LAS BAHAMAS. Junto al festejo de Navidad y Año Nuevo, el archipiélago despliega esta celebración inundando de alegría, color y frescura sus arterias principales.
Desfiles de grupos enfundados en coloridos disfraces que transitan al ritmo de una música pegadiza, puestos de gastronomía típica y mucha alegría. Parece el carnaval de Gualeguaychú o el de Río de Janeiro, pero se llama Junkanoo y se celebra el 26 de diciembre y el 1 de enero, desde las 2 de la madrugada hasta el amanecer, en Las Bahamas.
Es ni más ni menos que el festival nacional del archipiélago caribeño, una tradición que se remonta a los días de la esclavitud y su manera de disfrutar de su tiempo libre embebidos en una música contagiosa y girando al ritmo de tambores, silbatos y maracas.
Seguramente comenzó en el siglo quince cuando se acercaba la festividad navideña y los esclavos obtenían algunos días de descanso, que les permitían dejar las plantaciones para quedarse con sus familias y celebrar el feriado.
El nombre del festejo se debe a John Canoe, un jefe tribal africano que exigía el derecho a celebrar con su gente a pesar de haber sido ésta traída como esclavos a las Indias Occidentales. Otros creen que su origen proviene del francés “gens inconnus”, que significa “personas desconocidas” y se refiere al hecho de que las personas se disfrazan para no develar su identidad.
En esa combinación de religión y tradición, conquista y libertad, los bahameños celebran la Navidad cenando pavo y jamón, pero al día siguiente -conocido también como el boxing day-, se reúnen en el desayuno, ya sea en restaurantes o en sus casas, para disfrutar sus platillos favoritos y los sabores típicos de sus orígenes gastronómicos como el delicioso “Johnny Cake” que frecuentemente se sirve con pescado al vapor.
El clímax de la celebración navideña es el desfile, una costumbre que fue ganando fuerza de generación en generación. Comienza alrededor de las 3 de la madrugada con una seguidilla de más de una decena de grupos con hasta quinientos participantes cada uno, también denominados “junkanoos” que son organizados en el entorno de un tema en particular.
Además de exhibir sus dotes musicales y de baile, adornados por trajes de plumas, brillos y colores, compiten para obtener premios en efectivo que son otorgados al final de la procesión por los jueces. Los participantes concursan por las tres categorías: mejor música, mejor disfraz y mejor presentación grupal.
Esponjas marinas, hojas, telas y papel picado son algunos de los materiales elegidos a la hora de confeccionar los flamantes atuendos.
Para los instrumentos musicales también recurren a la creatividad. Originalmente, los esclavos los construían con elementos desechables, transformaban cajas de comida y ron en tambores y otros instrumentos desde la chatarras. Los músicos actuales utilizan métodos semejantes a los de sus ancestos, estiran la piel de oveja en un tambor y la “afinan” quemando una vela bajo la piel para tensarla hasta obtener la afinación correcta.
Además de deleitarse con el despliegue de las comparsas, el público puede acceder a los puestos gastronómicos donde se encuentra un abanico de preparaciones típicas como la “conch salad”, pescado con cereales y/o sopa de frijoles. En la actualidad, el evento más espectacular se realiza en el centro de Nassau a lo largo de Bay Street, pero el encanto de esta fiesta también se puede saborear en versiones más pequeñas que se llevan a cabo de manera simultánea en Freeport, Grand Bahama, Eleuthera/Harbour Island, Bimini y en las Abacosasí. En Grand Bahama se lleva a cabo el día de Año Nuevo a las 17 en el centro de la ciudad. Es un clima más de carnaval que un evento para espectadores, con locales de venta de comida y bebida típica.
Las Bahamas están compuestas de 24 islas pobladas, 600 no pobladas y más de dos mil cayos inmersos en las claras y tranquilas aguas del Océano Atlántico. Son un destino sorprendente para los turistas debido a su combinación única de cultura, historia y entretenimiento bajo el sol.
Para mayor información:
www.bahamas.com