martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Yrigoyen y Perón, la última vertiente nacional

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Por Luis Esterlizi (*)

En los años 70 la juventud en Argentina -especialmente, la universitaria- fue conmovida básicamente por dos acontecimientos mundiales que generaron una tan profunda como intensa discusión ideológica, como lo fueron el llamado Mayo Francés o Mayo de 1968, por un lado, y, por otro, la denominada Revolución Cubana, que culmina el 31 de diciembre de 1958 con la caída de la dictadura militar de Fulgencio Batista.

También por esos años -en Argentina- se vivía bajo el yugo de una tiranía gobernada por una dictadura cívico-militar y comandada por el general Juan Carlos Onganía, la cual no sólo era enfrentada sólo por juventudes las universitarias sino también los trabajadores y por otros sectores juveniles, en los cuales me incluyo, así como por un amplio espectro de la comunidad, que desde 1964, a partir del fallido retorno de Perón al país, seguía insistiendo en dicha posibilidad.

Éste era -en pequeña síntesis- el escenario de convulsión social que en aquellos años derivó en hechos muy significativos como el Cordobazo y otras repercusiones sociales en el país que aceleraron la caída de Onganía, quien fue reemplazado por el general Roberto Levingston y -más tarde- por el general,Agustín Lanusse. 

Dentro de este contexto, el presidente de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Ricardo Balbín, le propuso a Juan Domingo Perón firmar un acuerdo -junto a varios partidos más- para reclamar a la dictadura la vuelta a la democracia. Esa propuesta fue enviada a través del delegado en Argentina, Daniel Paladino. Perón firmó ese acuerdo que se denominó “La Hora del Pueblo”.

Como una rémora del pasado, con el entendimiento entre radicales y peronistas -principalmente- y otras fuerzas populares se restableció la unidad de esta vertiente nacional, que muy bien describe Raúl Scalabrini Ortíz, en su libro Yrigoyen y Perón, del que extraigo partes que lo ratifican.

Del libro Yrigoyen y Perón

La última vez en que tuve ocasión de hablar en un acto en que con paralela unción a la que sentimos -para retemplar nuestro espíritu de ciudadanos- en el aniversario de su muerte, rememoramos la esclarecida figura del gran patricio que se llamó Hipólito Yrigoyen. Ese acto, que la semejanza de los acontecimientos exteriores trae pertinazmente a mi memoria, ocurrió el 3 de julio de 1939. Allí, en los sótanos de la antigua Forja, como cristianos en las catacumbas, entre la indiferencia de los unos y la abierta animosidad de los más fuertes, manteníamos en constante lozanía el ejemplo enaltecedor de aquel gran conductor argentino. Estábamos allí voluntariamente inmunes a todo contagio de ambición o codicia, constantemente iluminados y sostenidos por el ejemplo de la conducta de Yrigoyen” (pág.17).

“En aquel acto, Forja lanzó un grito de alarma y de prevención al anunciar la inminencia de la nueva guerra europea y el tremendo peligro de que la República fuera comprometida en ella, retomando con energía la bandera de la neutralidad con que el presidente Yrigoyen protegió la vida y los intereses de los argentinos pero (…) el radicalismo, organismo que Yrigoyen había creado en 40 años de paciente elaboración, ya no era una vía de expresión de los anhelos del pueblo: era un instrumento más de la oligarquía, es decir, un eco de la voluntad extranjera de sojuzgamiento y expoliación” (pág. 18).

El 17 de octubre de 1945

“Desaparecido Yrigoyen, poco tardó la impudicia oligárquica y la voracidad del capital extranjero en reconstruir la malla de su tutelaje y de su expoliación. 

Para consolidar sus posiciones, la oligarquía cedió al extranjero el manejo de la moneda argentina y del crédito local, perfeccionó el monopolio extranjero de los transportes, prorrogó las concesiones eléctricas hasta el siglo venidero, multiplicó las deudas públicas en conversiones de alto margen de utilidad y distribuyó los dineros públicos entre los oligarcas endeudados. Las leyes de protección del obrero fueron anuladas en la práctica por las interpretaciones de una justicia que jamás se ocupó de otra cosa que de defender y amparar los fueros del capitalismo como lo demuestra el historial mismo de los fallos de la Suprema Corte (…) Ya todo parecía perdido y aniquilado, cuando aquel 4 de junio de 1943 abrió un horizonte en aquella oscura selva de traiciones y de intereses combinados. Fue aquel un hecho sorpresivo y sin antecedentes públicos y por eso el país lo miró con reserva y quizá con desconfianza… Y aquella revolución del 4 de junio estaba huérfana de conductor visible, hasta que el coronel Perón con una audacia rayana en la temeridad, inició, al mismo tiempo que su obra de justicia social, la formación de su personalidad…En el mes de Octubre de 1945, el coronel Perón fué destituido y encarcelado” (págs. 28 y 29).

“Pensaba con honda tristeza en esa tarde del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaban a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente mis ojos desfilaban rostros, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringles, restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un sólo nombre: Perón… era el subsuelo de la patria, sublevado” (págs. 30 y 31).

Conclusión

He transcrito y concatenado distintos párrafos que Raúl Scalabrini Ortíz -hombre incorruptible ideológicamente- vuelca en su libro Yrigoyen y Perón, porque siendo integrante del grupo Forja, vivió con sobrada pasión las políticas de los gobiernos de Yrigoyen y de Perón, identificando en ambos movimientos la vertiente nacional que, como expresión de libertad, independencia y soberanía había instituido el pueblo aquel 25 de mayo de 1810.

Hoy comprobamos el deplorable alejamiento que las conducciones tanto del radicalismo como del peronismo han producido abandonando sus orígenes, doctrinas y principios esenciales para crear rejuntes o coaliciones por izquierda, por derecha o socialdemócratas, cortando definitivamente el cordón umbilical por donde la vertiente nacional alimentaba sus conciencias.

La alternancia entre estos proyectos, negadores de nuestras concepciones independistas durante 40 años, dejaron claras evidencias de dicha estrategia por medio de decisiones contrarias a sus esencias e impuestas al pueblo argentino. 

Ante un cambio de época y el surgimiento de un nuevo orden mundial multipolar, con mucha más razón los argentinos necesitamos imperiosamente el surgimiento de nuevas generaciones que recuperen y promuevan, los fundamentos del espíritu de mayo, para terminar con la pertinaz decadencia de dirigentes e instituciones. 

Hoy no existen, en lo político-partidario, ni el radicalismo de Yrigoyen ni el peronismo de Perón pero existen peronistas, radicales y muchos sectores nacionales que, como dijo Scalabrini Ortíz: están solos -pero expectantes- ante la alternativa de un nuevo movimiento nacional que empujado por el pueblo argentino organizado, salve a nuestra Patria.

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

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