El Glaciar Perito Moreno se despereza entre rugidos y truenos como un patriarca gélido que desanda su pasado milenario para enfrentarse, en un despliegue de visuales y rompimientos surrealistas, con la mirada embelesada de la humanidad.
Por Carolina Brenner – [email protected]
Enviada especial a el calafate
Laura partió de Buenos Aires en busca de un sitio donde el paisaje colmara sus ansias de naturaleza extrema. Hace una decena de años encontró su lugar en El Calafate nutriendo su espíritu aventurero como guía oficial del Parque Nacional Los Glaciares.
Conquistada por el magnetismo que exhala uno de los campos gélidos más grandes del mundo, se instaló en este pequeño poblado santacruceño con aires de gran ciudad.
Con voz pausada y una sonrisa luminosa que refleja el efecto de haber vivido un tiempo en estos confines del sur argentino donde gobierna la paz y el ritmo pausado, comparte generosamente la información acerca del universo de estos torrentes congelados.
“Me voy a quedar aquí hasta que encuentre un lugar más calentito”, bromea la guía mientras recrea con sus historias a los pasajeros de la Traffic que transita a lo largo de los 80 kilómetros que separan el pueblo del parque nacional. Es que el clima de esta región de la Patagonia Argentina no es de los más atractivos. El frío y las temperaturas bajo cero predominan durante casi todo el año, acompañados por vientos y nevascas que durante los meses de invierno cubren la zona con un manto blanco.
La ruta, prolijamente pavimentada, serpentea la silueta del Lago Argentino, que en esta época luce alunarada por las aves de la zona, especialmente por bandadas de flamencos que dibujan manchas rosadas sobre el azul lechoso del espejo de agua.
La aridez de la superficie montañosa que custodia el trayecto se adentra en una mata densa de ñires, lengas y coihues a medida que se acerca al Perito Moreno.
En una de las curvas que libera el paisaje de la estrechez vegetal, el vehículo se detiene sobre el Mirador de los Suspiros, el enclave elegido para inspirar profundo ante la primera panorámica del coloso blanco.
Un torbellino de flashes se disputa la luminosidad que emana de la fortaleza multiforme, sin saber que es sólo una pequeña porción de la vasta belleza que aguarda más adelante.
El enjambre de turistas, mitad argentinos, mitad europeos, desenfunda sus cámaras fotográficas en una lucha campal por quién logra la mejor imagen, convencidos de que con sus tomas podrán llevarse un pedacito de la maravilla que se expande ante sus ojos.
El bus continúa hasta Puerto Bajo las Sombras donde la travesía se muda al catamarán “Victoria Argentina”, que luego de 20 minutos de navegación por el Brazo Rico del lago, regala a sus pasajeros una vista sublime de la cara sur del coloso blanco.
Sobre el agua, los témpanos -“pedazos de hielo que se desprenden del glaciar”, explica Laura- acompañan la marcha lenta de la embarcación, generando un desfile de formas caprichosas. Son como estatuas silentes de luz y cristal que flotan sigilosas a la espera del inexorable destino de la fragmentación.
El barco se detiene a menos de 300 metros de la pared infinita que se eleva como un edificio de veinte pisos coronado por picos blancos, grises y turquesas. Y otra vez se desatan los flashes y las exclamaciones en un remolino de idiomas, junto a una necesidad impetuosa de captar, con los retratos, aunque sea una gota del gigantesco mar de hielo.
Maravilla cercana
El Parque Nacional Los Glaciares está conformado por una superficie aproximada de 742 mil hectáreas. Allí, más de 300 extensas masas de hielo modelaron, a lo largo de la historia, valles, fiordos, lagos y montañas del bosque andino patagónico austral, lo que constituye una reserva de agua única y una de las más grandes del planeta.
La descripción deriva frecuentemente en la pregunta: ¿por qué el Glaciar Perito Moreno es el más famoso de este gigantesco territorio patrimonial?, y las respuestas mutan, coinciden y algunas confunden, pero la mayoría desemboca en una respuesta lógica: por su cercanía y su accesibilidad.
Ya que además de la posibilidad de acercarse al glaciar por vía náutica, hace unos años se montó una pasarela que permite caminar, literalmente hablando, por su frente.
Desde allí, y a diferencia de la experiencia embarcada, se puede apreciar la cara completa, una muralla de líneas irregulares que se extiende a lo largo de cinco kilómetros y se eleva a más de 60 metros de altura sobre el nivel del agua.
Sinfonía viva
Su presencia es soberbia y emociona, pero el sonido es lo que más estremece. El glaciar está vivo. Late, cruje y se mueve. Amo y señor del vasto territorio del sur argentino, el gigante formado por la acumulación de nieve durante siglos avanza con paso lento, con estruendos similares a truenos y otros que parecen disparos mientras se agrieta hasta desvanecerse en desprendimientos espectaculares frente a los seres humanos.
Es el momento más esperado: lograr retener en las retinas el glorioso instante en que una rebanada de esta delicia visual se desmorona a una velocidad irreal sobre el Canal de Los Témpanos, se hunde en un oleaje turbulento y resucita como una piedra preciosa sobre la espuma.
Afortunadamente, esta escena se repite dos o hasta tres veces en una hora, pero es la naturaleza la que decide.
El glaciar se mueve dos metros por día y avanza hasta tocar la costa de la península de Magallanes, trepando, incluso, sobre sus laderas. La presión causada por el agua, que comienza a filtrarse entre ambos costados, crea una especie de túnel hasta que se produce el gran rompimiento, un evento único e irrepetible codiciado por observadores de todas las nacionalidades.
“El Perito Moreno es uno de los que excepcionalmente han avanzado en este siglo, en una zona donde la tendencia ha sido de general retroceso. En realidad, desde 1917, su línea de frente no ha sufrido grandes cambios por lo que actualmente se lo considera en equilibrio”, apunta Laura.
Quizás esta última explicación, también sea el motivo de su gran fama.
Más información
Secretaría Municipal de Turismo de El Calafate.
Agenda de viaje:
Cómo Llegar
Con LAN: Desde Buenos Aires a El Calafate: lunes, miércoles y viernes: un vuelo diario; martes, sábados y domingos: dos vuelos diarios; jueves: en noviembre y diciembre se agregará un vuelo diario.
Tarifa ida y vuelta a El Calafate
De Buenos Aires desde AR$1.437,98 con impuestos incluidos.
De Córdoba (se suma el tramo a Buenos Aires) desde AR$2.387 con impuestos incluidos.
Ventas y consultas
0-810-9999-LAN (526)
Dónde dormir
La Cadena Tremun Hoteles cuenta con varios establecimientos en la ciudad de El Calafate. Precios de habitación doble, con desayuno e impuestos incluidos:
– Mirador del Lago (cuatro estrellas) desde $928 (www.miradordellago.com).
– Calafate Parque (cuatro estrellas) desde $1.032 (calafateparquehotel.com).
– Estancia Kau Yatún (cuatro estrellas) desde $ 899 (www.kayyatun.com).
– Rincón del Calafate (tres estrellas) desde $700 (www.rincondelcalafate.com).
Qué hacer
La empresa de viajes Tiempo Libre ofrece diversas excursiones:
– Excursión Glaciar Perito Moreno, que contempla traslado y pasarelas. Desde $360 por persona; con navegación por Brazo Rico, $120 adicionales.
– Excursión “Todo Glaciares” contempla siete horas de navegación por los glaciares Upsala, Spegazzini y la pared norte del Glaciar Perito Moreno. Desde $855 por persona.
– Excursión Estancia Cristina. Navegación sobre el Lago Argentino, Brazo Norte Upsala y Bahía Cristina. Desde $715 por persona.
– La entrada al parque nacional para ciudadanos argentinos es de $50.
Dónde comer
El cordero patagónico y la trucha son los platos por excelencia en El Calafate. Los mejores lugares para degustarlos:
– Restaurante Casimiro Biguá (www.casimirobigua.com)
– La Tablita (www.la-tablita.com.ar)
– Nativos (el restaurante del Parque Nacional Los Glaciares, con vista al Perito Moreno)
– Borges y Alvarez (el típico bar literario) F/borgesalvarez
Parador de carretas
El Calafate es la puerta de ingreso al Parque Nacional Los Glaciares, un lugar atractivo por excelencia emplazado al pie del cerro homónimo y a orillas del Lago Argentino, a sólo 185 metros sobre el nivel del mar y rodeado del típico paisaje de la meseta patagónica.La villa turística debe parte de su historia a los carreteros que a principios del siglo XX, con su cargamento de lanas, dejaban huellas que el viento se encargaba de borrar.
Hoy se ha transformado en un punto obligado del corredor turístico de la Ruta 40, donde habitan más de 22 mil personas.
A lo largo de sus calles, aún mantiene algunos rasgos de la arquitectura pionera, como por ejemplo las casas y hoteles con techos a dos aguas.
También embellecen el lugar los distintos matices verdes de sus jardines, compuestos por flores de distinto tipo como rosales, lavandas y pinos.
A lo largo de la avenida Libertador, que atraviesa la localidad de punta a punta, se esparce una amplia oferta de bares y restaurantes, además de locales comerciales y un casino.
Entre ellos predomina el rubro indumentaria y accesorios para actividades de turismo de aventura.
Asimismo, se destaca la venta de chocolates y mermeladas a base de frutos rojos y de calafate, el arbusto natural que le dio el nombre a la ciudad y que en primavera cubre de flores amarillas las plazas y jardines del lugar.
Una leyenda tehuelche dice que “el que prueba el calafate, vuelve”.