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Las novelas judiciales

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Lo jurídico ha dejado sentir su presencia también en un ámbito específico de las letras

Dentro del llamado “thriller legal”, según algunos un subgénero dentro de las novelas de suspenso y, conforme otros -en los que me incluyo-, un desprendimiento del policial, existe un sector referido a los juicios. De hecho, tiene tanta preponderancia que no son pocos los que entienden que el thriller legal es en realidad una novela sobre juicios.

Una de las primeras obras en la materia, de las más particulares y que muestra sus límites casi infinitos, es la novela El proceso, de Franz Kafka. Inacabada por la muerte de su autor, fue publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, quien se basó en el manuscrito inconcluso.

Su trama cuenta la historia de Josef K., arrestado una mañana por una razón que desconoce y sometido a un proceso en el que nadie le dice el porqué o de qué debe defenderse. Dicha obra, a más de resultar una clara metáfora respecto de lo inaccesible y oscuro que la justicia resulta muchas veces para el ciudadano común, es de igual forma una advertencia clara de cómo la burocracia judicial o la ideología de sus funcionarios pueden violar, tan solo aplicando de modo rígido o irrazonable la ley, los derechos más elementales de las personas.

En tal sentido, la frase críptica del capellán de la cárcel «la justicia nada quiere de tí. Te toma cuando viene y te deja cuando te marchas», da, como casi todo en Kafka, para más de una interpretación.

Hay quienes entienden sin embargo que es mucho más adelante en el tiempo y con la novela Anatomía de un asesinato, escrita por Robert Traver en 1958, que se inaugura el género literario de las novelas judiciales. Ese libro resulta una adaptación novelada de un caso llevado adelante como defensor por el propio autor en 1952, respecto de un hombre que mata a tiros al violador de su esposa. En el libro, en un pequeño juzgado del Medio Oeste norteamericano, los detalles del crimen pasan a segundo plano para evidenciarse en el curso del pleito, entre todos los actores (acusado, juez, fiscal, defensor), las complejas cuestiones morales implicadas en juzgar al prójimo, defenderse en juicio o perseguir la condena de un semejante.

Un año después se convirtió en película, dirigida Otto Preminger, con James Stewart, Lee Remick y Ben Gazzara en los roles principales. Estuvo nominada a siete premios Oscar aunque no ganó ninguno, pero sí obtuvo los Premios del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York al mejor actor (James Stewart) y al mejor guion (Wendell Mayes), así como un premio Grammy a la mejor música (Duke Ellington).

No podemos dejar de lado en esta remembranza la también clásica Para matar un ruiseñor, de Harper Lee, aparecida en 1960. También se trata, como la anterior, de un gran juicio en una pequeña comunidad, y de una defensa, la de Atticus Finch, respecto de un hombre negro acusado sin mayor justificación de violar a una mujer blanca en tiempos de la segregación racial en el sur profundo de Estados Unidos. A su publicación siguió un éxito de ventas y ganar el premio Pulitzer, convirtiéndose en un clásico de la literatura no sólo del género sino de la estadounidense en general.

En nuestro país, quizás la obra más difundida en el género fue la primera novela de Eduardo Sacheri, La pregunta de sus ojos, aparecida 2005, que fue llevada cuatro años después al cine en la película El secreto de sus ojos, dirigida por Juan José Campanella, quien además coescribió el guion con el autor.

Asimismo, uno de los mejores y más prolíficos creadores del género en nuestras tierras resulta, a mi entender, Alfredo Abarca. Un referente no sólo del derecho aduanero en nuestro país sino también de las novelas de drama legal, al que ha contribuido con novelas como El Error, respecto de una mala praxis en la fertilización médicamente asistida y la corrupción política y judicial; Expediente reservado, La abogada o El Código de Nuremberg, entre otras.

Ha sido no sólo un precursor en el ramo sino un inspirador de otros. Como diría la canción, “somos del grupo los Salieris de Charly”. Nos comprenden, al respecto, las generales de la ley: Secretos en Juicio se ambienta en el “detrás de escena” de un juicio por daño ecológico contra dos provincias y algunas grandes empresas, que se desarrolla en los mismos estrados de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. No faltan, en la trama, los guiños del autor a varias personas, Alfredo entre ellos, quien me mostró que era posible escribir intriga ambientada en los corredores judiciales de nuestro país.

Es interesante destacar que el llamado “drama judicial” no solo se trata de un género literario ni detiene sus fronteras en el cine y la televisión. La empresa de juegos Capcom tiene entre sus productos Ace Attorney, una serie de videojuegos del género aventura conversacional en clave de thriller legal. Creado por Shu Takumi, los jugadores asumen el papel de un abogado defensor en un tribunal de justicia ficticio, que se basa en el sistema legal japonés, el cual debe hacer que sus clientes sean declarados «no culpables» por medio de la investigación, la recolección de pruebas y los interrogatorios.

Como puede notarse, resulta un ámbito tan pródigo en historias como la inmensidad de los sentimientos humanos implicados en ellas.

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