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Un brillante y olvidado embajador

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Miguel Ángel Cárcano, letrado de exquisita cultura y diplomático consumado. Su buen y atinado criterio nos libró de varios papelones internacionales.

Por Luis R. Carranza Torres

Es injusto nuestro olvido de Miguel Ángel Cárcano. Fue un estudioso de las cuestiones jurídicas, un cultor de las letras y el mejor de los negociadores en un país que, por lo general, ha carecido de ellos.

Nació en Córdoba el 18 de julio de 1889, recibiéndose de abogado en nuestra Universidad Nacional. Ganó en 1913 el primer lugar del Premio Nacional de Letras. Cinco años después, en 1917, publicó su obra Evolución histórica del régimen de la tierra pública. En ella analizaba, a la luz del derecho agrario, los problemas del campo argentino.

Diputado nacional por Córdoba en la tercera década del siglo XX, tomó parte de varios asuntos de política exterior, en particular con Inglaterra. A la par de las cuestiones internacionales, en el Congreso intervino activamente en materia de leyes para el campo, como, por ejemplo, impulsando ley sobre crédito agrario. También fue, aunque por corto tiempo, Ministro de Agricultura de la Nación.

A nadie sorprendió su nombramiento como Embajador en Inglaterra. Era una de las personas más versadas en esa tarea nada fácil de relacionarse con los británicos.

Desempeñando dicho cargo, ocurrió el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando, en julio de 1940, empezaron los bombardeos alemanes sobre Londres, muchas de las embajadas se trasladaron a la campiña. Entre ellas, la de Estados Unidos, encabezada por Joseph «Joe» Patrick Kennedy, a la sazón simpatizante del Eje. Un día, el rey Jorge VI le preguntó por qué había permanecido en una ciudad que era bombardeada a diario.

Miguel Ángel le explicó que, como embajador ante la Corte de Saint James (designación de los embajadores en Inglaterra por ese tiempo), debía estar donde el soberano que la presidía. Por lo que: “Mientras Su Majestad estuviera en Londres, el embajador argentino y su familia permanecería allí”.

El monarca quedó tan encantado con la respuesta que en adelante cualquier desperfecto que el edificio de nuestra embajada sufría por los bombardeos era reparado de inmediato por el gobierno inglés, sin mediar pedido ni exigencia posterior de pago de lo gastado.

Otra prueba de su pulso diplomática fue cuando Estados Unidos decidió, a fines de 1943, aplicar sanciones a la economía argentina por sus simpatías con el Eje. Roosevelt fue advertido de que no esperara, para eso, la cooperación de Gran Bretaña. Es que tanto Winston Churchill como su canciller Anthony Eden eran relaciones cercanas de Cárcano.

No era fácil lograr eso, representando un país que cada vez parecía más alineado con el Eje. Una parte no menor de su éxito, lo era por las relaciones conseguidas familiarmente. En particular, por sus hijas.

Ana Inés Cárcano, apodada “Chiquita” por ser la menor de las hijas de Miguel Ángel, era considerada una de las jóvenes más bellas del Londres de la época. “Lovely argentinian”, fue la definición de la revista británica Fortnightly Magazine, que incluyó una foto suya más grande que cuando publicaba las propias de la familia real.

En pleno conflicto se casó el 5 de octubre de 1944 con Sir John Jacob «Jakie» Astor VII en la iglesia St Mary’s de Londres. Su esposo era mayor del regimiento de los Life Guards, una de las unidades de caballería de la Guardia Real, pero también había integrado las primeras unidades de fuerzas especiales inglesas, sirviendo en el Special Air Service, más conocido como SAS. Con ellos había estado en la primera línea de varios combates, incluyendo el frustrado ataque comando a Dieppe en 1942. Por sus acciones en la guerra, recibiría la Orden del Imperio Británico, pero fue más condecorado por Francia que por su propio país.

El gobierno en el exilio de Charles De Gaulle le concedería tanto la Légion d’Honneur como la Croix de Guerre.

Tendrían tres hijos: Michael, Stella Inés y John William. Pero, para “Chiquita”, ni los alemanes ni la guerra eran el peor de los enemigos de su felicidad matrimonial. Su suegra, la vizcondesa de Astor, era nada menos que Nancy Witcher Langhorne, la primera mujer en integrar la Cámara de los Comunes. Mandona, intolerante y de carácter terrible, ha pasado a la historia por interrumpir a Winston Churchill en uno de sus discursos, diciéndole que “Si fuera su esposa, sir Winston, le pondría una dosis de cianuro en el desayuno”. A lo cual el viejo león de la política y las letras británicas le contestó: “Si yo fuera su marido, lady Nancy, tomaría con mucho gusto ese cianuro”.

Una de los mayores disgustos de su vida, fue que su hijo «Jakie» se desposara con una católica practicante como era Ana Inés Cárcano. Pero el matrimonio sobrevivió a todos sus intentos por hundirlo.

Su hermana mayor, Stella “Baby” Cárcano, tras despachar a un alicaído y veinteañero John F. Kennedy, contrajo enlace en Londres el 10 de enero de 1946 con William Humble David Ward, 4º conde de Dudley. Tal enlace le acarreó el título de vizcondesa de Ednam.

Pero el mayor servicio de Miguel Ángel a la Nación Argentina estaba por venir. Sería apenas culminada la Segunda Guerra Mundial. Pero esa es otra historia, que dejamos para más adelante.

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