Por Pablo Rodríguez Romeo (*)
Desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio, los delitos informáticos no pararon de crecer: phishing, ciberacoso a niños y adolescentes, difusión de imágenes íntimas sin consentimiento con fines extorsivos, estafas digitales.
El mayor uso de los dispositivos nos expuso a más vulnerabilidades y los ciberdelincuentes cada vez más agudizaron su ingenio para concretar los ataques. Se han valido del uso de la ingeniería social para llevarlos a cabo con una astucia inmejorable para engañar a sus víctimas y que sea más difícil descubrirlos.
Pero, dos cosas aprendimos: la importancia de la concientización y del uso responsable de nuestros dispositivos; y realizar las denuncias cuando ocurre este tipo de situaciones.
Los casos de phishing han estado a la orden del día; más aún el phishing bancario y los engaños a través de cuentas falsas en redes sociales. Del mismo modo, nos alertamos por los crecientes casos de pornovenganza o extorsiones a partir de la divulgación de imágenes íntimas, por compartirlas con desconocidos o personas que no son de nuestra plena confianza; situación que se agrava cuando el sexo virtual lo ponen en práctica adolescentes, quienes pueden ser engañados por adultos que comparten contenidos bajo la identidad falsa de un menor.
El delito de grooming puso en alerta a adultos y niños, y destacó lo fundamental de hablar con nuestros hijos acerca de los riesgos que presenta internet y la práctica del sexting.
Por otra parte, la creciente digitalización de la información en las empresas ha permitido que durante la pandemia el teletrabajo haya sido una posibilidad para la gran mayoría de ellas. Pero también planteó nuevos desafíos en torno a elevar sus niveles de protección, resguardo y concientización de los colaboradores.
Los ciberataques han sido muy frecuentes, sobre todo aquellos que han pretendido acceder a la información sensible. Otro desafío fue la readaptación necesaria para que sea posible el trabajo remoto; esto incluye contar con las herramientas y dispositivos necesarios pero también preparar a los colaboradores para que puedan hacerlo desde el punto de vista técnico y de seguridad.
En las empresas, generalmente estas áreas están manejadas por especialistas que se encargan de hacer respetar protocolos, detectar fallas y mantener los equipos resguardados. Pero en casa la seguridad está a cargo de nosotros; por eso, contar con un manual de buenas prácticas y recibir capacitaciones regulares sobre el buen uso de la información ha marcado la diferencia para hacerles frente a las intrusiones.
En 2021 es muy probable que los ataques sigan vinculados con la pandemia y, más aún, se incrementen. Nuevas amenazas de ransomware y malware en botnets serán los elegidos porque ya marcaron una tendencia en alza en 2020. Por eso, se plantea la necesidad de que los dispositivos sean cada vez más seguros.
El covid-19 fue un acontecimiento de gran relevancia usado por los ciberdelincuentes para encontrar nuevas oportunidades. Para aprender de lo sucedido, hay que adelantarse y prepararse para adoptar medidas preventivas de seguridad. Las empresas deberán proteger sus redes, los servicios en la nube, las aplicaciones y, sobre todo, la información; y los usuarios deberán estar alertas ya que las noticias relativas a la pandemia pueden ser nuevamente un “gancho” para ser engañados.
(*) Ingeniero (MP 49452 – MN 5117), perito informático forense, especialista en seguridad