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Sesenta años de Argelia independiente, la potencia gasífera

1962. Después de siete años de guerra, el FLN y Francia firmaron los acuerdos de Evian.
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Por Julieta Chinchilla *

El pasado martes 5 de julio Argelia cumplió 60 años de la declaración de su independencia, alcanzada tras 132 años de colonización francesa y una de las guerras de liberación nacional más emblemáticas de lo que en su momento fue conocido como Tercer Mundo.

En marzo de 1962, después de siete años de guerra, el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino y el Estado francés firmaron los acuerdos de Evian, en los que establecieron los pasos para acordar la independencia.

El FLN logró mantener la integridad territorial al impedir que Francia retuviera la región del Sahara, donde previamente se habían encontrado riquísimas reservas hidrocarburíferas y  la república colonial había comenzado a hacer sus primeros ensayos atómicos.

El 1 de julio de 1962 se realizó el plebiscito en el que 99% de la población votó por la independencia de Argelia. Pero la fecha elegida por el FLN fue el 5 de julio, para hacerla coincidir con el aniversario de la ocupación francesa de Argel, en el siglo anterior.

Meca de revolucionarios, por las calles de Argel desfilaron movimientos de liberación nacional de todas partes del mundo, fuera para entrenarse, como el caso de Nelson Mandela y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), o para reunirse en conferencias emblemáticas de este período, como el primer Festival Cultural Panafricano de 1969 o el encuentro del cine del Tercer Mundo en 1973.

Para inicios de la década de 1980 era palpable la crisis política, social y económica de Argelia. En 1990, la incapacidad del gobierno para dar respuestas a las nuevas demandas tomó la forma de una guerra civil, que duraría una década.

A inicios del nuevo milenio, el país norteafricano alcanzaría la paz a partir de una política de reconciliación basada en el olvido y cierta estabilidad.

Con 60 años de vida independiente, en Argelia sólo quedan algunos indicios de su pasado revolucionario.

Esta situación no es un hecho menor para el espacio regional compartido entre África y Medio Oriente: en ambas regiones queda poco o nada del espíritu transformador que supo nutrir al movimiento de solidaridad afro-asiática iniciado en 1955 en Bandung, Indonesia.

Además de la educación y la salud pública, en Argelia existen tres elementos que permanecen casi intactos desde los días de la independencia: la política de neutralidad (que convirtió al país en uno de los protagonistas del Movimiento No Alineado); la empresa estatal de gas y petróleo Sonatrach, fundada en 1963; y la defensa incondicional del derecho a la autodeterminación tanto del pueblo palestino como del saharaui en el Sahara Occidental, este último colonizado por España primero y ocupado luego por el reino de Marruecos (desde 1975).

Estos tres puntos sobrevivientes de la Argelia revolucionaria recobran hoy nuevo protagonismo. En primer lugar, la política de neutralidad le permitió a Argelia haber recibido este año, en un plazo menor de dos meses, al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y al canciller ruso, Serguei Lavrov. Las razones: la guerra en Ucrania y la riqueza gasífera argelina.

Ante el intento de presionar al país norteafricano por cerrar posiciones, Argelia parece haber logrado -una vez más- mantener equilibrios imposibles para otros países de la región.

En las últimas semanas se viene discutiendo cómo ampliar la capacidad de producción de gas y la construcción de nuevos gasoductos que puedan abastecer más países europeos. Todo esto sin perder su alianza estratégica y militar con Rusia.

Por otro lado, casi al mismo tiempo que Rusia avanzaba sobre Ucrania, España decidió cambiar su posición histórica sobre el Sahara occidental y apoyar el proyecto de autonomía que mantiene el reino de Marruecos sobre ese territorio.

Aquél contradice lo dispuesto por el Comité de Descolonización de la ONU, que desde 1991 impulsa la realización de un plebiscito de autodeterminación entre la población saharaui, y además es fuertemente resistido por el Frente Polisario y por el Gobierno de Argelia.

En respuesta a la nueva posición española, Argelia suspendió el tratado de amistad que mantenía con Madrid desde 2002 y congeló de facto todas las operaciones financieras que faciliten el comercio de productos españoles a Argel.

En cuanto a los tratados gasíferos -Argelia es el principal proveedor de gas de España-, el Gobierno argelino planteó que, al ser tratados de larga duración, éstos se mantendrían hasta su conclusión según lo estipulado. Sin embargo, circulan cada vez más versiones que anticipan un reactualización de los precios del gas estipulados en esos tratados, para adecuarse a los aumentos que sufrió en los últimos meses ese insumo energético, a raíz de las sanciones impuestas contra Rusia.

Por otro lado, el Ejecutivo argelino ha estado impulsando reuniones con el objeto de celebrar nuevos convenios con otros países europeos (como Francia y Alemania) ante la evidencia de que la Unión Europea debe buscar reemplazos para el gas ruso antes de la llegada del invierno europeo.

Habrá que esperar para saber si el Gobierno español podrá soportar las presiones que Argelia parece dispuesta a ejercer en defensa del pueblo saharaui, aprovechando en su favor la crisis energética europea desatada por la guerra en Ucrania.

Mientras tanto, en el territorio argelino se preparan celebraciones por este 60º aniversario.

En un contexto en el que las movilizaciones que se desataron en 2019 -conocidas como Hirak- parecen haber entrado en una impasse por la pandemia, y después de unas elecciones que fueron masivamente boicoteadas, la población de Argelia sigue disputando sentidos a partir de los valores impulsados en su guerra de liberación nacional y durante los primeros años de independencia.

Acaso una de las particularidades del país sea que -a diferencia de otras naciones de África y Medio Oriente- la sociedad no sólo no reniega de su programa fundacional sino que además considera que ese ideario fue abandonado.

Por esa razón, por la legitimidad que conservan los ideales de hace 60 años y pese a las grandes transformaciones que vivió el país en las últimas décadas, en Argelia es difícil hacer a un lado ciertos principios, como la defensa de la autodeterminación de los pueblos y de los recursos naturales, como también el mantenimiento de una política exterior independiente.


(*) Docente universitaria e investigadora en Historia (UBA)

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