ESCUCHARPor Tomás Rueda Laje/ Abogado. Mag. en derecho empresarial y en negocios internacionales, docente de derecho en la Univesidad Blas Pascal
El debate sobre la regulación de la IA está en el centro de la agenda global, y Argentina no es la excepción. Esta poderosa tecnología, con su inmenso potencial transformador, ofrece grandes oportunidades, pero también presenta riesgos significativos.
Es crucial contar con un marco normativo que proteja los derechos fundamentales de las personas; sin embargo, una regulación excesiva podría sofocar la innovación. Este dilema está presente en los recientes debates relacionados con las normativas de California y la Unión Europea, donde, pese a las buenas intenciones, generaron controversias por su impacto negativo en el desarrollo tecnológico.
Argentina tiene la oportunidad de aprender de estas experiencias y encontrar un equilibrio que le permita posicionarse como un referente global en tecnología.
En California, el proyecto de ley SB1047, que está a punto de ser aprobado por la Asamblea, busca implementar salvaguardas para prevenir desastres causados por sistemas de IA, como ciberataques masivos o la creación de armas por sujetos malintencionados.
Aunque la intención de prevenir daños críticos es indiscutiblemente importante, la ley ha sido fuertemente criticada por su enfoque en regular la tecnología de IA en sí, en lugar de centrarse en sus aplicaciones específicas. Este error fundamental podría no solo fracasar en hacer que la IA sea más segura, sino también imponer regulaciones onerosas que paralicen la innovación.
La norma establece que los modelos de IA que superen ciertos umbrales en términos de costo y poder de cómputo estarían sujetos a estrictas regulaciones, incluyendo la implementación de un “botón de emergencia” que permita apagar el sistema en caso de un incidente. Además, las empresas estarían obligadas a someterse a auditorías externas anuales y a certificar que sus protocolos de seguridad son suficientes para prevenir daños críticos.
Si bien estas medidas buscan garantizar la seguridad, muchos actores de la industria consideran que son innecesariamente restrictivas y podrían frenar el desarrollo de tecnologías innovadoras.
Esta tensión entre la regulación e innovación es también evidente en la Unión Europea, donde el Reglamento de IA fue objeto de críticas similares. El enfoque regulador de la UE clasifica los sistemas de IA según su nivel de peligrosidad e impone restricciones y obligaciones específicas a aquellos considerados de alto riesgo.
Aunque el enfoque parece razonable en teoría, en la práctica ha sido criticado por su exceso de burocracia y por crear un entorno hostil para la innovación. Meta, por ejemplo, ya avisó que no ofrecerá sus nuevos modelos de IA generativa en Europa por su “impredecible entorno regulatorio”.
Estas experiencias regulatorias sirven como marco de referencia para Argentina, siendo este el momento propicio para definir su estrategia de posicionamiento como polo tecnológico global.
Actualmente, hay una veintena de proyectos de ley en el Congreso relacionados con la regulación de la IA. En este contexto, es esencial aprender de otras experiencias para buscar un equilibrio que permita el desarrollo de la tecnología de manera segura y responsable, sin impedir su avance.
Un aspecto clave de este equilibrio es diferenciar entre regular los usos específicos de la tecnología y no la tecnología en sí misma. Por ejemplo, si un sistema de IA se utiliza en el ámbito de la justicia o la salud, es fundamental que existan regulaciones claras para garantizar que se respeten los derechos de las personas y que se minimicen los riesgos asociados a la implementación de la IA.
Sin embargo, imponer restricciones generales a los desarrolladores de cualquier modelo de IA podría tener efectos contraproducentes, como desincentivar la inversión en el sector y limitar el desarrollo de nuevas aplicaciones que podrían beneficiar enormemente a la sociedad.
Para lograr este objetivo, es necesario que el debate sobre la regulación de la IA sea inclusivo y multidisciplinario, incluyendo tecnólogos, empresarios, emprendedores, académicos, y representantes del gobierno. Solo a través de un debate abierto y colaborativo se podrá desarrollar un marco regulador que proteja a la sociedad de los riesgos de la IA sin frenar su potencial transformador, aprovechando así una oportunidad única para el país.
Además, es esencial que cualquier regulación que se implemente en Argentina sea flexible y adaptable a los rápidos avances de esta tecnología. La rigidez regulatoria puede ser un obstáculo importante en un campo en constante evolución como la IA, donde los avances tecnológicos pueden hacer que las regulaciones queden obsoletas en poco tiempo.
Otro aspecto importante para considerar es la necesidad de fomentar la educación y la capacitación en IA. Para que Argentina se convierta en un líder en tecnología, es fundamental que el país invierta en la formación de talento local en áreas clave como el desarrollo de IA, la ciencia de datos, y la ciberseguridad.
Esta inversión no solo permitirá que el país cuente con los profesionales necesarios para desarrollar y aplicar tecnologías de manera segura y ética, sino que también ayudará a crear un ecosistema de innovación sólido que pueda competir a nivel global.
En este contexto, es oportuno recordar las palabras de Albert Einstein: “En medio de la dificultad, reside la oportunidad”. Argentina tiene ahora la ocasión de transformar los desafíos regulatorios de la IA en una oportunidad única para impulsar la innovación y asegurarse un lugar destacado en el escenario tecnológico global.
