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Un gurú del mercado que cuestiona al capitalismo

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Recuperar el pensamiento económico del peruano Hernando de Soto es un desafío en medio de un debate irresuelto en la sociedad argentina

 Por Silverio E. Escudero

Recuperar el pensamiento económico del peruano Hernando de Soto (HdS) es un desafío en medio de un debate irresuelto en la sociedad argentina que, por momentos, presume de asomarse a la realidad desde un atalaya socialista y mantiene comportamientos propios del capitalismo.
La presencia de HdS en nuestra columna permitirá incorporar herramientas, elementos heterogéneos al debate económico y político. Un debate famélico que debería facilitar la comprensión de los cambios que se proponen desde los gobiernos cuando el mundo vira hacia la derecha y se aferran, como mejor pueden, a recetas ortodoxas de los organismos multilaterales de crédito.
Este peruano controversial, que en algún momento de su trayectoria fue asesor de Alan García y Alberto Fujimori, es presidente del Instituto Libertad y Democracia (ILD), institución que ha sido considerada por el semanario The Economist como uno de los dos centros de investigación (think tank) más importantes del mundo. En tanto, la revista Time en mayo de 1999, lo eligió como uno de los cinco principales innovadores de América Latina en el número especial sobre líderes para el nuevo milenio y, durante 2004, lo consideró entre las 100 personas más influyentes del planeta.
El arequipeño es un extraño personaje entre la fauna de los economistas el mundo. Así como fue blanco de los movimientos guerrilleros latinoamericanos como Sendero Luminoso y las Farc, es celebrado como propio por el establishment y aclamado en los países pobres del mundo que encuentran en su prédica un sentido revolucionario: la carencia de derechos de propiedad formales como la fuente de pobreza en los países pobres.

HdS – nacido en 1941 en la “Ciudad Blanca”- llamó la atención desde que en 1979, tras su periplo europeo, regreso a un Perú plagado de pobreza y años de régimen militar para dedicar su vida a tiempo completo a la resolución de uno de los eternos acertijos del desarrollo: ¿Por qué algunos países son ricos y otros, pobres? HdS -cuentan sus biógrafos- sabía que los peruanos no carecían de la energía emprendedora. La ajetreada economía informal de Lima es prueba de ello. Del campo a los suburbios de la ciudad, la propiedad era gobernada por un sistema de derechos de propiedad reconocido y desarrollado informalmente. Así lo explicó en su libro El otro sendero, escrito en 1986, porque a estos propietarios de facto se les cerraba las puertas a la economía formal -y ésa era la raíz del problema-. “Tienen casas pero no títulos, cosechas pero no certificados de propiedad, negocios pero no escrituras de constitución”.
Preguntado alguna vez sobre cuáles son los obstáculos que enfrenta América Latina para prosperar y por qué cuesta tanto el tan ansiado despegue económico, enseñó: “Porque todavía no nos hemos dado cuenta de la raíz de la prosperidad. La raíz de la prosperidad -como lo dijo hace más de 200 años Adam Smith, y luego lo confirmó Marx- es la división del trabajo.
Es decir, la especialización de una gran masa de gente que trabaja para hacer que sus activos produzcan una plusvalía. Lo que ocurre es que todavía no hemos podido involucrar a la mayor parte de esa población en ese esquema. En otras palabras, la prosperidad no viene del dinero, sino de la gente especializándose e intercambiando cosas que necesitan los demás.
Y lo que ocurre en los países andinos, por ejemplo, es que la mayor parte de la población sobrevive en el sector informal y no participa del gran esquema de la división del trabajo. Las economías de mercado fallan puesto que las leyes funcionan a favor de minorías, y las mayorías están al margen de todos los vínculos que permiten el crédito y la inversión”.
La repregunta resultaba imprescindible. ¿Entonces, estas mayorías sobreviven en una economía negra, al margen del sistema legal?: “Así es, pero eso no es el resultado del problema, sino la causa. Porque tanto Europa como Estados Unidos y Japón, que integraron a las economías informales, lograron la prosperidad.

La solución para estos problemas no es qué hacemos para los más pobres y cómo les damos más recursos, sino cómo hacemos para que los pobres puedan funcionar en el sistema económico y participar de él (…)”
“La verdad es que hay que hacer varias cosas. Una de las estrategias para introducirlos es hacer que sus activos puedan entrar al mercado. Mercados ha habido siempre: cuando Jesucristo echó a los mercaderes del templo era porque lo habían convertido en un mercado. La diferencia entre los mercados de hace dos mil años y los actuales es que estos últimos son esencialmente mercados de derechos de propiedad.
Si usted va a la Bolsa de Valores de Buenos Aires o al Chicago Commodities Exchange, no intercambia chanchitos o vaquitas, sino títulos de propiedad sobre todos ellos. No hay otra forma de leerlos que no sea en títulos de propiedad, llámense éstos acciones, bonos o hipotecas.
Lo que ocurre en nuestros países es que la mayor parte de la gente que hoy en día ha acumulado una gran cantidad de la propiedad en activos, no los tienen representados en forma tal que puedan entrar en un mercado moderno. Eso es lo que nosotros llamamos sector informal y, aunque parezca un viejo tema, ése es el sector que prima en toda América Latina, en Europa oriental, en Asia y en África.”
Nuestro personaje es uno de los críticos más acerbos del empresariado. Sostiene que el problema que existe con ellos es su doble medida y su indiferencia a los problemas del resto de la sociedad. Afirma que no les gusta la política y niegan su participación activa, pero “todos están metidos en política.
Hace muchos años, cuando tenía el dinero que ya no tengo, hicimos unas estadísticas sobre cuántos empresarios viven en Lima y cuántos en provincia. Noventa por ciento de ellos está en Lima, pese a que su compañía está en el interior del país. (…) Esto quiere decir que es más interesante para ellos estar al lado de donde se dictan las normas en lugar de estar al costado de su fábrica. Eso es pésimo para el país.”
Retornando a su idea de combatir la pobreza a partir de la legalización de los derechos de propiedad, cree que el capitalismo es una máquina de expulsar a quienes pretenden integrarse a la sociedad productiva: “Una economía de mercado no es nada más que un sistema de reglas de juego.
Entonces, si esas reglas de juego no involucran a todo el mundo porque están en una economía informal, no funciona la economía de mercado. Los países que han logrado este cambio son solamente los países de Europa occidental, Estados Unidos y Canadá en América del Norte; Japón y sus dos ex colonias, Corea del Sur y Taiwan, y unos puertos enclave como Singapur y Hong Kong.

Estamos hablando de 25 países de un total de 190. Esta falla hoy en día involucra no solamente a los países del Tercer Mundo, sino a la mayor parte de los países ex comunistas. Por ejemplo, China comenzó a liberalizar parte de la economía y ya casi la mitad de Pekín, la capital, es informal (…) La prueba de ello es que cuando esta gente emigra a las ciudades o los países desarrollados lo hace porque evidentemente quiere integrarse.
Nosotros hemos hecho unos cálculos de cuán grande es esta economía extralegal. En estos momentos estamos trabajando para la Presidencia de Egipto y hemos hecho una evaluación de su sector informal, y resulta que solamente en viviendas y tierras los pobres de Egipto tienen aproximadamente 240.000 millones de dólares.
Estas tierras no pueden ser objeto de hipotecas, garantías, compras o ventas. Todo eso es capital muerto.”

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