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Sumar a la juventud contra la violencia de género

Por Marcelo Altamirano* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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“La violencia de genero contra la mujer es toda conducta, acción u omisión que de manera directa o indirecta basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como también su seguridad personal». Esta definición alcanza a aquellas conductas «perpetradas desde el Estado o por sus agentes».

Ha pasado más de un mes desde el homicidio de Paola y el intento de igual conducta hacia su hija Martina, ambas arrojadas en una alcantarilla.

En violencia de género todo lo que hacemos parece que nunca alcanza, sentimiento de frustración que aparece cuando un violento logra su objetivo. En Córdoba contamos con dos fiscalías especializadas en violencia, una fiscalía de delitos sexuales, juzgados de Violencia, la Oficina de la Mujer, la Oficia de Derechos Humanos, el Centro de Asistencia de la Víctima, el Consejo Provincial de la Mujer, la Casa de la Mujer, unidades judiciales especializadas, la Secretaría de Violencia Familiar, el botón antipático, entre otros programas. Afirmo sin temor a equivocarme que la inmensa mayoría de los operadores hacemos el esfuerzo. Pero, en violencia de género, toda la energía que se despliega parece poca, cuando la realidad nos enfrenta con hechos como el de Paola, o como el que le costó la vida a la médica Liz Oyola en Cosquín. Un medio local se preguntaba desde cuándo se puede detectar a un violento. Intento de respuesta: trabajemos en las etapas prejuveniles y juveniles.

Es una obligación cívica, ética y legal prevenir, concientizar, sancionar la violencia de género.

Y casualmente estamos trabajando multidisciplinariamente desde las etapas prejuvenil y juvenil (adolescencia). Frecuentemente, las cuestiones de niñez y adolescencia son abordadas de manera homogénea, invisibilizando las diferencias de género. Los indicadores de género han sido estatuidos para la realidad de las mujeres adultas. No obstante, la discriminación de género está presente y de manera específica en cada etapa: primera infancia, infancia, adolescencia, adultez, tercera edad. Por tanto, es altamente pertinente combinar de manera sistemática el análisis del ciclo de vida con las cuestiones de género.

En el caso particular de la infancia, es preciso entender que la condición de las niñas está íntimamente ligada a la de las mujeres adultas. Es el contexto de la discriminación de género, la desvaloración del trabajo doméstico, la vulnerabilidad del cuerpo femenino, la maternidad como destino, y la falta de poder político.

Las formas de violencia son las más conocidas. Violencia física: empujones, puntapiés, bofetadas, puñetazos, mordeduras. Violencia emocional; insultos, gritos, amenazas, castigos, sometimiento, chantajes. Violencia sexual: las adolescentes son muy vulnerables a sufrir esta violencia, hecho que es reiterativo y con causas variadas. Las diferencias culturales, sociales, económicas, políticas y religiosas generan prolongados debates en querer que la mujer adolescente adopte las convicciones del hombre.

El machismo juvenil que llevó a la existencia de violencia de género en la adolescencia, pocas posibilidades hay de que vaya a cambiar espontáneamente, ya que esa violencia es una construcción social y debe ser reconstruida con su contracara, la paz. La violencia en las etapas juveniles se efectiviza muy camuflada; comienza con tensión, pasa luego a la agresión y recomienza con el perdón reconciliatorio. La explicación suele ser: “que todo lo puede”, “lo hizo sin querer”, “es su carácter”, “ya va a cambiar porque me ama”, “es mi amigo”, “mi compañero de deporte”, dependiendo del ámbito.

Sólo hay que fijarse en las afirmaciones de adolescentes que creen que decir a alguien que no vale nada o controlar todo lo que hace no es maltrato, tampoco si se insulta o si se tienen celos. Es parte del amor, dicen, se desligan de la asimetría de poder y del abuso.

El machismo como abuso de poder en las etapas tempranas de la vida lleva al adolescente a pretender un control total de su entorno, inspeccionar sus actividades, la escuela, su ámbito social de relación con mujeres en la etapa juvenil, siendo una herramienta habitual el chantaje. Todo genera consecuencias dañinas hacia la adolescente víctima de la violencia, la que por cuestiones equivocadas culturales la sociedad nos hace creer que debe soportar ese trato.

Entre ellos, fluye
Si tenemos las herramientas y la voluntad ¿en qué aspecto podríamos reforzar nuestra obligación de prevenir, concientizar, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, en este caso referida a las etapas prejuveniles juveniles? Creo que la familia, dando el ejemplo del buen trato y los propios protagonistas, los jóvenes, son los que deben ser enrolados en este camino. Hace 22 años nació en Jesús María la Fundación Adolescentes contra el Sida (ACES). Su esquema de trabajo es capacitar a los jóvenes para que sean ellos los mensajeros de la concientización, porque entre pares el discurso fluye sin filtros.

Y si intentamos imitar ese método y que los mensajeros de la no violencia sean los propios adolescentes, en ese camino habrá que capacitarlos en prevenir la violencia de género en la población adolescente y juvenil; concienciar a la población juvenil de la relación entre roles sexistas y violencias de género; contribuir a romper los estereotipos sexistas; cuestionar los conceptos tradicionales de masculinidad y femineidad. Potenciar una actitud creativa que fomente la construcción de roles de género alternativos a los que generan violencia. Crear un espacio grupal para que los jóvenes intercambien experiencias relacionadas con las relaciones afectivas. Presentar información real acerca de las relaciones en la adolescencia.

Proporcionar herramientas para la resolución de conflictos de género. Fomentar la detección del problema de la violencia en sus fases iniciales por parte de los participantes. Proporcionar información sobre recursos para tratar la problemática de la violencia de género. Esto a modo de ejemplo; podrían sumarse muchas propuestas más.

Confiemos en los jóvenes. Su cooperación es un instrumento de calidad altamente efectivo y los debemos acompañar como padres, maestros, amigos, familiares en este rol difícil de reconstruir la paz y el buen trato entre pares adolescentes, camino dificultoso pero no imposible. Aquí vale tanto el mensaje (las paz) como el mensajero (los propios jóvenes). “…La juventud debe ejercitar los derechos que ha de realizar y enseñar después…” José Martí (poeta cubano).

*Fiscal Cámara- Docente PUAM UNC-
Director Taller Violencia de Genero de
Adolescentes Consejo Provincial de la Mujer

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