Por Mgter. Andrés Pallaro*
El futuro nunca está escrito y las tendencias no son deterministas. Tenemos una capacidad notable para diseñar y construir nuestros próximos pasos. Y hoy, ante los cambios que vive la humanidad, tenemos la responsabilidad de hacerlo. En gran medida, las sociedades del futuro dependen de la evolución del empleo.
Las modalidades y posibilidades laborales han estado siempre en el centro del desarrollo de las sociedades. Desde aquel precepto bíblico “ganarás el pan con el sudor de tu frente” y los primeros esfuerzos de supervivencia, hemos evolucionado en formalización, organización y dignificación del trabajo. Hoy, la nueva revolución de la digitalización y la inteligencia artificial han potenciado los impactos de los negocios globalizados, poniendo en jaque la noción misma de trabajo y sus posibilidades de desarrollo futuro.
Muchos estudios han puesto en evidencia la complejidad del fenómeno y la necesidad de pensar nuevas soluciones. Levi Yeyati, en su excelente obra “Después del Trabajo”, propone superar tres posturas habituales: gradualista (falta mucho para la masividad de robot); circular (la humanidad ya superó otras revoluciones tecnológicas), y tercermundista (es un fenómeno de los países más desarrollados). Este tema requiere innovación y rigor interdisciplinario, ya que la dinámica del mercado por sí sola no será capaz de generar las mejores y más equitativas respuestas.
Al mismo tiempo, el temor que nos genera la posibilidad de que los robots reemplacen un gran porcentaje de la sociedad, dispara la chance de fomentar una instancia de ocio financiada por los excedentes de productividad que genera la tecnología. Si, el sueño de Marx, Keynes y otros pensadores.
¿De qué depende que el futuro del empleo nos depare un salto de civilización o la distopía más temida?
A- Resignificación y diversificación del concepto de trabajo. Es necesario revisar esta noción, de fuente de dignidad y posicionado por sobre la vida (“vivir para trabajar”); y reasignarlo hacia una combinación con el ocio: empleos flexibles, cuentapropismo, roles de difusa remuneración (voluntariados, sharing economy). Validar nuevas facetas de la cultura laboral es la antesala para hacerlos sustentables a través de modelos económicos a gran escala.
B- Transformación de la educación para el empleo. Crece la educación basada en experiencias y en el desarrollo de habilidades frente a la erudición y titulación. Pero para que sea la madre de todas las respuestas, es necesario expandir su alcance para que millones de personas puedan ampliar sus competencias dentro de los sectores que prometen nuevas oportunidades, como las matemáticas, energías renovables, salud, servicios personalizados, ciencia de datos, entretenimientos, entre otros.
C- Distribución de las ganancias de productividad que robots e inteligencia artificial permiten. Admiramos las empresas digitales líderes en sus rubros y las nuevas startups, además de celebrar la reconversión digital de tantos otros mercados. Pero en todos los casos, sus beneficios se acrecientan a partir de una productividad tecnológica que, en su mayoría, genera menos empleos. Por ello, urge diseñar nuevos mecanismos de distribución de semejante riqueza, como ensayos de renta universal, mejores regulaciones competitivas, impuestos a robots, entre otras posibilidades.
D- Estructuración de los mercados de trabajo y diseño de nuevos empleos. Para evitar un desempleo masivo en el futuro no basta con mejorar la empleabilidad actual: se requiere una tarea de diseño y promoción de los nuevos empleos en potencia. Hoy son promesas que pueden venir de nuevas o reconvertidas industrias (pilotos de drones), la remuneración de tareas sociales (cuidado de ancianos), roles propios de la economía colaborativa (anfitriones de Airbnb), cuentapropismos reforzados (líderes de proyectos, diseñadores) y por supuesto, el fenómeno emprendedor sin voluntarismos (crear una empresa no es fácil).
E- Gestión inteligente de la transición. Estamos lanzados en un proceso de digitalización y globalización que nos impulsa hacia una etapa de reconversión de mercados. La revolución tecnológica librada a su arbitrio podría dejarnos sin consumidores con capacidad de comprar todo lo que se fabrica. El dilema de cómo gestionar la transición pondrá a prueba la capacidad de conversación, articulación y construcción de los liderazgos, en todos los niveles.
En 1995, Jeremy Rifkin alertó con su libro “El Fin del Trabajo”. Pasaron muchos años, ensayos, errores y hallazgos pero la velocidad del cambio no admite más dilaciones. Es hora de construir soluciones innovadoras que nos alejen de la distopía tan temible.
* Director del Observatorio del Futuro de la Universidad Siglo 21.