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Redes sociales vs. paz social: ¿la era de la polarización?

Por Matías Maccio * exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA
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Por Matías Maccio *

Ciertamente estamos infectados, pero no hemos tomado conciencia aún de cuál es el enemigo; peor que eso, que no saber, es estar confundidos sobre quién es el verdadero. Jaime Garcia Cantero, en una nota publicada en diario El País el 19/9/20 afirma: «Uno no puede dejar de pensar que el poder de estos gigantes de los datos va mucho más allá de personalizar la publicidad o anticipar nuestros deseos y que cada vez se acerca más a la capacidad de crearlos». 

Señala Gastón Ain en su reciente artículo de la revista internacional Turbulencias: «La polarización inmuniza contra la información nueva o de naturaleza técnica, porque el cerebro humano actúa de forma particular en contextos cargados. 

En escenarios sobrecalentados, las personas necesitan reducir la tensión que este tipo de contextos genera con vecinos, colegas, familiares, y la opinión pública en general, a través de la búsqueda de coherencia que, muchas veces, llega de la mano de una simplificación burda. 

El rol subconsciente de la simplificación es crear un escenario binario en donde la persona se ve tomando una posición correcta desde el punto de vista moral, ideológico, religioso o desde su cosmovisión».

Siguiendo la trama de este título, en el reciente documental de Netflix titulado «El dilema social de las redes» se plantea que la polarización es uno de sus nocivos efectos, generado a partir del consumo de (des)información que circula en los sistemas de los gigantes tecnológicos como Facebook, Twitter e Instagram, entre otros. 

De la mano de dicho informe se postula que a través de manipular la exhibición de la información que consumimos -o más preciso aún, que nos sirven para que consumamos-, las redes logran captar nuestra atención el mayor tiempo posible. 

Para ello, los logaritmos programados en las aplicaciones tecnológicas toman información de las interacciones de cada persona en las redes, la procesan y la devuelven a la misma con nuevos datos, generando un proceso con «la capacidad para cambiar poco a poco nuestros comportamientos, nuestras creencias y hasta lo que somos». 

Esto es uno de los principales activos de dicho negocio y uno de sus efectos secundarios es la polarización. La tendencia en el sector es a generar modelos que anticipen o pronostiquen conductas, por lo tanto y volviendo a la referencia que hace Ain, entiendo que un sujeto -usuario/a- polarizado/a tiene una coherencia simplificada que hace más fácil predecir su comportamiento y así seguir captando su atención. 

Si las redes tienen esta capacidad, pregunto entre quienes compartimos como utopía una cultura de paz y no discriminación, si estaremos utilizando estrategias adecuadas para ir hacia este fin, o cómo estamos trabajando para captar la atención de personas que generen tendencias hacia un escenario de paz. 

En vistas del impacto que están teniendo las redes sociales, interpelo a pensar que la militancia por la concordia y la paz por la que bregamos los mediadores es -o debería ser- perseguida -también- en el espacio social virtual además de hacerlo en el territorio de las relaciones no virtuales. 

Si científicamente se dice que las aplicaciones tienen la capacidad de generar cambios imperceptibles, masivos y colectivos, como mediador me pregunto si estamos utilizando el mismo campo y las herramientas adecuadas para despolarizar-nos, frente a la promoción masiva, invisible e imperceptible de la polarización en las redes; o sí mientras las redes se ocupan de esparcir de forma masiva y subrepticia información que genera polarización y violencia nosotros estamos hacemos ejercicios de paz en forma interpersonal a baja escala. 

Entonces: ¿quién es el enemigo: la violencia o los modos -laberínticos- en los que la información se exhibe en las redes frente a cada persona?

Así las cosas, la crítica principal del lamentable -pero revelador- documental es el modelo de negocio detrás de estas grandes empresas y la falta de regulaciones especiales que establezcan limitaciones éticas para ellas. 

Acaso ¿la promoción de la paz tiene que volverse parte del negocio de estas empresas y sus patrocinadores? Evidentemente no lo es, aún. 

Quizás el Nobel de la Paz tendría que incluir empresas de tecnología de datos que promuevan acciones masivas, constantes y sostenidas para generar paz, actitud de diálogo y concordia en todo planeta, persona a persona. 

Mientras no existan regulaciones que promuevan valores -correctos- universales y que obliguen a las empresas propietarias de las redes sociales a regular contenidos e incorporar como valor «propagandístico» la concordia, el diálogo, la no violencia, la aceptación de la diversidad, la no discriminación, la unidad, la compasión, la multiculturalidad, el no odio, etcétera. el negocio capitalista y androcéntrico de la desinformación seguirá utilizandonos para ganar dinero y generando adeptos hacia una rentable polarización social.


*Abogado y Mediador. Mediador y conciliador penal en la Dirección de Mediación y Conciliación Penal de Neuquén

Comentarios 3

  1. Débora says:

    Excelente!

  2. Lorena says:

    Hermoso artículo Mati,que bueno leerte nuevamente.

  3. Susana novas says:

    Aplaudo y comparto exelente nota

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