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Soplan vientos de cambio: mediación y perspectiva de género

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Por Mónica Cornaglia* y Carla Peretti**

El precongreso Mundial de Mediación desarrollado en Córdoba en septiembre pasado inició muchas líneas de reflexión y trabajo que, como mediadoras y abogadas, hemos comenzado a encarar. Entre ellas, hay una que nos interesa retomar en este artículo y es la necesidad de incorporar la perspectiva de género en la labor cotidiana de los mediadores.
Presentaremos una situación concreta que ilustra con claridad lo que queremos referir. Sucedió en la práctica de un role play, cuando una de las disertantes –Violeta Maltos Rodríguez, de México-, al analizar el caso dijo: “Lo primero que hago en el proceso de mediación es ponerme los anteojos violetas para analizar si en la mesa están en juego algunos de los criterios de perspectiva de género. Para comenzar a equilibrar desde allí.” Ahí comenzaron los disparadores: ¿Qué quiere decir? ¿Cómo advertimos que están presentes en la mesa esos criterios? Y si los advertimos, ¿cómo intervenimos?
En definitiva, aparece la necesidad de emprender esta tarea con seriedad, de capacitarnos para incorporar estos marcos al análisis del conflicto. Necesidad que se profundizó en el Congreso Mundial de Mediación realizado en Buenos Aires, que entre sus propuestas tuvo un Foro de Perspectiva de Género en Mediación del que participamos.
Luego, y a partir de otros espacios del congreso, pudimos notar que estas inquietudes, dudas e interrogantes eran generalizados y compartidos por mediadores participantes.

En conversaciones entre colegas pudimos escuchar opiniones tales como: “En un conflicto siempre hay desbalance de poder, independientemente de dónde venga: diferencia cultural, poder económico, nivel de instrucción; y hace al rol del mediador y a su praxis equilibrar la mesa”. “Me parece demasiado”, “Me parece que es un tema que pone a todos los varones en la misma bolsa, cuando no es así”, “No estoy de acuerdo, no lo veo necesario…”. La relevancia adquirida por este planteo puede explicarse por el momento histórico que atravesamos.
Estamos repensando, intentando desmontar y redefiniendo los lugares que tradicionalmente las mujeres ocupamos en las sociedades contemporáneas. Creemos que el desafío está sentado para nuestra disciplina. Ya no podemos mirar hacia otro lado: resulta urgente incorporar de manera explícita la perspectiva de género a nuestro trabajo como mediadores.
La complejidad del tema y las aristas que comprende exceden el propósito de esta nota; sólo plantearemos de manera simplificada algunas líneas fundamentales de lo que implica mediar con perspectiva de género: reconocer que el orden sexual en el que vivimos es el producto de una construcción social y cultural.
Hoy es de esta manera, pero podría ser de otra. De hecho, la regulación de la sexualidad es muy diferente en otras culturas. Tan socialmente construido es que el orden heteronormativo y patriarcal está siendo disputado por movimientos feministas y por la diversidad sexual que buscan democratizarlo.
Este orden atribuyó históricamente características, asignado roles y reservado espacios diferentes a hombres y a mujeres, desde los que se han construido expectativas y estereotipos para cada uno de los géneros. Mientras ser una buena mujer tiene que ver con ser buena madre, buena esposa, permanecer en casa y ser tranquila, ser buen varón se vincula a trabajar afuera, ganar dinero, ser exitoso y tener vínculos sociales fuertes.
La constante en esa diferencia entre varones y mujeres es que los primeros ocuparon siempre la posición dominante y de privilegio de la relación: lo productivo vs. lo reproductivo, lo público vs. lo doméstico, lo inteligente vs. lo emocional, lo racional vs. lo irracional.
Así, se han tejido y tejen relaciones asimétricas y de sometimiento entre varones y mujeres que se expanden por todos los ámbitos de la vida social y que hoy, por su arraigo, tienen carácter estructural.
Más allá de lo simplificado de esta explicación, sirve para refinar el desafío: revisar estas construcciones sociales, repensarlas y desarmarlas para re-armarlas más democráticamente. En nuestro caso en la mesa de mediación, donde podríamos empezar por preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa la mujer en esta relación? ¿Hubo o hay un ejercicio de poder y de dominación sobre ella por el solo hecho de ser mujer? ¿Estamos frente a una desigualdad originada en el género?

Creemos que esto es fundamental para el mediador en su praxis, para lograr el equilibrio entre las partes y para la construcción del rol “imparcial”.
Debemos ser conscientes de que como miembros de la sociedad estamos atravesados por ciertos estereotipos que debemos explicitar para luego deconstruir. El desafío que planteamos implicará mucho esfuerzo, trabajo y sobre todo capacitación en cuestiones de género
El paso está dado en el ámbito social y disciplinar y, afortunadamente, no será posible volver atrás.

* Abogada y mediadora ** Abogada

Comentarios 1

  1. Ignacio Peretti says:

    Excelente artículo, llevando el cambio que hace falta en la sociedad a todos los ámbitos! No va a ser fácil, pero como dicen no hay vuelta atrás. Adelante!

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