viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Trump, ¿su despedida y un destino americano pendiente?

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Joe Biden, el candidato triunfante en los comicios más latinoamericanos de la historia de Estados Unidos, aguarda que no concluya en tragedia la prolongada comedia de enredos que protagoniza Donald Trump.

Es que la campaña, el acto electoral y el escrutinio estadounidenses sucedieron en un clima enrarecido que enmaraña el futuro de la, hasta ahora, primera potencia mundial,  que ha destrozado la economía global como consecuencia de las guerras comerciales que emprendió la Casa Blanca.

El temor no es infundado. Se cuentan por miles los actos y mitines en los cuales organizaciones paramilitares y parapoliciales denuncian al Partido Demócrata como agente del comunismo internacional (N. de la R.: véase Movimiento QAnon o Q). 

Esos grupos, amantes de todo tipo de teorías conspirativas, acusan a los votantes demócratas de acólitos de una organización maléfica que celebra sus sesiones ultrasecretas en los sótanos de una ignota pizzería. 

Es allí y no en otro lado donde se establecen los modos para destruir “el modo occidental y cristiano del pueblo americano, elegido por Dios como asiento de la Nueva Sion”, según leemos en un antiguo discurso de John Wayne, pronunciado ante los Rangers de Texas en ocasión de su renunciamiento a ser candidato presidencial por el Partido Republicano, en 1968.

Las alertas están sonando en todos los tableros de mando. Europa, América Latina, Asia. África y Oceanía miran preocupados el devenir de los acontecimientos. Valoran las opiniones de expertos militares. No sólo sobre las hipótesis de conflicto de la Sala Oval sino de los movimientos armados de origen civil que en Estados Unidos proliferan. 

Los especialistas se muestran pesimistas. Temen estallidos de violencia en una sociedad desgarrada que pare cada día nuevos grupos armados, fenómeno que se potenció después de la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca.

Esos sectores casi marginales de la sociedad democrática tomaron hace unos días las calles del centro de Washington para protestar contra ese “fraude electoral”, negado por los organismos independientes, las agencias de seguridad y los tribunales donde se ha impugnado el resultado. 

La marcha sirvió para constatar que Trump no ha perdido la devoción de su electorado, aunque quedó muy lejos de ser la clase de demostración de fuerza que podría prolongar el suspenso. El ocaso de su presidencia está escrito. 

Sólo falta saber si abandonará la Casa Blanca por voluntad propia o disfrutará de las “comodidades” de un camión de transporte de convictos.

Los organizadores de la marcha están desolados. Soñaron con movilizar más de dos millones de personas. Todos potenciales contribuyentes para sostener la ofensiva judicial, pero la realidad golpeó con dureza. El saco de las ofrendas apareció flaco, demasiado flaco. Muy lejos de los cien millones de dólares soñados.

El autor del potencial libro que reuniría las apostillas de estos comicios está de parabienes. Cada día le depara nuevos episodios. Sabe, sin embargo, que no concluirá de escribirse el 14 de diciembre, fecha en que debe ser proclamado oficialmente el nuevo presidente.

Un concierto coral de pastores republicanos, brujos, magos, hechiceros y nigromantes ha coincidido en clamar a los dioses venganza. “Pasarán semanas o meses, pero vamos a seguir defendiendo a nuestro presidente”, dijo desde un pequeño escenario el consejero espiritual presidencial al bendecir un té benéfico que adquirió un enorme voltaje político. 

“Señor, ayúdanos a exponer el fraude. Las fuerzas de la oscuridad han descendido sobre nosotros”, añadió tras describir a Trump como el “guardaespaldas de la civilización occidental”.  

Algunos interrogantes aparecen en el horizonte de la reflexión de los analistas políticos norteamericanos. Se refieren a la relación de Trump con el Partido Republicano. ¿Los setenta millones de votos obtenidos habilitarán al presidente saliente a tomar por asalto el Grand Old Party? ¿Usará para ello las más de 700 organizaciones civiles militarizadas que le han expresado su adhesión?

Otros, en cambio, adhieren a la hipótesis de que nacerá un gran movimiento de carácter populista que pretenderá derramarse en todo el continente. Corriente que reuniría en masa a los exiliados cubanos, nicaragüenses y venezolanos residentes en Florida. A partidos políticos de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Belice, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Bolivia, Brasil, Chile y Argentina, entre otros.

La adhesión a “Nueva Fuerza” exige una visión crítica del sistema democrático y del régimen presidencialista con una virtual desaparición del Poder Legislativo y la sumisión de la justicia a la “voluntad política del líder”.

Las insinuaciones de fraude electoral que lanzó Trump perdurarán en el tiempo. Córdoba tiene experiencia en denuncias jamás probadas. Sirven para abonar tradiciones antigubernamentales y escasamente republicanas o demócratas.

Estados Unidos ha retrocedido en su estándar democrático. Las dudas sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama fueron una especie de pistoletazo para iniciar esta carrera hacia la locura que culminó con el intento de secuestrar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y acabar con la vida de su homólogo de Virginia, Ralph Northam.

Es importante, a esta altura de nuestro relato, recordar que está vigente la “Insurrection Act”, que condena cualquier acción destinada a quebrar el Estado. El trumpismo está decidido a desafiarla. Son demasiados los que piensan que el gobierno demócrata se derrumbaría y que tienen que estar listos para tomar el control de las áreas locales cuando el Estado eclosione. Dicen ser la “reserva moral” de la nación.

Muchas veces hemos leído esa hipótesis en diversos y tediosos “papers” que no resisten el menor análisis. No significa que, por esa razón, dejemos de estar alertas frente a tensiones significativas y fisuras en la unidad política de Estados Unidos, que han llegado a un punto crítico debido a las elecciones. 

Hay escenarios -que presentan comentaristas aparentemente responsables- de un posible golpe militar, Estados que amenazan separarse de EEUU o partes del país que no aceptarán el resultado de las elecciones. 

Se necesita una dosis relativamente pequeña de violencia para convertir cualquier manifestación masiva en un ejercicio prerrevolucionario. Hecho que es mucho más probable de lo que ha sido en el pasado. 

Una revolución no es lo mismo que un acto de insurgencia. “Una revolución no suele estar planificada. Es una manifestación popular que llega inesperadamente”, reflexiona el brasileño Carlos Marighella, en uno de sus múltiples manifiestos llamando a resistir a la dictadura brasileña. Cuestión que las milicias trumpistas están listas para acometer.

Ésa es la razón por la que “los chicos malos” salen a buscar dólares donde éstos se encuentren. ¿Ésa será la razón por la que los índices delictivos han crecido en el Medio Oeste cristiano y conservador? Donald, en tanto, tras su paso por su nuevo colorista capilar, ordenó a las fuerzas armadas retirarse de Afganistán. Un auténtico palo en la rueda para el gobierno pendiente de Biden. 

¿Habrá más sorpresas unilaterales de aquí al 20 de enero de 2021? Nadie lo sabe a ciencia cierta…

Comentarios 4

  1. Excelente analisis…marca una realidad que asusta, teniendo en cuenta que se trata de el pais mas poderoso del mundo…queda al descubierto y afirma las ideas gorilistas de varias fracciones politicas de derecha que actuan desde las sombras…Trump es el lider por ahora de ese peligroso movimiento…uno de los tantos locos millonarios acustumbrados a las trampas y no aceptan perder !!..
    Cualquier similitud con Argentina, es pura coincidencia !!…

  2. Rolando velazquez says:

    Es un loco yo lo saco porque lo saco y se acava la insertidumbre

  3. Lilian says:

    No son siete los pecados capitales, son ocho, el odio.
    Los Astralopitecus no fueron exterminados,la política inmoral los revivió…retroceso ó revolución de Lucy ?

  4. Ricardo G. Espeja says:

    Muy buen análisis.

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