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Preocupante tendencia de la economía sudamericana

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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 Por Salvador Treber

El escenario sudamericano está constituido por diez países, tres con costas sobre el océano Atlántico (Argentina, Uruguay y Brasil); cuatro sobre el pacífico (Colombia, Ecuador, Perú y Chile), dos mediterráneos, sin costas a ningún océano, (Paraguay y Bolivia) y uno a ambos (Venezuela). Sin considerar las Guayanas, la superficie total asciende a 17,3 millones de km2 y la población, según datos 2015, ascendía a 397,1 millones con una densidad de casi 23 hab/km2. Cabe advertir que Brasil representa 49,3% de la superficie del área y 50,9% del total de la población; mientras que Argentina posee 16,1% de dicha superficie y apenas 10,7% de la población, con sólo 15,3 hab/km2.
Bolivia, seguida por Ecuador, mantuvieron los mayores niveles de crecimiento (5,8 y 3,9%, respectivamente) aunque tal cosa no era nada habitual. Por contraste, Brasil, la mayor potencia del área, y cuarta en el ámbito mundial, tanto por superficie como en cuanto a cantidad de habitantes, volvió a repetir una marca muy preocupante, pues fue de 3,6% y, de acuerdo con los meses transcurridos de 2017, muy probablemente se completará un tercer año consecutivo de este mismo signo, situación que no tenía antecedentes semejantes en los últimos 60 años. Es obvio que, por dimensión, su economía gravita negativamente, extendiendo esa tendencia a casi todos los países vecinos. Ejemplos de ello son Uruguay, con un harto mermado crecimiento de apenas 1,1% y por supuesto, nuestro país en que, por primera vez desde el año 2002, registró una tasa negativa (-2,3%).

Si se toman en cuenta los indicadores sobre inflación es Venezuela, por amplísimo margen, la que presenta los indicadores más elevados con 72,6% en 2015 y con muy fuerte tendencia alcista puesto que en 2016 dicho porcentaje más que duplicó; a la par que tal tendencia prosigue sin freno alguno en el año el presente en curso. La diferencia se advierte nítidamente al cotejar con lo sucedido en Argentina, que aparece ubicada en segundo término, habiendo sido en 2015 el correspondiente índice 23,8%; posteriormente se ubican Brasil (10,7%) y Uruguay (9,4%). Los que tuvieron menores problemas en este sentido fueron Bolivia (3%) y Paraguay (3,1%).
En cuanto a la evolución de la inversión directa proveniente del exterior, dentro de un área que no ha sido preferente, en 2016 ha sido Colombia el destino con mayor nivel porcentual de éstas, con cinco por ciento respecto a su Producto Interno Bruto (PIB) mientras que en Brasil, aún con sus notorias dificultades, llegó a 4,5% y Argentina quedó en muy insignificante 0,5%. Esto contrasta con los anuncios oficiales sobre que “lloverían” inversiones extranjeras en nuestro país; lo cual se convierte en testimonio de una dura realidad que se atraviesa actualmente, incluidos los países integrantes de América del Norte, Europa Occidental y Central.
No obstante, es muy significativo que en el mencionado nivel de inversión extranjera, nuestro país también haya sido superado con notoria amplitud por Perú (3,3%), Chile (2,7%), Paraguay (2,5%) y hasta por Uruguay (1,8%). Parecería que esta circunstancia fuera reconocida como habitual por todos los especialistas del mundo pues los años más favorables en este sentido corresponden a 2008 y 2011; pero los más bajos se caracterizan porque aparecen intercalados, ya que corresponden a los ejercicios 2009 y 2015, traduciéndose en un virtualmente ingobernable “sube y baja” que agudiza los efectos del proceso recesivo generalizado.
La Casa Rosada busca alternativas
Es obvio que dicha circunstancia haya movilizado a los más altos funcionarios argentinos para gestionar, tanto en Estados Unidos como en China, la radicación de inversiones de esos orígenes en áreas estratégicas como energía, combustibles, transportes e industria pesada. En cuanto a China, debe tenerse muy presente que actualmente lidera las diez mayores potencias del planeta y que se estima que lo seguirá haciendo hasta 2050, mantiene una tasa de crecimiento anual de 6,5% que, según anuncian en Beijing, mantendrán incólume por una década. Ejemplo de su línea de gestión en tal sentido son las obras de transporte iniciadas recientemente en África que no sólo financian sino que ejecutan utilizando en alta proporción mano de obra local.

En el primer caso, ya llevan invertidos el equivalente a US$14 mil millones para tender, desde el “cuerno de África” (Etiopía), vías férreas con vistas a llegar a la zona de Dakar sobre el Océano Atlántico. De la misma forma también han ofrecido semejante apoyo a Brasil para comunicar mediante transporte ferroviario el norte atlántico de ese país con puertos peruanos del océano Pacífico. Ello explica las dos misiones encabezadas por el presidente argentino, que procura cerrar acuerdos en un escenario mundial muy poco propicio, además de asegurar la terminación de las usinas hidroeléctricas en curso en la provincia de Santa Cruz, que se habían interrumpido por inconsistentes objeciones sobre una eventual negativa influencia climática que podrían generar.
Debe tenerse muy presente que nuestras exportaciones han sufrido un notorio y muy preocupante retroceso. Desde el récord logrado en el año 2011, en que superaron US$83 mil millones, en 2012 sumaron un total de US$79.992 millones y a partir de entonces comenzó un virtual “tobogán descendente” que hasta llegar a 2015 en que se redujeron a apenas US$56.789 millones y para 2016 se han mantenido dentro de ese nivel mermado pues año cerraron con US$57.732 millones, importe muy levemente superior aunque muy semejante, con lo que pareciera haber encontrado “su piso”; lo cual, obviamente, no puede satisfacer los requerimientos de una economía con pretensiones de respaldar el crecimiento futuro del país.
A ello se debe agregar la tendencia seguida por las importaciones, pues dentro del referido quinquenio alcanzaron en 2013 el máximo nivel con US$74.442 millones. A su vez, la respectiva tendencia contractiva de éstas, aunque en una medida menor que las ventas al exterior, en 2016 totalizaron US$55.608 millones; culminando un circuito de continuado deterioro que no puede justificarse por causas externas. Más aún, se detecta respecto a ellas un muy serio agravante porque se ha incrementado mucho la participación de bienes de consumo que hasta hace sólo dos años representaban un residual 4,2% del total y ahora han trepado a 10,7%.
Tal circunstancia se debe a la política de “apertura” que propugna la conducción por medio de la sustancial baja de impuestos y tasas que antes gravaban la comercialización externa de ese tipo de bienes. Éstos protegían la producción nacional que ahora está muy afectada pues, además, rige un tipo de cambio sujeto a las tendencias del respectivo mercado. Dado que han declarado que este enfoque no se piensa modificar en ninguna circunstancia, no cabe otra alternativa que intentar incrementar la inversión productiva y con ella el nivel de exportaciones.

En búsqueda de soluciones
La situación antes descripta requiere, según la experiencia internacional, tomar una serie de medidas que, por su concepción librecambista, los funcionarios nacionales parecerían no tener el propósito de introducir pues rechazan todo lo que pueda ser considerado de corte “intervencionista”. Estados Unidos fue permanente centro ecuménico que ejercía e imponía esa concepción desde muchas décadas atrás; pero con la reciente nueva administración, por lo menos en los hechos, ha registrado un cambio sustancial lanzando consignas inversas tras el slogan de “EEUU, primero y hacia el interior”.
Sería un craso error adjudicar ello a un capricho de su singular primer mandatario Donald Trump, pues en esa muy delicada materia, el poder efectivo lo tienen los más poderosos empresarios del planeta, que intervienen incluso superando las eventuales directivas de las áreas políticas. Los tiempos que estamos viviendo deparan muchas sorpresas y quizá una de las más llamativas sea que ahora China haya tomado para sí tal estandarte y proclame su plena adhesión a la concreción de un comercio internacional sin “ningún tipo de intervensionismo”. Esta consigna la ha lanzado su presidente nada menos que durante su reciente visita a Nueva York y Washington.
En semejante escenario, la línea adoptada por el gobierno nacional y la intención de atraer capitales no será nada fácil de lograr y la mayoría de los analistas sostiene que no tiene demasiadas chances de fructificar; pero una visión inadecuada de la actual situación internacional puede hacer perder tiempo precioso. Se advierte con preocupación la insistencia puesta en impulsar un complejo de acciones coincidentes con el ideario librecambista, que tornan muy escabroso el camino elegido para concretar una acumulación generadora de mayor producción, que por no ser las más recomendables en un momento tan especial, pueden agravar la situación coyuntural.

Ello, en vez de atraer capitales especializados en producción de bienes exportables, incentiva a incursionar en colocaciones financieras que se caracterizan por la excluyente búsqueda de beneficios de corto plazo y que -logrados sus fines más inmediatos- optan por salir apresuradamente hacia sus domicilios centrales u otras plazas del mundo para dar continuidad a su carácter de “capitales golondrinas”; es decir, lo contrario a lo indispensable. Las redes comerciales que estos poderosos operadores manejan son también las que tienen a su cargo la creciente introducción de bienes de consumo durable en alta proporción innecesarios en un momento tan comprometido.
Es oportuno tener presente que mientras el presidente del Banco Central sostiene que el índice de inflación del corriente año será el adoptado al confeccionar el Presupuesto 2017 (17%), desde la sede central del Fondo Monetario, a mediados de abril pasado, se ha hecho saber que para fin de año estima que se elevará a 21,6% y, si se refieren al promedio de los doce meses el mismo llegará a un nada tranquilizador 25,6%. Simultáneamente ratifican su pronóstico de crecimiento (2,2%) reduciendo el de 3,5% de origen oficial y agregan que el índice de desocupación abierta llegará a 7,4%. Estos datos presagian que los “tiempos difíciles” no encontrarán, por lo menos en lo que resta del corriente año, una reversión que permita augurar perspectivas de un satisfactorio crecimiento.

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