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Un laboratorio científico cordobés con desarrollos pioneros a escala mundial

HUGO LUJÁN. El director del Cidie resaltó el trabajo desde Córdoba con jóvenes científicos.
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Hugo Luján, creador de una vacuna oral contra el parásito Giardia lamblia, cuenta las nuevas posibilidades a partir de ese descubrimiento.

Por Carolina Klepp – [email protected]

“En Argentina tenemos muy buenos investigadores. Si todos hacemos el trabajo lo mejor que se puede tendríamos un mejor país, sin ninguna duda. Trato de llevar esos ideales a mi equipo”. Las palabras son de Hugo Luján (54), el director del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (Cidie), un instituto de doble dependencia entre el Conicet y la Universidad Católica de Córdoba (UCC) que inauguró el jueves pasado la presidenta Cristina Fernández.

Desde hace más de 20 años, Luján estudia mecanismos de adaptación de parásitos patógenos humanos y de animales. La investigación y desarrollo de anticuerpos monoclonales, proteínas recombinantes, partículas virales y otros productos biotecnológicos, para su uso en diagnóstico, tratamiento, y prevención de enfermedades humanas y animales.

Los resultados obtenidos por el Cidie se han traducido en el licenciamiento de una patente a una empresa multinacional para la comercialización a escala global de una vacuna de uso veterinario contra la giardiasis. Ésta es una enfermedad diarreica ocasionada por el parásito Giardia lamblia, que vive en el intestino de las personas y los animales y se transmite en las heces de una persona o animal infectado. Este parásito está protegido por una cobertura exterior que le permite sobrevivir fuera del cuerpo por largos períodos.
Comercio y Justicia dialogó con Luján, el doctor en Ciencias Químicas  pronto a ser distinguido con el Premio Investigador 2015 del Ministerio de Ciencia de la Nación.

– ¿Qué vacunas se están generando en este laboratorio?
– Hace más de 20 años que trabajamos con parásitos intestinales, en particular uno que se llama Giardia Lamblia, que es un organismo unicelular que habita en el intestino superior de mamíferos y otros vertebrados. Durante muchos años hemos estudiado aspectos de bioquímica y biología básica de ese parásito, para conocer cómo este bicho se adapta no sólo dentro sino fuera del intestino, cómo es su transmisión, como es que sobrevive en ese ambiente tan hostil como es el ambiente digestivo del aparato intestinal. Hace casi ocho años atrás decidimos investigar un proceso que se llama variación antigénica, un proceso que utilizan la mayoría de los parásitos unicelulares que atacan al hombre, fundamentalmente el parásito de la malaria, de la enfermedad del sueño, que mata a millones de personas. Nosotros decidimos estudiarlo en Giardia, que no es un patógeno mortal, pero que causa diarrea y pérdida de peso.

– ¿Y qué descubrieron en esa segunda etapa?
– Con estudios bioquímicos básicos descubrimos el mecanismo por el cual el parásito elige un disfraz entre 200 posibles que tiene en su genoma y expresa uno de esos disfraces a la vez en su superficie, entonces el organismo genera una respuesta defensiva contra ese disfraz, pero ocurre que el parásito lo cambia por otro. Es como si fuera hoy un parásito azul, el cuerpo genera fundamentalmente un anticuerpo contra el azul y luego el parásito lo cambia a un rojo, entonces el organismo tiene que volver a generar una respuesta inmunitaria, pero el parásito vuelve a cambiar. Esto permite que estos parásitos produzcan enfermedades crónicas o recurrentes si no son tratados. Descubrimos ese mecanismo e hicimos que los parásitos, por método de ingeniería genética, pudieran expresar los 200 disfraces al mismo tiempo, de modo tal que cuando infectan a un animal de laboratorio ese animal afectado genera una respuesta de defensa contra todas las posibilidades que tiene el parásito de variar; y con eso es como si fuera una vacuna. Ese animal no puede ser infectado nuevamente.

– ¿Y de allí surge una vacuna?
– Obviamente no podemos usar como vacuna un parásito que al mismo tiempo produce síntomas, entonces decidimos purificar esos disfraces, esas proteínas de superficie que tiene el parásito. Decidimos ver si con las proteínas purificadas, si las podíamos dar por vía oral, en lugar de inyectarlas, ¡y funcionó! Con eso generamos publicaciones y una patente de una vacuna oral contra Giardia lamblia. Los dueños de esa vacuna son Conicet y UCC, de la cual yo soy el inventor. Esta vacuna se licenció a una empresa multinacional de salud animal, la están desarrollando para su venta a escala global.

– ¿Y están pensando en avanzar en humanos?
– Sí, pero estamos limitados en gente, en fondos y en conocimiento en ensayos con humanos.

– ¿Cuáles son los planes?
– Que este instituto nuevo siga creciendo para transformarse en una unidad de producción también. Estas proteínas que se usan de la vacuna contra el Giardia pensamos que pueden ser utilizadas para administrar otras vacunas que ahora son inyectables pero por vía oral, con todos los beneficios que ello conlleva, que no haya pinchazos, se eviten contagios posibles con las agujas usadas, entre otros.

– Varios descubrimientos a partir de uno inicial…
– También ha surgido, por ejemplo, que si podríamos administrar una vacuna por vía oral, usando esta proteína, ¿por qué no probar hoy con otras proteínas que únicamente se pueden administrar por inyección como la insulina, la vacuna del crecimiento? Desarrollamos un método en el cual mezclando estas proteínas de parásito con insulina, con hormona de crecimiento, e inclusive hormonas como la paratiroidea -que es muy importante para la regulación del calcio-, hoy la podemos dar por vía oral. Entonces se abre una nueva etapa en poder administrar estos componentes que antes se inyectaban, que puedan entrar al mercado en bebidas o alimentos funcionales con gran aceptación.

– ¿Son los únicos que están haciendo esto?
– Somos los únicos que lo creamos, que nos dimos cuenta de que podía funcionar para esto. En insulina, lo hemos probado en animales, en lugar de inyectarlo se lo damos por vía oral y regula los niveles de glucosa en sangre. Pero avanzar en humanos es mucho más difícil, por los ensayos clínicos.

Una inversión millonaria con investigadores de trayectoria

La inversión para la construcción del Cidie se realizó en el marco del Plan de Obras para la Ciencia y la Tecnología que desarrollan la cartera de Ciencia y Conicet por un monto de $6.215.000, de los cuales el Consejo aportó $3.800.000 y la UCC $2.415.000. Los cinco laboratorios comprenden espacios de microscopía, fermentadores, radioisótopos, citometría y laboratorio general. A ello se suman un área de cultivo, un área de bioterio y un salón de usos múltiples, que ocupan en total una superficie de 760 metros cuadrados.

“En la UCC se me han brindado oportunidades que no tuve en otras partes. Hacer ciencia en Argentina no es fácil, aunque estamos un poco mejor ahora. Volví al país para devolver a mi Patria lo que me dio. Me gusta trabajar y hacerlo en Córdoba, con participación de gente del interior, una forma de decir que desde el interior también se puede cambiar”, dijo Luján que lidera un grupo integrado de 14 investigadores. “Somos una familia y quiero que mis discípulos me superen”.

Luján es bioquímico, doctor en Ciencias Químicas, con entrenamiento posdoctoral en los Institutos Nacionales de la Salud de los Estados Unidos. Es investigador superior del Conicet. Ganó el premio Innovar con el desarrollo de la vacuna para Giardia y premio Konex 2014.

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