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Darles vida y movimiento a animales prehistóricos para museos y parques temáticos abre nuevas posibilidades a científicos y creativos cordobeses.

Encontrarse frente a frente con un esqueleto de dinosaurio de más de 10 metros de largo es sólo la primera impresión que uno puede llevarse al transitar un museo. Hoy, la animatrónica amplía los horizontes posibles devolviendo a la vida animales prehistóricos o emulando todo tipo de movimientos naturales en parques temáticos y muestras como Tecnópolis. Conversamos con el ingeniero Hugo Pailos para ingresar de lleno a un universo que proyecta expandirse en Argentina.

-¿Cuál fue la participación del Laboratorio de Animatrónica en Tecnópolis?

-Presidencia de la Nación invitó a todas las universidades nacionales a participar en este megaevento y la universidad propuso investigadores en cada área. Tuve el privilegio de ser seleccionado entre cuatro investigadores de Córdoba. En principio -como era de ciencia, arte y tecnología- el perfil nuestro como laboratorio encajaba en esta megamuestra. Mostramos todos los proyectos en Powerpoint, todo lo que es imitación de movimientos naturales y emprendimientos especiales para parques y museos. Estábamos dentro de un domo especial y ahí disertaban los investigadores seleccionados para Tecnópolis.

El laboratorio trabaja para terceros cuando se encarga, por ejemplo, un proyecto para un parque o un museo. Por ahí también para comunicación y publicidad. Ahora nuestro mejor cliente es un parque de Traslasierra -de Las Tapias, Villa Dolores- que está a punto de abrir, se llama Odiseia. Hay una fundación que se llama Gaudeamus y para ellos hemos diseñado sistemas de comunicaciones, rompecabezas, un robot anfitrión, rediseñamos un vehículo que simula una superficie como podría ser la de Marte e interactúa con la superficie y sus alrededores. Hicimos animaciones computadas para un juego especial que simula una nave, en la cual van transitándose planetas y hay personajes animados que se diseñan a partir de un brief que presenta el cliente.

-¿Cuáles son los costos para producirlos?

-Depende de tamaño y características. Tapejara, que es el robot estrella y el animal prehistórico más conocido por los premios recibidos, puede costar entre 5 mil y 7 mil dólares, más o menos, sin contar las horas de investigación. Ése es un problema del cálculo de presupuesto: estimar el tiempo de investigación, que es largo. Calcular el costo de cada una de las partecitas, mécanica, electrónica, de software, de hardware es bastante simple, digamos. Pero la investigación es difícil de calcular.

-¿Cómo ve las condiciones para producir animatrónica y robótica en Argentina?

-Particularmente, en lo relativo a animatrónica creo que hay una oportunidad en varios sectores. Su utilidad en la creación de publicidades es un punto que puede ser explotado. El otro son los museos. El mundo ya se ha dado cuenta y Argentina va a pasar por eso. Ahora que el concepto de museo, con huesos solamente, va pasando, va dejando una oportunidad a todas las tecnologías de soporte: la animación computada,  displays con movimiento, los propios bichos o personajes con movimiento, animatrónicos, robots. El museo como lo concebimos hace unos años va a dejar de ser. No sé si va a dejar de existir porque el registro fósil inicial es la base, pero el aggiornamiento tecnológico  que puede soportar a ese fósil primario primigenio es lo que la gente quiere ver. Representado en animatrónica puede ser un gancho y en ese punto nuestro aporte a la conservación del patrimonio es que la gente pueda ver una representación de lo que pudo haber sido un bicho prehistórico que habitó estas tierras y así explicarle que si descubre un hueso, una impresión en piedra, de un fósil, que no entiende, debe comunicarse urgente con los centros de investigación. Éste es un canal que llega más rápido a la gente. Siempre estamos los que amamos los dinosaurios, que vamos a ir a ver robots o huesos. Pero creo que las propias películas producen un offset, un punto diferencial desde el cual uno no puede volver. El caso de Jurassic Park, lo que produce con sus aciertos paleontológicos y sus errores, es un offset, un salto en el sentido común de la gente. Eso es lo que hay que aprovechar para explicar y hacer divulgación científica.

-¿Qué posición ocupa la animatrónica argentina en el mundo?

-En este momento estamos bien respecto de cómo estábamos quince años atrás. No digo que no haya habido investigadores independientes. Pero en Argentina dimos el inicio en lo que son estos artefactos que simulan movimientos naturales, con estos bichos. En particular el laboratorio de animatrónica es un referente nacional y a nivel internacional estamos siguiendo algunas directivas que vienen de Japón y de China, que son los principales productores, seguidos de Estados Unidos y México. Están surgiendo productores independientes que empiezan a ver esta posibilidad tanto en parques, museos y muestras itinerantes como en instalaciones propiamente dichas. El mercado está ahí. La diferencia que hace la universidad es el costo. Nosotros tenemos un presupuesto acotado y los animales prehistóricos se hacen en escala. Hacemos todo el estudio mecánico con ayuda de paleontólogos y biólogos. Partiendo de esa base vemos qué podemos conseguir. Pero creo que estamos frente a un mercado incipiente. En el mundo está establecido y en Argentina creo que se viene. La animatrónica no vuelve para atrás. Tenemos la ventaja de que nuestros sistemas de comunicaciones, software y hardware, están a nivel internacional. Lo que sí falta siempre es algun productor que se anime, alguna empresa que vea el potencial y apueste a aprovecharlo. Es lo que falta para que la animatrónica en Argentina despegue. Ya hay universidades y empresas que están solicitando información y realizando sus investigaciones, en este caso nuestro laboratorio es líder pero creemos que en poco tiempo podemos tener competencia.

-¿Cuáles son sus proyectos para 2012?

-Ahora estamos trabajando con un pterosaurio. Ya está solucionada la parte biomecánica, los movimientos y la parte artística se está armando. El bicho se llama Quetzalcoatl y va a medir dos metros. Ya llevamos invirtidos más de 7 mil pesos en su producción y estamos buscando financiamiento para concluirlo. Hay dos o tres parques temáticos próximos a abrirse en Argentina y están interesados. Y mi sueño es darle vida al gliptodonte.

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