“El trabajo productivo más el trabajo de cuidado están generando tensiones que básicamente están asumiendo las mujeres, no las familias”, describió Laura Pautassi, abogada e investigadora especialista en inserción laboral de la población femenina.
Por Carolina Klepp – [email protected]
Cinco de cada 10 mujeres están insertas con trabajo remunerado en Latinoamérica; de éstas, siete de cada 10 tienen entre 25 y 45 años, edades con mayores cargas de responsabilidad familiar. Paralelamente, este crecimiento de las mujeres masivamente en el mundo del trabajo productivo no se condijo con un crecimiento masivo de los varones en las tareas de cuidado no remunerado en el hogar, específicamente la asistencia a niños o familiares adultos mayores o discapacitados. Esta situación tiene una denominación especial y advierte que los sesgos de género se mantienen. Sobre esto estudia Laura Pautassi, abogada e investigadora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), quien disertó la semana pasada en el marco de la celebración del cuarto aniversario de la Oficina de la Mujer del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba.
La experta en temas de inserción laboral de la población femenina describe: “Lo que hicieron las mujeres es sobrecargarse con el fenómeno que denominamos de la ‘doble jornada de trabajo’, es decir el trabajo productivo más el trabajo de cuidado. Esto está generando tensiones que básicamente están asumiendo las mujeres, no las familias. Al interior de las familias no se distribuye equitativamente ni las responsabilidades, ni las cargas, ni el cuidado. Se están dando situaciones vinculadas a la salud, prevalecen enfermedades a edades tempranas -algo que no sucedía y que tiene que ver con estas tensiones”.
Pautassi señala que hay encuestas del uso del tiempo que miden estas asimetrías entre hombres y mujeres.
El viernes pasado, Comercio y Justicia publicó las últimas cifras disponibles en Córdoba respecto del uso del tiempo en tareas domésticas no remuneradas. El estudio mostró la cantidad de horas diarias que ellas dedican a quehaceres domésticos dentro de su hogar, entre los que figuran actividades de cuidado de niños, enfermos o adultos mayores miembros del hogar. Sólo en esto, las cordobesas dedican -en promedio- 6,8 horas diarias, mientras que los varones 4,5. Cabe distinguir que ese promedio sube o baja según la carga horaria de trabajo remunerado fuera del hogar.
“A las mujeres les ha costado tanto la inserción en el mundo público que visibilizan muy poco la cantidad de horas que están dedicadas al cuidado. Lo toman casi como naturalizado.
El valor que ha tenido el impacto de la inserción de la mujer en el mundo público hace que ellas presupongan también una capacidad infinita de poder conciliar los dos mundos (laboral y familiar) y eso es lo que les está generando tensión. Están sobrecargadas, malhumoradas, aparece problemas de salud, no tienen tiempo para nada, pero no van a cambiar esas condiciones”, describió la investigadora.
“Ni loca dejo de trabajar”
Para graficar, repite la frase escuchada repetidamente por las mujeres de los sectores medios: “Te dicen que ellas cambian el salario por la trabajadora del hogar pero ni locas dejan de trabajar (fuera del hogar y remuneradas) porque esto les genera autonomía. Esto ha llevado -continúa- a que tengan elasticidad y es ahí donde tenemos una situación de desigualdad muy fuerte. Las mujeres no tienen un mecanismo al interior de sus hogares, de sus parejas, para negociar las tareas de cuidado”.
Asimetrías en la familia y desprotegidas en la negociación dentro del hogar, “las mujeres terminan cargando ellas con ese trabajo y no visibilizando la sobrecarga de tareas que tienen”, lo que va alargando y postergando su realización.
Para Pautassi, hay que “empoderar a la mujer, hacer visibles las asimetrías y poner en práctica el enfoque de derechos aplicado al cuidado de niños, personas a cargo y autocuidado, como un derecho humano.
La investigadora enumeró pactos y tratados que reconocen que hay una obligación de cuidado, pero también hay un derecho al cuidado. En la Convención de los Derechos del Niño hasta la Conferencia de la Mujer de América Latina y el Caribe en el año 2007 (en Quito, con la presidencia ejecutiva de Cepal), aparece el “cuidado” desde el enfoque del derecho, algo que fuera consensuado por los países representados y considerado un derecho humano.
“Así como están obligados los padres a prestar un cuidado a sus niños menores, también estamos obligados los adultos ante nuestros progenitores. Si aplicamos el enfoque de los derechos al cuidado, se reconoce el derecho a cuidar, ser cuidado y cuidarse (autocuidado)”.
Concluye en que “tomar el cuidado como un derecho permite desvincularlo del ámbito del trabajo formal, lo que permitiría exigirle al estado políticas públicas como por ejemplo, oferta pública de cuidado de la primera infancia. Hoy sólo cierto sector pueden pagar una guardería privada”.
Perfil
– Laura Pautassi es abogada, graduada de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Doctora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales (UBA). Investigadora Independiente del Conicet, investigadora permanente del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Ambrosio Gioja (UBA).
– Miembro del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
No lo ven
“A las mujeres les ha costado tanto la inserción en el mundo público que visibilizan muy poco la cantidad de horas que están dedicadas al cuidado (de niños y adultos mayores). Lo toman casi como naturalizado”.