Según el Banco Mundial, Argentina ocupa el 17º lugar en el mundo por la superficie de tierras dedicadas a la explotación agrícola, pero se ubica en el quinto en función del tonelaje exportado; ello genera anualmente 47,8% de las divisas disponibles.
Por Salvador Treber – Exclusivo para Comercio y Justicia
Durante la última década (2003/13), la producción de cereales y oleaginosas pasó de 69,2 a 101,5 millones de toneladas, un incremento global de 46,7%. La principal “novedad” fue que en el caso de la soja el proceso fue mucho más acelerado pues ascendió a 62,5%, y en este producto es el tercer gran exportador.
Los últimos censos han ratificado que dicha actividad se mantiene sin mayores variantes aunque el radio geográfico es muy superior, tal como lo anticipó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su “Estudio Económico de América Latina, 1966”, al señalar como “tierras especialmente aptas para cereales” no menos de 80 millones de hectáreas pero advirtiendo de que apenas 1,3% de las unidades concentraban entonces 47,6% de la tierra arable; escenario que perdura hasta ahora.
Tan elevada relación en muy pocas manos se ha convertido en una sólida expresión de poder económico y firme garantía de perdurabilidad de esa privilegiada situación. Debe tenerse muy en cuenta que la Región Pampeana es la con mejores condiciones naturales y en ella son utilizables al efecto alrededor de 47,5 millones de hectáreas sin haber en el tiempo transcurrido una explotación integral y más intensiva de ellas.
Además, es bastante frecuente en todo el territorio nacional que extensas superficies sean mantenidas con objetivos de atesoramiento, como un bien de “inversión de reserva”. La introducción de la soja, en los años 70 del siglo XX, logró expandirla de un máximo de 21 a las actuales 34,5 millones mediante dos cosechas anuales, una identificada como “fina” (abril/septiembre) y la otra conocida como “gruesa” (octubre/marzo del año siguiente).
Si bien su producción es notoriamente inferior, el maíz exhibe durante la última década un incremento en el rendimiento aún mayor (+77,9%), puesto que evolucionó en raudo ascenso de 14,95 a 25,7 millones de toneladas. Dado que el consumo interno, tanto de este cereal como de la referida oleaginosa, es muy bajo, su destino ha sido convertirse en crecientes pilares de la actividad exportadora. Esta última etapa de un proceso productivo asume en Argentina ciertas particularidades muy singulares, como se describirá más adelante.
Las previsiones respecto a la cosecha 2013/14, cuando se espera que la soja logre llegar a 54,5 millones de toneladas si no es retenida en una proporción considerable por grandes productores y acopiadores -como se hizo en 2012/13-, generará no menos de US$28.000 millones. Además, serán favorecidos con las elevadas cotizaciones que se preanuncian en los mercados internacionales de concentración; aunque advierten de que empezarán a bajar sensiblemente a partir del próximo mes de agosto.
Por contraste, el trigo, que solía ser el máximo exponente de la denominada “cosecha fina”, tuvo un desempeño harto irregular y en último quinquenio de tendencia descendente; especialmente por reducción del área sembrada. En la cosecha 2003/04 aportó 14,6 millones de toneladas y alcanzó su nivel máximo en la 2007/08 con 16,3 millones; pero en la siguiente cayó estrepitosamente a sólo 8,4 millones, mientras en la temporada 2012/13 se mantuvo en una modesta marca de 9 millones de toneladas. El sector reclama, para recuperar el perdido nivel de este cereal, que se eliminen las retenciones, lo que parece muy poco probable que conceda el Gobierno. Incluso todavía está pendiente de cumplimiento el prometido reintegro de retenciones a la exportación.
Los excedentes
Según datos emanados del Ministerio de Agricultura de la Nación, al igual que lo verificable para las dos últimas décadas sigue siendo decisiva la operatoria de un selecto grupo de sólo 10 grandes empresas que vienen concentrando 75% de las ventas al exterior de granos de cereales y oleaginosos -además de los aceites y harinas que surgen de su previa industrialización-.
Durante el año 2013 ese grupo manipuló con ese destino nada menos que 70,3 millones de toneladas. Cabe tener en cuenta que el total de firmas exportadoras que han incursionado asciende a 185; pero 175 se reparten sólo 25% de los embarques, lo cual hace suponer que numerosas de ellas participan con tonelajes muy exiguos. Tal circunstancia se ratifica más aún si se tiene en cuenta que dentro de ese colectivo, 9,2% lo cubre las firmas Vicentín (3,6%), Oleaginosa Moreno (83,2%) y los organismos cooperativos de la Federación Agraria Argentina (2,4%).
A la cabeza de las 10 mayores se ubica, muy “despegada” de las otras nueve que le siguen, la multinacional Cargill, de origen estadounidense, que llegó a cubrir 15,5% de dichos embarques en 2013. Todavía en el segundo lugar pero en inminencia de ser desplazada al tercero se ubica la firma Bunge, que hizo lo propio con 10,9%. Ésta cuenta a la fecha con 4.000 empleados, exporta 18% de aceites vegetales y 17% de una serie de subproductos del sector. La reciente gran “novedad” es que capitales chinos, mediante la empresa Cofco, adquirieron 51% del paquete accionario a la holandesa Nidera y Noble Argentina con casa central en Hong Kong, las cuales hasta ahora ocupaban séptimo y octavo lugares en ese escalonamiento de las más grandes exportadores agrarios que operan en nuestro país, con 5,4 y 4,9 millones de toneladas, respectivamente.
La primera de ellas, además de exportadora, posee una planta elaboradora de aceite de uso domestico y se desempeña activamente como semillera, aunque su mayor especialidad desde hace 94 años ha sido siempre el acopio y colocación en el exterior de granos que ha venido concretando especialmente desde su propio puerto, localizado cercano y al norte de Rosario. En cuanto a Noble, la radicación data de una fecha bastante reciente pues se concretó durante el año 2001, en oportunidad de erigir una planta de almacenamiento y un puerto en la población santafecina de Timbúes.
En consecuencia, automáticamente los adquirentes asiáticos pasan a “manejar”, como mínimo, el movimiento de alrededor de 10,3 millones de toneladas, con grandes posibilidades de expandirse y desplazar muy pronto a quien hasta hoy viene en segundo lugar. La empresa estatal china Cofco es una de las notorias entre las 53 de ese carácter que posee dicho país, con una relevante trayectoria internacional, ya que desde su creación en 1952 hasta 1987 (35 años) estuvo encargada en forma exclusiva de la adquisición en gran escala mundial de alimentos pero luego diversificó sus objetivos.
Aparecen a continuación la firma Dreyfus, 6,4 millones, y completan la precitada decena de firmas Aceitera General Deheza, que embarcó el equivalente a 7,5% del total; Toepfer 5,5%; Asociación de Cooperativas Argentinas, todas dependientes de la Sociedad Rural, con 5,4%; ADM con 4,7% y cerrando esa lista de líderes Molinos Río de la Plata con 4,1%. Cabe subrayar que de las 10, sólo tres -AGD, ACA y Molinos- figuran como empresas de capital nacional que, en conjunto, embarcaron 17%; mientras las siete de capital extranjero hicieron lo propio con 58%.
Los cambios que se avecinan
China, pese a su enorme superficie, equivalente a tres veces la de nuestro país, está actualmente poblada por 1.357,4 millones de habitantes. Sus autoridades están empeñadas en transferir a las ciudades 350 millones de agricultores al par de introducir maquinarias y otros elementos complementarios de última generación que permitan mantener sólo a 50 millones en esas áreas. Es oportuno enfatizar que dentro de sus fronteras carece de la posibilidad de explotar tierras aptas por más de 11% del total. Ello hace que haya puesto sus ojos primero en África; mientras ahora lo hace en Brasil y Argentina.
También explica, además, que pretenda hacer importantes adquisiciones de tierra para integrar verticalmente el proceso previo a su embarque a puertos chinos del océano Pacífico. Dado que se han aliviado las estrictas normas que limitaban la procreación a “un solo hijo” al duplicar ese tope, es obvio que esperan un crecimiento mucho más acelerado.
Por ello no es extraño que en los últimos años Argentina se haya convertido en el tercer país destinatario de sus inversiones externas, siendo uno de los principales proveedores de aceite de soja -tras Malasia e Indonesia-. Los objetivos mas inmediatos de sacar de la pobreza a no menos 500 millones de chinos y asegurarles una dieta satisfactoria son condiciones sine qua non.
El programa socioeconómico chino que está en curso prevé que para 2025, 60% de la población integrará su clase media y tendrá hasta entonces una tasa de crecimiento poblacional superior a 40%. Para ello debe incrementar en medida semejante la disposición de cereales, oleaginosas, productos lácteos y, por supuesto, arroz (que constituye actualmente la base de la alimentación familiar). No obstante, el mayor acento lo pone en materia de carnes, con preferencia aviar y porcina, área en que las necesidades implicarán un incremento de 50%. Justamente en búsqueda de soluciones en estas facetas pretende intensificar su relación con Argentina, y no habrá que sorprenderse si en pocos años más pasan a encabezar a los exportadores especializados.
Un anuncio oficial con metas semejantes se ha lanzado en India, país que actualmente tiene 1.200 millones de habitantes y mantiene una tasa anual de crecimiento de 2,2%, lo que en menos de una década lo convertirá en el más poblado del planeta, razón por la cual una serie de empresas de ese origen ha iniciado gestiones para arrendar tierras en nuestro país.
Hace pocos días, en un simposio realizado en la ciudad de Buenos Aires, sus máximas autoridades lanzaron una propuesta general de constituir una alianza estratégica y contratos de explotación de tierras rurales, pero advirtieron de que los plazos deberían extenderse por 25 años.
Frente a las ambiciosas iniciativas que exponen los dos países más poblados del planeta es indispensable no improvisar ni tampoco “dejar hacer”, debiendo nuestros gobernantes diseñar un programa que, manteniendo la autonomía total, logre aprovechar los aspectos más favorables para consolidar y expandir la presencia argentina en el mundo del mañana.