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Un lenguaje ”no complicado”

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Por Carlos Palacio Laje (*) en colaboración con la abogada Emilia Ambord

En oportunidad de la Apertura del Año Judicial 2022, Horacio Rosatti, convocado para tal evento por el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba, centró su alocución en el uso del “lenguaje claro” en las resoluciones judiciales. 

El presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pudiendo haber elegido entre al menos una docena de tópicos de alto interés en la agenda judicial, optó por centrarse en uno que ya lleva muchos años en la pizarra: optimizar la comunicación del sistema judicial. 

La sola elección de este tema llama la atención. Por la talla del expositor, por la jerarquía de la audiencia que lo acompañaba y por la trascendencia del evento. El discurso encierra un llamado de atención: el lenguaje confuso en la práctica judicial continúa imperando en niveles que resultan, al menos, inconvenientes

Si bien en particular estaba dirigido a los jueces y los fiscales, y a sus resoluciones, podríamos ampliar los destinatarios a todos los operadores del sistema, en lo que respecta a sus escritos. 

De lo acentuado por Rosatti en su alocución, estimamos que al menos tres motivos pudieron haberlo llevado a adoptar ese tema. Por un lado, pese a los esfuerzos que se vienen realizando para evolucionar en el tema, el lenguaje claro y llano en la elaboración de las resoluciones judiciales sigue, en general, parcial o totalmente ausente. Por el otro, existe una necesidad de que las resoluciones sean francos medios de persuasión que colaboren en menguar la alta litigiosidad y multiplicidad de conflictos; para eso tienen que ser más que entendibles por todos, muy entendibles. 

Por último y quizás lo relevante en un aspecto macro: una comunicación “sin interferencias” contribuye a un mayor acercamiento entre el único poder no partidario y la gente que haga disminuir el alto nivel de antipatía que hoy, en general, estaría inspirando la labor judicial. 

“El no entender es uno de los presupuestos de ‘no sé lo que hace esta gente, no me expresa, no me representa, no se hace justicia”, decía el presidente de la Corte en su mensaje. 

Destacó que hay muchas causales por las cuales la comunidad cuestiona el funcionamiento judicial en nuestro país. Que hay fallas propias (“hay deficiencias propias”) e incomprensiones… E invitó a pensar cuántas de estas incomprensiones y cuántas de estas fallas propias no provienen – en alguna medidade no utilizar un lenguaje llano

También expresaba sin vueltas que se necesitan sentencias que se entiendan, con párrafos cortos, que expresen un razonamiento lógico, que den menos margen para que algunas sentencias sean tachadas de arbitrarias, como ocurre en nuestra práctica judicial cotidiana. Vale la pena recalcar que quien sostiene esa “necesidad” del Poder Judicial es nada menos que el presidente de la Corte Suprema.

En otras palabras, dando cuenta de la necesidad de sentencias “claras” se sostiene que las resoluciones judiciales, en general, siguen sin utilizar lenguaje llano, siguen sin entenderse y requieren de un traductor. Persisten los párrafos eternos y las palabras complicadas, en una comunicación que le cuesta empatizar con las formas sociales comunes, siendo justamente a quien va dirigida.

“¿Cuál es el lenguaje que debemos utilizar cuando escribimos lo que escribimos, cuándo, frente a un conflicto, le damos la razón a uno y dejamos de darle la razón a otro u a otra? Hay una preocupación creciente sobre hablar claro, debemos hablar claro en nuestras sentencias”. Es que, según. Rosatti ocurre que el derecho, además de ser una ciencia, es un instrumento de resolución de conflictos y esto hace que el círculo de atención respecto de los destinatarios de la palabra jurídica sea mucho más amplio. Porque el juez finalmente va a decir lo que está permitido y lo que está prohibido, lo que está bien y lo que está mal para la norma jurídica, no para la norma ética. “Esto nos involucra a todos, si no sabemos lo que podemos hacer, lo que debemos hacer y lo que tenemos prohibido hacer, todos… toda la comunidad… si no lo sabemos, seguramente cometeremos errores y cometeremos ilicitudes”, sostuvo Rosatti.

En definitiva, concluía el titular de la Corte que el lenguaje judicial es un lenguaje mixto, en parte natural, en parte técnico.

Advertía el orador de que el destinatario de la palabra jurídica es todo el pueblo, es toda la comunidad, no es solamente la comunidad jurídica… E insistió en que esa potencia amplificada de la palabra jurídica, este destinatario múltiple, obliga a los jueces a una reflexión muy profunda.

“Creo que deberíamos preguntarnos hasta qué punto es necesario el componente técnico en algunas de nuestras decisiones. No niego que haya un componente técnico, no niego que haya palabras que sintetizan años de conocimiento jurídico y que son para nosotros virtualmente irremplazables; lo que digo es si alguna vez o muchas veces, no recurrimos a palabras, a fórmulas, a neologismos, a latinazgos que expresan en ocasiones una falsa erudición y, en otras, un atajo frente al abandono del razonamiento lógico”, agregó.

En este sentido explicaba el presidente del más Alto Cuerpo Judicial de la Nación que una sentencia judicial debe exponer un razonamiento lógico, que sea consistente, que sea coherente, aunque la decisión no nos deje conformes; de eso se trata la fundamentación. 

Rosatti concluía que tenemos que tener un ejercicio constante, cotidiano con el lenguaje, con las formas del lenguaje, con el entendimiento del lenguaje. Dentro de las sentencias y ex sentencia, fuera de las sentencias. “De ahí la inexorable necesidad de la claridad”, añadió.

Asimismo se preguntó: “¿Cuántos de los aforismos que utilizamos son necesarios? ¿Cuántos en ocasiones encubren una falla de razonamiento? ¿En cuántas ocasiones hemos trabado una discusión jurídica y en algún momento la dimos por terminada y ‘dura lex sed lex’? Como que esto lo explicara todo, y en realidad lo que está haciendo es ‘y bueno… llegué hasta acá, lo otro ya no lo puedo explicar’, y parece que con el latinazgo puedo darle un broche de oro a mi exposición cuando en realidad lo que estoy haciendo es cubrir una carencia”.

Recordó que el juez tiene que ser primer traductor. El juez tiene que ser el que escriba “para que se entienda”. En este punto acentuó que esto no es un saber oculto en el que se va pasando la palabra de generación en generación, en un círculo cerrado para que pocos entiendan sino que el poder está en aplicar la constitución y las leyes; all está el poder de los jueces, según Rossatti, no en hablar difícil. “Hay que hablar fácil, aplicando la constitución…. Podemos entender que nuestras decisiones están referidas -en primer lugar- a los litigantes, a las partes, a quienes acudieron al tribunal de justicia porque tenían un conflicto, pero también al resto de la comunidad, porque todos, insisto, son destinatarios mediatos de nuestro mensaje. Porque aquel que no ha sido parte en una causa puede mirar o le pueden decir cómo se resolvió esa causa para saber él mismo qué es lo que está permitido, qué es lo que está prohibido y cuáles son los límites de su accionar”, recordó. 

Para el vocal de la Corte, el hecho de que el lenguaje judicial sea mixto, en parte natural y en parte técnico, genera una “diferencia fáctica” en los hechos entre quienes lo entienden  (los entrenados, los que están en la comunidad jurídica) y quienes no lo entienden o no lo entienden tanto. “Ésta es una diferencia que ocurre en todas las ciencias con el agravante -como decimos en el derecho-, de que el derecho se proyecta hacia toda la comunidad porque es un instrumento al servicio de la convivencia pacífica”, afirmó.

El discurso de Rosatti no trató un tema novedoso. Pero es altamente valorable por provenir de un miembro de la Corte. Es directo, valiente, autocrítico y constructivo.

Nos sumamos a esa línea. Pero reparando en que no sólo se trata del lenguaje. La estructura y el diseño de las resoluciones también deben ser claros y simples de tal manera que se pueda encontrar fácilmente lo que se necesita, comprender lo que se encuentra, y de esta manera se pueda utilizar esa información. 

Porque en definitiva de eso se trata, de brindar la información adecuada, pero si está cargada de tecnicismos jurídicos o de ambigüedades, esto dificultará el entendimiento, y la información se entenderá erradamente, o no se entenderá. No se trata de las palabras que se usan al redactar. El lenguaje claro es el resultado de una gestión judicial superadora, que no opera en cumplimiento (cumplo y miento) sino en modo fiel “compromiso”.

El Tribunal Superior de Justicia de Córdoba viene trabajando desde hace varios años de manera directa, redoblando esfuerzos en estos postulados. Sólo a manera de ejemplo citamos el AR N° 1581, serie “A”, que promueve a que tanto las resoluciones como las comunicaciones y las ordenes judiciales sean elaboradas con un lenguaje claro para la ciudadanía. Es decir, no claro sólo para el abogado. Invita a que se desarrollen párrafos de lectura fácil. Y cualquier otra estrategia de comunicación que complementa el proceso de notificación de las resoluciones judiciales para los grupos vulnerables previstos en las Reglas de Brasilia. Incluso el Alto Cuerpo de la provincia creó un Comité de Lenguaje Claro y Lectura Fácil Promoverá acciones orientadas a facilitar la comprensión de las decisiones judiciales por parte de la ciudadanía y de las personas vulnerables.

Por su parte, en el Centro Núñez se han llevado adelante decenas de cursos de capacitación en la temática. Así se ha logrado notables ejemplos, en todos los fueros, en los que se advierte que, al menos en Córdoba, hay una notable tendencia en revertir lo que Rossatti centró exposición.

Ahora bien, cuando hablamos de “lenguaje no complicado” hablamos de mucho más que de expresiones o palabras en resoluciones o escritos. Un lenguaje claro pretende mucho más que una resolución se comprenda sin esfuerzo.

Está claro que, en general, nos hemos formado en “lenguaje difícil” y parece que es natural que nos lleve tiempo identificar esa cultura. Pero con sólo detectarla y andar estos nuevos caminos a los que se nos invita casi a diario, se abren puertas de renovadas esperanzas. 

Aún a no pocos abogados y abogadas les cuesta entender que, en cualquier rol que se desempeñen como operadores judiciales, lo que atendemos son conflictos humanos.

Una comunicación simple, sostenida en lenguaje claro, de planteos o defensas que se realicen, y de las resoluciones que se dicten, son un signo de empatía social, que se enarbola desde un fiel espíritu republicano.


(*) Vocal de Cámara en lo Criminal y Correccional de Córdoba

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