Por José María Rinaldi (*)
El meritorio y prestigioso 85º Aniversario de Comercio y Justicia se produce en momentos de los diez primeros meses de la novedosa, o no tanto, experiencia económica y política autopercibida como anarcolibertaria, en lo económico, y de un gran diseño político de la más extrema naturaleza neoliberal-conservadora.
Como en notas anteriores, la impronta económica se basa en algo muy similar a lo que se impusiera en lo que denominamos como “los experimentos neoliberales” que predominaron, a sangre y fuego, en la dictadura cívico-militar, pasando por la convertibilidad y la “Macrieconomía”, todas ellas caracterizadas por una base que ancla la moneda, adhiere al régimen internacional por sobre el resto de las formas institucionales, un esquema de acumulación rentístico traccionado por la afluencia de capital externo atraído por las altas rentas generadas por los servicios financieros, reprimarización de la economía, servicios públicos privatizados y, en definitiva, la recesión, ruptura del tejido social y la redistribución regresiva del ingreso.
También decíamos en la nota titulada “Los espectros de la actualidad económica”, de Factor del pasado 22 de julio: “La diferencia con la cuarta temporada inaugurada por el presidente Javier Milei es que las consecuencias mencionadas no son el punto de llegada sino el punto de partida y el sacrificio y sufrimiento social es necesario para llegar a ser desarrollados en no se sabe cuántos años. Sin embargo, ese futuro venturoso preñado de potencialidades, se viene demorando”. A todo esto, y a partir de leer el contenido de la charla de Ignacio Ramírez en el desayuno mensual de FIDE, publicado en la Revista Coyuntura y Desarrollo N° 419 del 12 de septiembre del 2024, de la misma entidad, el sociólogo se permite relativizar el peso de la economía sobre la política.
Por ello, Ramírez, en lo político, se refiere a la responsabilidad de toda la clase política argentina “en construir un escudo que permita proteger los derechos, rechazar agresiones, los insultos, las amenazas, los despidos, la falta de medicamentos, cosas reales y crueles”. Todo ello, no es lo que está ocurriendo en la clase política y, principalmente en el Congreso de la Nación, que ha legitimado todas esas aberraciones.
A pesar de la debilidad representativa legislativa y política del gobierno de Milei, el oficialismo logró sancionar leyes que impiden el ejercicio de los más elementales derechos, el desmantelamiento institucional, las privatizaciones, los derechos laborales, la profundización de las desigualdades sociales y las condiciones de vida y el rasgado del tejido social. A todo ello se le agregó la miseria política de la ratificación del veto presidencial a la ley la movilidad jubilatoria, votada por las dos terceras partes de Diputados, que tratará de atenuar los efectos de la caída del poder adquisitivo por vía de decretos del Poder Ejecutivo, a lo que se le suma la reciente aprobación al nuevo veto a la ley de financiamiento educativo, desfinanciando a las universidades.
Del lado simétricamente opuesto, los recortes a los impuestos patrimoniales de los sectores de mayores ingresos, que podrían haber financiado perfectamente las leyes vetadas; un impúdico blanqueo de capitales que trata de “comprar vidas” y conseguir dólares que le den liquidez en dólares al sistema financiero, recaudación en dólares al gobierno y un poco de tiempo para que lleguen préstamos y por si gana Trump; y el Régimen de Promoción de Grandes Inversiones (RIGI) que promueve la desindustrialización, la reprimarización, el extractivismo y saqueo de nuestras reservas mineras, la entrega de la soberanía nacional y la profundización de nuestro problema estructural de las restricciones externas.
Éste es el cóctel que propone la lógica del libre mercado y el diagnóstico de la “dominancia fiscal y monetaria”, por la cual la disciplina fiscal y la eliminación de los canales de expansión monetaria son la solución a todos los desequilibrios macroeconómicos. Pero la realidad, nuevamente no acompaña al diagnóstico ya que, a pesar de haber realizado el mayor ajuste fiscal del mundo y secado la plaza de billetes, la inflación mensual sigue alta, aun con la brutal pérdida del poder adquisitivo del salario, y la consecuente retracción de la demanda interna, y el “ancla cambiaria”.
El problema no es sólo de diagnóstico versus realidad sino que existe una “doble atadura” en el laberinto de la política económica que nos deja atrapados en las eternas restricciones externas, que se agravan por los vencimientos de la deuda y las necesidades de incrementar las exportaciones con un tipo de cambio retrasado y un “veranito” de importaciones.
El ministro de Economía, Luis Caputo, no ha tenido la capacidad crítica para plantearse que el diagnostico es equivocado y plagado de dobles ataduras. Tal vez se deba a los permanentes aplausos del Presidente y sus seguidores. Recordemos aquella letra del artista conocido como “El Soldado”, “Trago Especial”, cuando dice: “Dicen que eres bueno nene, casi el mejor, pero si el chiste es caro, se paga con dolor. ¿Quién te dará de beber, de ese trago especial?, dicen que no está mal el soñar, el soñar”.
(*) Economista