica, o dejar que la aceleración de los precios se encargara de hacer el trabajo sucio. Ante tan dramática situación, el antídoto fue la “motosierra”. Estas medidas alcanzan para estabilizar los precios, pero para propiciar un proceso de crecimiento y progreso es imprescindible abordar un desafío aún mayor: pasar del ajuste fiscal al ordenamiento del sector público.
Se trata de romper una inercia de malas decisiones de política públicas, en materia de organización del Estado, que viene de décadas.
Con la firma del Acta de Mayo se dio el primer paso. Allí está plasmada, con el apoyo de la mayoría de las provincias, una agenda de transformaciones con capacidad para sacar a la Argentina de la decadencia.
Uno de los ámbitos donde esta transformación es más prioritaria y urgente es el sistema tributario. La proliferación de impuestos, establecidos desde los tres niveles de gobierno, desalientan la inversión, la producción, las exportaciones y la generación de empleos de calidad. Se multiplica la burocracia, la discrecionalidad, las arbitrariedades y la informalidad. Es fácil diagnosticar que con estos impuestos no hay posibilidades de crecimiento. Es difícil imaginar cómo salir de esta maraña impositiva cuando simultáneamente hay que cuidar el equilibrio fiscal. Dicho de otra manera, ¿cómo eliminar impuestos distorsivos sin morir en el intento porque se necesitan esos ingresos para evitar volver a tener déficit fiscal?
Tres maneras de bajar impuestos
En términos simplificados, hay tres caminos para bajar impuestos. No son mutuamente excluyentes ya que se pueden combinar entre ellos. Pero, como tienen características muy diferentes, es crucial definir los énfasis. Cada uno tiene pros y contras. Especialmente tiempos de maduración muy diferentes. Esto hace extremadamente complejo definir la mejor estrategia para ordenar el sistema tributario. Especialmente porque el punto de partida es el desorden extremo, al punto que la base de la recaudación, en los tres niveles de gobierno, reposa en impuestos que es necesario eliminar.
Va una descripción telegráfica de las tres maneras diferentes para bajar impuestos:
-Confiar en la curva de Laffer. El planteo es que cuando los impuestos son muy altos (como ocurre en general en Argentina) una reducción de la presión impositiva incentiva la formalización y el crecimiento económico generando mayor recaudación. Es decir, se pierde recaudación porque se bajan las alícuotas, pero esto es menor a lo que se gana de recaudación porque más contribuyentes cumplen y porque se amplía la base imponible de los impuestos al aumentar la actividad económica. Es la más audaz de las alternativas y la que seguramente pocos secretarios de hacienda confíen por los riesgos de que la baja de impuestos termine con pérdidas de ingresos.
-Generar espacio fiscal a través de reducción del gasto público y aumentos en el PBI. Bajando el gasto público y aumentando la actividad económica se puede generar un excedente en las finanzas públicas que permite reducir impuestos sin comprometer el equilibrio fiscal. Es un proceso largo, ya que seguir profundizando la baja del gasto público por sobre el ajuste que ya se aplicó es posible, pero requiere tiempo y mucho esfuerzo. Seguramente la actividad económica se recomponga después de alcanzar el piso en el primer semestre, pero difícil que sea un proceso vigoroso y sostenido manteniendo este sistema tributario. Este tipo de estrategia es la que subyace en el Consenso Fiscal de 2017, que rápidamente demostró que no era viable y ni sostenible.
-Unificación de impuestos. Replantear la organización del sistema bajo la lógica de que los mejores impuestos absorban a los malos impuestos. Se mantiene más o menos la misma recaudación, pero a través de impuestos más eficientes. Esto va a permitir, sin sacrificar ingresos públicos, eliminar los impuestos más distorsivos. El paso más importante, por el volumen de recursos involucrados y los daños que generan a la producción, es establecer que el IVA absorba Ingresos Brutos y tasas municipales. Con la misma lógica se pueden eliminar las retenciones sobre las exportaciones agropecuarios compensada con mejoras en la recaudación de ganancias, bienes personales y otros impuestos.
Ampliar la estrategia
Hasta ahora los funcionarios nacionales manifiestan adherir a la segunda estrategia, es decir que la eliminación de impuestos distorsivos irá al ritmo de la profundización de la baja del gasto público y el crecimiento del PBI. El punto más débil de esta estrategia es su ritmo parsimonioso. Esto es lo que sugiere el Presupuesto 2025 que contempla la eliminación del impuesto PAIS, pero el mantenimiento para el año próximo del resto de los “malos tributos”. Por ejemplo, los ingresos nacionales siguen dependiendo de seguir cobrando retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Más desalentador es el panorama a nivel provincial y municipal. No sólo que no hay manifestaciones respecto a eliminar Ingresos Brutos y tasas municipales, sino que, por el contrario, la tendencia es el sentido inverso. Es decir, que a nivel subnacional tampoco cabe esperar alivios rápidos y sustanciales en materia de eliminar los malos impuestos.
Por eso es altamente recomendable ampliar la estrategia e incorporar como pilar central la unificación de impuestos. Mientras se sigue generando espacio fiscal para bajar impuestos distorsivos con bajas de gasto y aumento en el PBI, en paralelo trabajar en la unificación de impuestos. Para eso es clave el acuerdo entre los diferentes niveles de gobierno.
Córdoba ofrece ejemplos prácticos que demuestran la viabilidad y conveniencia de transitar este camino. A nivel provincial, se han implementado con éxito medidas para unificar impuestos, simplificando la carga burocrática. La experiencia del Monotributo y la unificación de impuestos como el Automotor e Inmobiliario son casos que destacan por su impacto positivo, brindando previsibilidad y reduciendo la carga administrativa para los ciudadanos.
Otra evidencia, en el mismo sentido de confirmar la viabilidad y conveniencia de ir hacia la unificación de impuestos, se está dando en Brasil. Está en etapa de instrumentación el complejo proceso por el cual el IVA terminará absorbiendo los impuestos a las ventas estaduales y municipales. Que nuestro principal socio comercial esté en camino de resolver este problema no sólo demuestra que el cambio es posible sino también de que hacerlo es imprescindible. De lo contrario, la producción argentina acumulará otro factor de desventaja competitiva.
(*) Presidente del Ieral de Fundación Mediterránea. Ex ministro de Finanzas de la Provincia de Córdoba