No caben dudas de que estamos viviendo momentos políticos convulsionados. La cercanía de las PASO y las elecciones generales ha agudizado la exasperación que ya de por sí tiene la agenda política.
“Pocas ideas, mucho golpe de efecto, mucha frase hecha. En esta campaña como pocas se ha notado la poca profundidad conceptual que existe detrás de la mayoría de los candidatos, aun los que están en puestos expectables”, nos decía a modo de resumen un consultor político la semana pasada.
Tales conceptos nos recordaron lo dicho en su momento por el escritor y diplomático de carrera Abel Posse (foto). Autor de novelas como El largo atardecer del caminante, embajador de nuestro país en países como la República Checa o Dinamarca, en una entrevista al diario La Nación expresó, hace casi dos décadas: “Hace mucho tiempo que tenemos una clase política sustancialmente inculta, que no resistiría el debate en una mesa de café. Es una enfermedad cultural. Los argentinos hemos vivido un hedonismo casi pueril, de veraneantes eternos, y hemos perdido el sentido profundo que tuvimos. Éste es un país sin proyección poética, ni espiritual. Eso es lo más grave”.
Agregó asimismo: “Estamos entre el fin de la gran ilusión del primermundismo economicista y el temido abismo de una mitad de la población tercermundizada”. Todos estos conceptos son del año 2002.
“Desde mostrar una camionetita, contar todas las palabras que empiezan con ve corta, hablar de quien tiene o no sexo, la campaña ha dado para decir casi todo y sido especialmente avara en tirar alguna idea”, nos destacó el consultor político con quien hablamos.
Esto no tiene necesariamente que ver con los niveles de instrucción del candidato, sino con la materia gris que aplique al cargo, nos decía al consultor, para luego ejemplificar con un reportaje a la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, quien, hablando a raíz del asesinato de una persona de 69 años en una entradera, a manos de un muchacho de 19, al hablar sobre la inseguridad en el conurbano bonaerense dijo: “Suiza es seguramente más tranquilo, pero también más aburrido”.
Dicha funcionaria, nos decía, se graduó como licenciada en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires y realizó un doctorado en Antropología Social en la Universidad de Utrecht. Es asimismo profesora en la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora independiente del Conicet.
“Así como nadie puede decir que no tiene un algo grado de instrucción, tampoco puede discutirse que ese nivel de manifestaciones, a más de superficial, demuestra una falta de empatía para con las víctimas que es peligrosa cuando se está en un cargo de primer orden de la seguridad pública”.
En tal sentido empatía es, conforme al diccionario, la “participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona”.
En la vereda opuesta, está la respuesta del embajador de Suiza, que en lugar de protestar, aprovechó la puesta en la palestra pública del país para publicitarlo en cuanto al turismo. “Sólo una persona de un alto nivel cultural y no simplemente un alto nivel de instrucción formal, puede tratar desde lo amable, y hasta lo humorístico, de forma profunda y con altura una cuestión que presenta múltiples aristas”.
Nuestra charla con el consultor terminó destacando que, por lo general, la parte de la ciudadanía que se toma tal jerarquía, la de ciudadanos, en serio, percibe que se los trata de modo frívolo y muchas veces se los subestima con humoradas sin gracia, enojos fingidos, llantos de toda falsedad, sin explicar ni dar ningunas respuestas concretas a sus problemas.
En esa entrevista de Abel Posse que destacábamos al inicio, el intelectual aconsejaba, ya por ese tiempo que por haber “mucho dolor” en el país, se debía “evitar la tentación de la furia para encarar serenamente la reconstrucción nacional”.
Tal vez, sea tiempo de hacer caso. Y, como siempre en una democracia, el camino para ello es el voto.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Magister en derecho y argumentación jurídica