Su Alteza Serenísima Johannes “Hans” Adam Ferdinand Alois Josef Maria Marco d’Aviano Pius von Liechtenstein, el príncipe Soberano de Liechtenstein, es uno de los pocos seres humanos que puede afirmar que es soberano de todo lo clavado y plantado, de todo lo que se mueve y deja de moverse en el horizonte de su mirada.
Su otero no es otro que el gran ventanal de su despacho ubicado en la torre principal de Schloss Vaduz, un castillo medieval que se comenzó a construir en el siglo XII, que remite por su arquitectura a las apasionantes historias de los hermanos Grimm, que llenaron de color y fantasía nuestra niñez y la de millones de pequeños a través del tiempo.
Desde ella –nos aseguran vecinos y viajeros- es posible abarcar los 157 kilómetros cuadrados que forman este principado soberano, miembro pleno de Naciones Unidas, cuya historia se entronca con las añejas tradiciones del Imperio Romano reflejadas, años más tarde, en Carlomagno “bajo cuya augusta voluntad se fundieron en un sólo principado las regiones de Vaduz y Schellenberg”, que aspiraban ocupar dos escaños en la Dieta del Sacro Imperio Romano Germánico.
Los genealogistas y expertos en los vínculos familiares entre las diversas monarquías europeas aseguran que, por las venas del actual soberano de Liechtenstein corre la sangre de Don Pelayo, del Cid Campeador y de los Reyes Católicos. De la misma forma que el rey de España, S.M. Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia comparte con el príncipe de Liechtenstein antepasados como Carlomagno, Rodolfo de Habsburgo.
Las monarquías católicas de España, Austria y Baviera se han emparentado durante siglos entre sí, y han hecho de los soberanos de España y Liechtenstein unos parientes cercanos que descienden con frecuencia decenas de veces del mismo antepasado, que resulta ser normalmente un soberano de Austria, Baviera o España.
Este virtual reino de hadas, que habría sido una reiterada fuente de inspiración de Walt Disney, en 1806 pasó a formar parte de la Confederación del Rin. Nueve años más tarde ingresaría en la Confederación Germánica. En 1851 se inició la vinculación con Austria, tanto por medio de la Unión Aduanera como de la Unión Monetaria. La plena independencia, alcanzada en 1866, no impidió al principado seguir estrechamente unido al Imperio Austro-húngaro, cuyos lazos no se rompieron hasta 1921, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial.
Liechtenstein supervive todas las crisis. Lee la realidad de Europa con precisión. Elaboró su propia Constitución y se integró económicamente a Suiza por medio de la Unión Monetaria, entregándole su representación en las relaciones internacionales. En 1923 firmaron la Unión Aduanera.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Liechtenstein, que había visto ascender al trono a Francisco José II en 1938, se mantuvo neutral. Aunque protegió los bienes y fortunas de los perseguidos por el nazismo para, mas tarde, extender su manto protector a los nuevos ricos que amasaron sus fortunas con los saqueos y apropiaciones ilegales en tiempos de guerra.
Su economía se sostiene con el turismo y los servicios financieros, que se benefician de las condiciones fiscales excepcionales. A pesar de su pequeño tamaño y sus recursos naturales limitados, Liechtenstein ha desarrollado una economía próspera, altamente industrializada de libre mercado con un sector de servicios financieros importantes y una forma de vida a la par de las áreas urbanas de sus vecinos europeos más grandes.
Los bajos impuestos de los negocios y leyes de incorporación al comercio muy permisivas han llevado a aproximadamente cien mil compañías a establecer oficinas nominales en Liechtenstein, lo que supone 30% de los ingresos estatales.
Con motivo de un escándalo fiscal (2007) por la evasión de capitales de ciudadanos alemanes hacia Liechtenstein, se concluyó que el sistema financiero del país actúa como un paraíso fiscal. La Unión Europea se plantea exigir un mayor control sobre su sistema bancario, hasta ahora muy opaco por permitir el funcionamiento de miles de fundaciones y ONG cuyos miembros pueden ocultar su verdadera identidad (en un país de 35.000 habitantes, un tercio de ellos extranjeros). Se estima que, de no contar con ese poco transparente recurso, se pondría en peligro su propia supervivencia económica, ya que los depósitos bancarios en Liechtenstein ascienden a cien mil millones de euros.
Por otra parte, hay facilidades para ocultar información allí, permitiendo guardar al máximo el secreto bancario, y muchas naciones han presionado al principado a hacer reformas en el sistema financiero para detectar y evitar la evasión fiscal.
El país tiene una unión económica con Suiza y usa el franco suizo como moneda nacional, aunque antes tenía su propia moneda, el franco liechtensteiniano. Importa aproximadamente 90% de la energía que consume y es miembro del Espacio Económico Europeo (una organización que sirve de vínculo entre la Asociación Europea de Libre Comercio y la Unión Europea), desde mayo de 1995. Actualmente, el gobierno está trabajando para conseguir ajustar su política económica a las directrices ya integradas en Europa.