De marzo a junio, la mágica Comarca de los Alerces que se despereza al pie de la Cordillera de los Andes renueva sus colores y muestra una postal diferente.
Según una leyenda tehuelche, el cielo del amanecer no tenía color hasta que una noche, ya cerca de la llegada del día, el gigante Noshtex asesinó a la nube que tenía prisionera y arrojó su cuerpo al espacio para no ser descubierto. La sangre salpicó el cielo y, cuando comenzó a salir el sol, iluminó la escena fatal: “Asombrados, los indios vieron enrojecerse más y más el firmamento. Por la tarde se repitió la escena, y así, día tras día hasta el infinito del tiempo”.
Quien haya estado un otoño en Esquel dirá que esa postal soñada que la leyenda eternizó nació un día cualquiera de esta estación mágica, la mejor de todas según los locales, en la que la naturaleza regala sus últimos colores vibrantes antes de la llegada del frío y la nieve a la Comarca de los Alerces.
Pero el cielo no es lo único que se transforma con la llegada de esta estación del año en la Patagonia argentina. De marzo a junio, los colores vuelven irreconocible el paisaje que vieron los ojos veraniegos: los distintos verdes se transforman en ocres, rojos y marrones al mismo tiempo que las altas cumbres se visten de blanco. Todo ello, acompañado por la calma y el clima templado que reina en esta época.
Tierra prometida
Ubicada en un valle, sobre las márgenes del arroyo homónimo, la ciudad de Esquel es la puerta de entrada a un paraíso cordillerano. Sus orígenes se remontan a finales del Siglo XIX, cuando una colonia galesa instalada en la costa atlántica de la provincia de Chubut se extendió hacia el oeste en busca de tierras más fértiles y un clima más amigable. Así fue como aquellos pioneros encontraron en Esgel Kaikv –como la llamaban los tehuelches, o aonikenk, como lo hacían sus habitantes originarios-, la tierra prometida que habían soñado cuando partieron embarcados con proa al sur del mundo.
El nombre del pueblo se refiere a los abrojos, arbustos espinosos que componen parte de la flora típica de la región. Sin embargo, no es necesario andar mucho para comprobar que su paisaje excede los abrojales y atraviesa bosques espesos de árboles milenarios y únicos, ríos salvajes y espejos de agua cristalina de toda clase de verdes, azules y turquesas.
Este despliegue natural forma parte del Parque Nacional los Alerces, uno de los tesoros naturales más bellos de la Argentina. Fundado en 1937, la extensión dispone de uno de los sistemas lacustres más importantes del mundo, que recorre trece lagos, desde los más conocidos y visitados como Futalaufquen, Menéndez, Rivadavia, Krügger y Verde, hasta los de poca fama, pero no por ello de menor belleza, como Cisne, Stange, Chico y Amutui Quimei. Estos espejos de agua están interconectados por medio de ríos, cada uno de los cuales es un punto de llegada en sí mismo.
Escoltado por los Andes, en su interior conviven, además, glaciares y bosques milenarios de alerces, lengas, coihues y cipreses, que conforman un ecosistema único, hábitat de una gran variedad de especies animales que sorprenden a los visitantes a cada paso. Además de recorrerlo por tierra y agua, el parque ofrece la posibilidad de realizar todo tipo de actividades dentro de sus límites.
El plan puede ser simplemente recorrerlo a través de una excursión o en auto, o animarse a vivirlo. Para los que disfrutan más de la segunda propuesta, existen muchas posibilidades: paseos en kayaks, canopy o elegir algunas de las catorces sendas habilitadas para hacer caminatas autoguiadas de todas las distancias y dificultades: recorrer arroyos, acceder a cascadas o simplemente internarse en el bosque, son algunas de las opciones para disfrutar del parque con amigos o en familia hasta la caída del sol.
Esta época del año es ideal para conocer otro de los atractivos naturales únicos que ofrece el lugar. Establecida en el corazón del valle 16 de octubre al amparo de los cordones montañosos de Nahuel Pan y Esquel, la ciudad es el punto exacto de encuentro entre el bosque andino patagónico y la estepa, los dos paisajes dominantes de la región. Allí se accede al Área Natural Protegida Piedra Parada: una majestuosa piedra de 210 metros de altura, y tan sólo cien de base, irrumpe en la planicie del valle del río Chubut. Además de su belleza natural e insólita, es un testimonio geológico, ya que es producto de la actividad volcánica que se registró en esta zona hace miles de años. De aquella antigua caldera queda también el bellísimo cañadón de la Buitrera, una especie de embudo surcado por un arroyo que se extiende a lo largo de cinco kilómetros y que invita tanto al trekking como al descanso en sus aleros de hasta 40 metros de altura.
Un poco más alejadas, pero siempre dentro de la misma formación geológica, se pueden visitar las cuevas que milenios atrás servían de refugio a los pre-tehuelches y donde estos hombres dejaron su huella en pinturas rupestres. Todo ello transforma al lugar en una meca de la arqueología, ya que datan de más de cinco mil años y son el registro de la ocupación humana más antigua y continua de la región.
Excursiones
Viaje al pasado a bordo del legendario expresoEsquel conserva hoy la riqueza cultural de su historia, en la que se fusionan usos y costumbres de sus pueblos originarios y pioneros que arribaron hace un siglo y medio. Desde esta localidad, los visitantes pueden viajar al pasado a bordo del legendario expreso patagónico, rebautizado popularmente como “La Trochita”, por su trocha de apenas 750 mm de ancho.
El viejo ferrocarril a vapor atraviesa los paisajes patagónicos a lo largo de 19 kilómetros que se recorren en alrededor de una hora, tiempo en el que se hace difícil despegar los ojos de la ventanilla.
La estación de destino es Nahuel Pan, donde habita una de las poblaciones mapuche-tehuelche más grande de la zona. Allí, a la vera de las vías, en las casas que a mediados del siglo pasado eran hogar de los empleados del ferrocarril, se puede visitar el Museo de Culturas Originarias, que tiene como anfitriones y guías a miembros de la comunidad mapuche-tehuelche, y un pintoresco mercado, que reúne a los artesanos de este y otros parajes con sus productos textiles típicos.Otra opción urbana recomendada es el paseo por Trevelin (“pueblo del molino”, en galés), una aldea de cuento fundada hace más de cien años, pero que en la actualidad mantiene vivas las ricas tradiciones de su acervo céltico y mapuche. Ubicada a apenas 25 kilómetros de Esquel, se erige en la zona húmeda de la Patagonia.
La visita a Trevelin puede complementarse con excursiones vinculadas con las culturas galesa y mapuche, las reservas naturales y la Represa Hidroeléctrica Futaleufú.
Agenda de Viaje
– Como llegar: aéreos Buenos Aires – Esquel, desde $1.500.
– Alojamiento: hoteles de $255 a $1.390, base doble; hosterias de $120 a $850, base doble; cabañas de $170 a $458, base doble; hostel de $60 a $75.
– Excursiones: entrada al Parque Nacional Los Alerces: en esta época es sin cargo. Excursión día entero (incluye Villa Futalaufquen, río Arrayanes, pasarela, lago Verde y lago Menéndez hasta Puerto Chucao), $250 por persona.
– Excursión lacustre al lago Krügger, $350 por persona en grupos de diez.
– Más información: www. esquel.gov.ar