Cuando nos quisimos dar cuenta, el año 2015 había pasado. Renunciamos a caer en el lugar común de los balances. Cada cual hará o no el suyo. Que un año sea bueno o malo depende mucho de cómo ha transcurrido la vida personal de cada uno. Lo tenemos perfectamente en claro. Por lo mismo es que hemos abjurado de pretender erigirnos en interpretadores del conjunto.
Ello no implica, en lo absoluto, olvidar a todos aquellos que nos leen y siguen semana a semana esta columna. Si nuestra visión sincera de determinado aspecto de la realidad o legal les sirve, somos los primeros en estar ampliamente satisfechos. Hay un lazo invisible entre autores y lectores en materia de columnas periodísticas.
Lo tenemos perfectamente en claro y agradecemos todas sus felicitaciones, sugerencias y, por supuesto, discordancias. La crítica de buena fe, ya sea para destacar lo que se dijo bien o reprochar lo que se dijo mal, sirve y mucho. Nos ayuda a reparar errores y malos entendidos a la par que nos brinda una visión distinta con la cual contrastar la propia.
Queremos también compartir nuestras frases favoritas de 2015: una repite, del año anterior:
El poder es servicio, como dijo el papa Francisco. Servir, acto tan rechazado por los orgullosos y soberbios por entenderlo “denigrante”, en nuestra opinión ennoblece a quien lo lleva a cabo. Servir no es más que dar una parte de nosotros al otro. Se trata de un gesto de desprendimiento, de acompañamiento, de ayuda y compromiso.
No es menor el mensaje que entraña, de cara a una sociedad tan individualista como somos nosotros. El “sálvese quien pueda” no existe. Es una mentira para justificar los egoísmos de algunos. Pues en definitiva, nadie tiene éxito o fortuna si no es en el otro. Los buenos comerciantes lo saben de sobra: el secreto para que les vaya bien es que a sus clientes les vaya bien. Cooperar con la bienaventuranza del otro vuelve, y con creces, sobre la propia fortuna.
La segunda reflexión que proponemos es que nadie puede cambiar las cosas que están mal en el mundo sino nosotros. Y que ese mundo cambia desde la intimidad de nuestros hogares. Familias felices acarrean “necesariamente” una sociedad optimista y comprensiva.
Y así con todo. Lo macro es consecuencia de lo micro, y no al revés.
En lo que a nosotros respecta, este año hemos tenido casi de todo y ha sido particularmente intenso. Varias elecciones, muchos cambios y algunos de los problemas de siempre que persisten. Pero de eso justamente se trata la vida: enfrentar retos, remover dificultades, no rendirse ante la circunstancia. Desde que el ser humano es tal ha tenido que sobreponerse a la adversidad. Y, mejor o peor, lo ha logrado. No debemos dejar que los problemas empañen nuestra visión, al punto de no dejarnos disfrutar de las buenas cosas que la vida conlleva.
Siempre nos ha llamado la atención cómo las personas que son optimistas en una medida razonable, puede llevar adelante la adversidad de un mejor modo que los soñadores a ultranza y los pesimistas de todo. Rescatar lo positivo de una situación, percibir el fracaso como una oportunidad y entender que la vida da revancha para casi todo, no es algo menor.
Por todo eso, estimadísimos lectores, tengan ustedes el mejor de los años en este 2016 que se halla a la vuelta de la esquina, y que se cumplan todos sus sueños. ¡Chin, chin!
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica