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Santuarios de la Reforma Universitaria (III de III)

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Ofrecemos hoy la tercera nota sobre los que hemos denominado “santuarios de la Reforma Universitaria”, es decir, aquellas residencias cordobesas que, habitadas por lúcidos e ilustrados jóvenes profesionales, servían de usina intelectual para una generación universitaria que, ávida de confirmación en sus ideas renovadoras, acudía a ellas en busca de una palabra de aliento que consideraba esclarecedora.

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Fragueiro y Colón
Otro enclave intelectual de la juventud estudiosa y revolucionaria del 18 fue la casona de Fragueiro y Colón, donde tenía su vivienda y despacho el doctor Enrique Martínez Paz.
Martínez Paz era una figura polifacética, que expresó su pensamiento en cuanto a que “todo hombre intelectualmente dotado no puede realizar dichos dones de Dios restringiendo su labor a un campo específico”. Consecuente con ello, había dado muestras de versatilidad y espíritu de innovación al crear, en 1909, la cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho, recogiendo las más actualizadas orientaciones de las ciencias sociales del momento; y la cátedra de Derecho Civil Comparado, en ese año de 1918.

Los estudiantes distinguían a Martínez Paz porque era un docente de fuerza interior capaz de oponerse a aquellos que consideraban componentes de sectores reaccionarios, de tal modo que su parecer se acercaba al ideario reformista, en especial en cuanto al anticlericalismo conceptual.

De expresión mesurada, sabía proponer sus ideas con sólidos argumentos, que de inmediato captaban al interlocutor. Estas calidades hicieron que los estudiantes lo proclamaran candidato a rector en 1918, con base en un proyecto de su autoría, presentado en 1916, que proponía como fin de la universidad propagar al país la alta cultura científica y literaria, promover estudios en investigaciones originales y preparar para el ejercicio de profesiones que requieren ilustración científica especial. Todo esto apoyado en un sustrato doctrinario que presuponía un régimen democrático y de participación igualitaria, la activación de los claustros por la renovación docente y una universidad de base científica.

Estos criterios, como es fácil de suponer, iban a conformar los postulados generales de la Reforma Universitaria.

Martínez Paz interviene en la Comisión para la Reforma de los Estatutos, formada el 4 de abril de 1918, con la universidad clausurada, y el 28 de abril aparece como director del primer número de la Gaceta Universitaria, en lo que debe interpretarse como una nueva muestra de la confianza estudiantil.

El jueves 13 de junio, la Federación Universitaria, en el salón de Unione e Fratellanza, proclama su candidatura a rector, presentándolo como “emblema de reconstrucción”.

En este acto, Carlos Molina dice de Martínez Paz: “es la reforma misma”. Finalmente, resulta superado en las elecciones rectorales pero obtiene el voto de personalidades como Eliseo Soaje, Benito Soria, Arturo Pitt, Ernesto Romagosa y Justiniano Allende Posse, entre otros caracterizados universitarios. Esa noche, la del 15 de junio, los estudiantes se llegaron hasta la casona de Fragueiro y Colón, ovacionándolo como rector moral.

No pasará mucho tiempo para que, siempre con el apoyo estudiantil, sea elegido vicerrector, acompañando a Eliseo Soaje. También, con el tiempo, será rector. Tenía 36 años.

Sucre 56-62
Nacido en la estancia “Chañar Ladeado”, cerca de Santiago Temple, Saúl Taborda fue un humanista de costumbres provincianas y pensamiento latinoamericano.

Se lo ha calificado como una personalidad con capacidad de consejo, en la cercanía cognoscitiva y experiencial del sabio. Y si no fue sabio, sí fue sapiente. Era parco en palabras, economía forzada por la intensidad de sus sentimientos, que superaban el natural poder de expresión humana, de tal manera que lo emotivo solía prevalecer por sobre toda otra volición.

Perteneció a la casta de los cada vez más raros especímenes con la sensibilidad necesaria para asumir la Patria como concepto vinculante en lo intersubjetivo y en la continuidad histórica. Lo demostró un 25 de Mayo cuando enmudeció mirando aletear la bandera, olvidando definitivamente el discurso de circunstancias. Sabía entender el valor del símbolo.

Su honestidad intelectual le valió críticas a diestra y siniestra (católicos, nacionalistas, liberales y comunistas). Condenó el falso pacifismo y la intervención hipócrita, reivindicó a Facundo, rescató lo mejor de España, profundizó el ideal político de América y presentó la universidad como idea antes que como cosa. Pero, por sobre todo, enseñó, dentro y fuera del aula, y enseñando fue amigo de la libertad,

Educador, escritor, poeta, comediógrafo, traductor literario, ensayista, abordó con rigor temas de pedagogía, psicología, sociología, filosofía y urbanismo. Abogado, profesó en las universidades del Litoral y de Córdoba. En su lápida de Unquillo hay una frase que lo honra indeleblemente: “Vivió y pensó para su tierra”. Murió el 2 de junio de 1944, siguiendo el rumbo estelar de Deodoro Roca, que lo precedió en dos años. Eran jóvenes aún, tanta juventud ambiente no los dejó envejecer.

Fue el más americanista de los maestros de la Reforma. Tenía 33 años.

(*) Abogado-notario. Historiador urbano-costumbrista. Premio Jerónimo Luis de Cabrera

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