Sin dudas la pandemia del COVID-19 nos ha tomado por sorpresa, generando la necesidad de rediseñar una nueva forma de trabajo. Ya lo decía Charles Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.
La sociedad hoy no es la misma, como así tampoco lo es en el ámbito del derecho el vínculo abogado-cliente, o el desarrollo de los procesos judiciales. La empatía con la realidad del cliente y de las industrias en sí, es clave para entender sus comportamientos y actitudes como resultado de la crisis. Los clientes quieren una atención personalizada y que el resultado del trabajo encomendado sea el mejor y la entrega del mismo sea ágil y eficiente. Para poder ofrecer esa flexibilidad extrema, tenemos que familiarizarnos con la tecnología, que va mucho más allá de tener acceso a internet y/o dispositivos móviles. Se trata de manejar la información y de interconectarse con cada proceso del negocio que intenta realizar el cliente y/o cuestión de conflicto a resolver para que todos los datos que se generen sean almacenados, procesados y analizados, arrojando soluciones que sirvan para una mejor toma de decisiones de negocio o para definir una estrategia de cara a la defensa y/o resolución de un conflicto. En definitiva la tecnología no es más que una “commodity’’, un simple instrumento para alcanzar un fin.
El desafío en este contexto es trabajar creativamente en redefinir los objetivos relacionados con la transformación digital para una gestión de trabajo adecuada, como así también repensar un nuevo modelo de liderazgo que sea flexible, es decir un liderazgo que sea capaz de revisar los recursos personales, interpersonales y organizacionales para efectuar cambios de cara a superar obstáculos y/o simplemente auto direccionarse para definir la mejor acción y/o acciones para llevar a cabo el trabajo y generar mejores resultados.
El modelo de liderazgo flexible implica tener capacidad para adaptarse, innovar en cada situación de crisis para no ver la adversidad como una amenaza, sino como un desafío, una nueva oportunidad para hacer las cosas diferente. En el liderazgo flexible, las personas son realistas no catastróficas, es decir ven la realidad de forma objetiva sin focalizar en los aspectos negativos; son optimistas, conscientes de que las crisis son transitorias, enfrentando lo que ocurre y aceptándolo; entienden que toda crisis es sinónimo de cambios y partiendo de esa premisa generan nuevas acciones para hacer cosas diferentes, poniendo foco en los cambios como una nueva forma de que las cosas sucedan en un nuevo contexto, dando apoyo a los otros y teniendo apertura para recibirlo también.
Asimismo, el éxito para lograrlo, debe venir acompañado de la adaptación a nuevas tecnologías para los abogados, a los fines de crear un nuevo tipo de cultura organizacional, que garantice la sinergia, la comunicación y la cooperación entre pares y clientes, que permita llevar adelante el liderazgo de todos los interlocutores orientado hacia la mejora continua.
Sin duda, la cultura del teletrabajo que ya se venía gestando, hoy llegó para quedarse, generando beneficios en cuanto a agilidad, productividad, eficiencia, reducción de costos, comodidad y rendimiento laboral.
El impacto de la tecnología, la transformación digital, las nuevas habilidades personales que se le exigen a los abogados, la mayor atención al gerenciamiento de los temas, las políticas de diversidad y equidad de género, son tendencias que comienzan a verse con mayor frecuencia.
Como abogados hoy enfrentamos varios desafíos para adaptarnos y hacer de esta crisis una oportunidad. La versatilidad en los temas que manejamos va entrelazada con la capacidad de amoldarnos a diferentes situaciones y de adaptarnos a los cambios dentro de las organizaciones, tanto desde la parte técnica como cultural, en definitiva se nutrir nuestra competitividad.
Lo primero, será poner en el centro del eje al cliente, hoy ya no resulta suficiente darle un servicio legal “a secas” sino que es necesario tener empatía y ser más receptivos, manteniendo una escucha intuitiva, que debemos desplegar cuando nos hablan los gestos, la mirada, la situación o cuando hay mensajes entre líneas, es decir comunicarnos con el cliente, y esforzarnos por recibir el mensaje; comprender a los demás (su punto de vista, su inquietud, su argumentación, por muy distinta o distante que nos resulte); no se nos exige que demos por cierto todo lo que escuchamos, sino que estemos abiertos a entender, comprender, dialogar. Se nos demanda una mayor paciencia y sensibilidad ante las ideas, inquietudes y opiniones de los demás. En segundo lugar, incorporar la tecnología como nuestra aliada en la práctica legal, tecnología que nos permita estar más cerca de los clientes, que haga natural la gestión, los procesos y el control y de esta forma eficientice nuestro trabajo. Por último será necesario dentro de nuestro equipo de trabajo y/o colegas aprender a construir relaciones más horizontales, poniendo foco en el apoyo social, en donde el trabajo colaborativo sea el eje.
En definitiva, hablamos de flexibilización mental, viendo la crisis como una forma de auto direccionarnos y auto regularnos para encontrar una nueva manera de trabajar que nos permita brindarle al cliente el mejor servicio legal. Hay quienes parecen tener cualidades innatas de flexibilidad y hay quienes no consigue salir de su rigidez. Lo positivo es que, al igual que las emociones, las personas pueden entrenarse en esto, para encontrar en este nuevo contexto una forma de evolucionar y crecer.
* Abogada de Cargill SAIC. www.abogados.com.ar