“La crisis actual -el mecanismo no es nuevo- está caracterizada por el descontrol del gobierno sobre las variables claves que la determinan, que no es económica sino financiera, es decir de una crisis que no proviene de la economía real sino de la especulación financiera-bancaria; una resultante de la trampa estructural de deuda pública perpetua en que está metida Argentina desde hace más de 45 años (1976-2022) y que se retroalimenta y crece con cada gobierno que se sucede en el país. Estas variables claves son tres y están relacionadas entre sí: inflación, tipo de cambio y tasa de interés. Los fondos de inversión son Pimco y Templeton, que entraron a jugar fuerte en el ámbito local durante la crisis de 2018, que permanecen aquí hasta el presente y cuyos retiros a partir de junio pasado habrían desatado la nueva corrida cambiaria al pasarse a dólares”.
Lic. Héctor Giuliano – 23/7/22
Cruda realidad
El descalabro total del actual modelo de gobernanza tiene clara correspondencia política, económica y social según el impacto que produce el juego concertado entre los fondos de inversión -denominados “buitres”- y las condiciones propicias de inestabilidad en las tres variables, según los delitos que vienen cometiendo distintos gobernantes.
A la ausencia de un plan integral nacional con espíritu independiente se le suma la presión para el pago de lo acordado con el FMI mediante la disminución del déficit fiscal, eliminando subsidios a los servicios, frenando la emisión de nuevos planes y ajustando el presupuesto estatal a lo mínimo e indispensable, mientras una descontrolada inflación completa el cuadro de una tormenta perfecta…
Hoy, cuando las situaciones colman el límite de la paciencia popular, las coaliciones -tanto oficial como opositora- están dominadas por el odio, la “bronca” y la enfermedad del poder.
No atinan a ofrecer una salida reparadora ni a mostrar una mínima instancia de diálogo y entendimiento para contribuir a la solución estructural que necesita el país. Solo priman las ideas extremistas, los falsos pretextos y las decadentes especulaciones electorales.
Si separamos algunos intervalos de ciertos mandatos sucedidos durante estos casi 40 años de democracia y analizamos toda la película a partir del golpe de 1976, comprobamos cómo dilapidaron recursos estratégicos y enormes esfuerzos de millones de argentinos sin que les importara la deuda que contraían y de un futuro evolucionando tecnológicamente con grandes transformaciones internacionales.
Actualmente, la confrontación entre las potencias en el marco de la geopolítica anticipa un nuevo orden mundial dentro de un naciente como inevitable multilateralismo.
Debido a este nuevo escenario, vemos que no todos conciben claramente que un Proyecto Nacional se planifica y desarrolla a partir de los cambios que se van experimentando en el mundo. Para aquél, es fundamental definir una plataforma que nos permitiría lanzarnos –no a una aventura– sino a la convivencia mundial dentro de un nuevo universalismo, integrándonos y coadyuvando al equilibrio y la armonía entre humanidad y naturaleza.
El desafío de los argentinos
La toma de decisiones que tradicionalmente realiza la dirigencia que conforma los poderes del Estado hoy adolece de capacidad, visión y formación política necesarios para enfrentar el tremendo desafío de solucionar nuestra crisis e integrar con éxito un mundo en plena revolución cultural, aportando nuestras capacidades, tradiciones, valores y virtudes.
Pero esta dirigencia devenida de un modelo de gobernanza elitista, autocrático y condicionado por la lucha por el poder, descuidó el control de nuestros recursos estratégicos, resintió nuestro perfil industrial y productivo y rompió la consonancia entre crecimiento económico y desarrollo social, generando millones de desclasados y desocupados que hoy solo subsisten por debajo de la línea de la pobreza.
Al mismo tiempo que esto sucedía y frente al desquicio económico generado por errores gubernamentales, recurrieron al FMI y a otros organismos de créditos, tomando deudas y desatando riesgos inmanejables con los fondos especulativos que hoy no solo comprometen el progreso del país sino también el futuro de nuevas generaciones, que no encuentran ni atisban un horizonte de realización personal.
Es entonces que, frente a este escenario, el pueblo comienza a exteriorizar su desesperación, dando lugar a todo tipo de movilizaciones que van creciendo en magnitud y beligerancia, aunque en parte contenidos porque sus organizaciones creen tener algún margen de maniobra aún con un Estado que tiene las arcas vacías y una dirigencia mayor que vive extraviada en necias lucubraciones.
Esta crisis nacional plena de incertidumbre marca claramente que para llegar a esta grave encrucijada hubo culpables y víctimas, que se dejó una realidad oprobiosa y se puso de manifiesto que hubo dirigentes e instituciones -tanto públicas como privadas- que no obraron a la altura de las circunstancias.
De todo ello resulta que el desconcierto alcanza también a aquellos que aún cuentan con posibilidades de trabajo y producción y son afectados drásticamente por el faltante en la provisión de insumos importados que necesita gran parte de las pymes nacionales, productos que desaparecen de las góndolas y de vidrieras de distintos rubros, remarcaciones sin escrúpulos, etcétera.
Hoy, distintas vertientes de la comunidad -aunque no son de fácil cumplimiento- se reclaman acciones comprometidas con la responsabilidad social con el fin de establecer un mínimo de coincidencias básicas que nos permitan frenar la carrera de la especulación y acordar un plan político, económico y social que asegure los aportes de cada sector y el firme compromiso de enderezar el rumbo del país.
Pero en medio de este evidente caos institucional, la arrogancia de la dirigencia política parece no tener límites, al minimizar la gravedad reflejada en los tres frentes planteados, cuando el oficialismo no se muestra una sola y firme postura y, como contrapartida, la oposición se resiste a abandonar la idea de persistir en un recambio dentro de este modelo, pensando en llegar a la “normalidad” en 2023, si es que hay posibilidades de llegar.
Horas decisivas
A partir de esta realidad instalada en todos los medios, somos conscientes de que quedan pocos caminos, siendo uno de ellos el que hace mucho los argentinos abandonamos por banalidades, egoísmos individualistas o grupales, frustrando una y otra vez la posibilidad de encauzar equilibrada y armoniosamente el crecimiento económico y desarrollo social de la comunidad que nos contiene.
Por eso, este modelo democrático que institucionaliza la confrontación y no la integración se identifica con las debilidades humanas cuando se imponen sobre los méritos y virtudes, convirtiendo al hombre lobo del hombre. De esta forma dirimimos desigualdades y no virtudes, artimañas y no capacidades, lucha por poder y no por las ideas, tácticas especulativas y no certezas de una estrategia trascendente.
Ya no queda lugar para estas no tan inocentes especulaciones, ya que la extensión de los graves estigmas en toda la sociedad, producto de una ingobernabilidad ganada por la disgregación social que resintió el espíritu de la confraternidad, hace que hoy muchos argentinos intenten salvarse independientemente de sus familias, de los compañeros del trabajo, de los socios de un asociación intermedia. En definitiva al margen de la sociedad en su conjunto.
Conclusiones
1.-En este proceso identificamos a víctimas y culpables y la realidad nos muestra que la culpabilidad deriva de los representantes del pueblo cuando adquieren deudas o establecen mecanismos que siempre aprovechan los fondos especulativos, tomando al pueblo y al país como únicas víctimas de tales acciones.
2.-Reconocer que la culpabilidad también proviene de erradas políticas de Estado implementadas a partir del último golpe de Estado, en 1976. Y distintos gobiernos nos trajeron a este presente de un pueblo degradado, humillado y frustrado en sus realizaciones, a pesar de vivir en un país con todos los recursos naturales, científicos y técnicos, trabajadores, emprendedores, etcétera.
3.- Saber que Argentina tiene un futuro con dos posibilidades: ser parte activa de un universalismo nuevo o simple acólito de alguna de las potencias en pugna.
4.- Por último, no se trata solo de borrar la grieta. Debemos producir un cambio sustancial del modelo de gobernanza, en el que el pueblo sea protagonista de su propia realización.
Tomemos conciencia de que una comunidad organizada tiene toda la fuerza ética y moral que hace falta para iniciar la epopeya emancipadora que nos libere de tanta decadencia, mediante un auténtico cambio de época.
Excelente trabajo. Como todos a los que nos tiene acostumbrado su autor. En lo único que humildemente me permito disentir, es en la pretendida toma de conciencia. La sociedad argentina, aprecio, se encuentra muy lejos de ese objetivo (tomar conciencia). Por diversos motivos. Con otro sentido, se los menciona al final: la enorme mayoría de la sociedad argentina “no conoce” de ética ni de moral. No es una novedad que Argentina se identifique como un país al margen de la ley. Ley, ética, moral… se emplean para diferencia lo justo de lo injusto. Justicia. Esa es la clave. La única esperanza que nos queda a los argentinos. Felicitaciones!