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Preocupación por la insuficiente mejora de las exportaciones

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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 Por Salvador Treber

La actividad exportadora constituye un aspecto vital para sustentar el crecimiento de la economía nacional y lo que ha sucedido en el trienio 2016/18, en que descendieron -27,4%, debe ser motivo de especial atención pues sin dicho aporte se torna imposible siquiera pensar fundadamente en una recuperación de la economía argentina pues el año precedente ascendieron a US$61,6 mil millones.
Para tener una adecuada idea del retroceso habido se puede recordar que se alcanzaron los niveles máximos en el ejercicio 2011 con alrededor de US$84 mil millones; mientras en los dos años posteriores con US$79 y US$76 mil millones, respectivamente, pero en los últimos tres se mantienen en una media anual de unos 60 mil millones de dólares. Cabe recordar que en 1980 equivalían a 50% de lo que lograban vender al exterior tanto Brasil como México.
Cabe evaluar con cierto grado de precisión la problemática actual que aun luego de haber crecido +13% en 2018 apenas equivale a 10% respecto a México o la cuarta parte de lo que ha exportado Brasil. En 1970 nuestro país había logrado contribuir con 0,8% al total ecuménico de dicha actividad y ahora apenas llegan a un más que modesto 0,3%; datos éstos que ponen en clara evidencia la magnitud de retroceso habido. En el ejercicio 2000 ya cuadruplicaba las exportaciones de Perú y en 2018 lo hacía en sólo 30%. Tal involución es generalizada pues hasta 2013 superaba holgadamente a Chile en tal aspecto y en el año pasado tal relación se ha invertido.

Pese a que han estimado que la colocación de bienes y servicios en el exterior para el presente ejercicio aumente en 20%, aun así registrará una suba interanual inferior al cálculo previsto en todos los demás países sudamericanos. Los analistas sostienen que ello sucede debido a que han acumulado múltiples desajustes que han hecho perder en alta proporción la antes existente capacidad competitiva. Otra observación preocupante es que en Sudamérica aparece como el país con menor nivel de incremento en materia de exportaciones, salvo el excepcional caso de Venezuela.
Se citan como obstáculos insalvables para mejorar el ritmo de crecimiento de dichos embarques que se mantengan insuficientes niveles de financiamiento y una elevada presión tributaria que pesa sobre dicha actividad; lo que sumado a un alto índice de inflación afectan muy seriamente la normalidad del comercio exterior. Las empresas especializadas que podrían incidir positivamente no son más de 60, que exportan más de US$100 millones cada una; y apenas 15 de ellas son las que lo hacen en más de US$1.000 millones. Todas han “puesto el grito en el cielo” por el retorno de las retenciones que disminuyen y hasta eliminan los beneficios en tales operaciones.
Además, se señala que resulta muy problemática la inexistencia de suficientes medios como lo son cadenas bien provistas de todos los abastecimientos requeridos y de recursos humanos adecuadamente entrenados en las diferentes especialidades. Debe advertirse, y deberían tomarse como ejemplos, que muchos países hayan crecido impulsados por haber sabido adoptar con firme decisión criterios que conducen a un progreso en el largo plazo. Es que lo que se identifica como el “conocimiento productivo” exige sostener una muy firme consecuencia para evitar que se realicen irracionalmente importaciones que compitan y traben los desarrollos internos en curso.

La actual relevancia del comercio internacional
En este momento tan especial no se puede perder de vista que sólo los países más desarrollados siguen obteniendo buenos frutos por medio de un intenso intercambio en el mercado internacional. Ésa es la explicación por la cual en el mundo actual los 20 países que aparecen como los mayores exportadores también figuran, sin excepciones, como los máximos importadores. Una significativa experiencia es que a la cabeza aparezcan los países que han logrado concertar pactos bilaterales de apertura recíproca; vía que es reconocida como tal y ha sido elegida en no menos de trescientos casos. Obviamente sólo los que disponen de una amplia oferta están en condiciones de adoptar tal opción.

En nuestro caso, para acceder a alrededor de 70% del mercado exportador, los operadores nacionales se han resignado a pagar elevados aranceles debido a la ausencia en la medida indispensable de esos acuerdos bilaterales. Por otra parte, nuestros exportadores no han sido muy exitosos en el acceso a cadenas internacionales de valor donde se verifica tres cuartas parte de esa actividad. Seguramente el mayor inconveniente al respecto estriba en el hecho que desde Argentina operan sólo nueve por ciento de las mayores empresas internacionales y apenas cinco por ciento de las que poseen centrales en Latinoamérica.
Lo lamentable es que los conductores de las empresas argentinas, equívocamente, se muestran como no afectas a mantener relaciones permanentes; optando inexplicablemente por lazos poco sólidos y esporádicos. En los más destacados centros de investigación sobre esta materia, suelen apelar a la relación del monto de las exportaciones por trabajador afectado a esa actividad. En el caso argentino asciende a sólo US$3.359 y es notoriamente inferior al de los que corresponden a México, Perú, Chile, Paraguay e incluso Uruguay. Debe tenerse presente que dicho ratio se eleva a US$5.517 como promedio en el ámbito mundial.
Los especialistas advierten que será harto difícil lograr un incremento relativamente importante en dicho indicador, sin lograr previamente acceder a una mayor inserción internacional. Para lograr esa condición se requiere dar consistencia y estabilidad a una serie de variables internacionales y concretar el objetivo de impulsar proyectos importantes de largo plazo; al par de buscar que se eliminen obstáculos y excesos tributarios que indefectiblemente merman las perspectivas de impulsar con éxito y de forma sostenida un ritmo que sustente un adecuado crecimiento; condición que actualmente no se cumple.
Una prueba palmaria de ello se logra analizando los importes que registran los diez mayores destinatarios de productos y servicios argentinos durante el año 2018. En el primer lugar figura Brasil que también lo es como proveedor internacional, con el equivalente a US$11303,5 miles; mientras en el segundo pero muy distante aparece China, con US$4.217,3 miles que ha desplazado a Estados Unidos al tercer puesto por muy poco dado que en este destino se colocaron por US$4.185.6 miles. A continuación figuran otros siete países compradores de Asia (dos); África (uno) y Europa (tres) y Norteamérica (uno).

Argentina podría ubicarse en una situación de privilegio
A no pocos sorprende que sean cuarto y quinto Vietnam y Argelia con US$2.102,3 y US$1.726,1 miles, respectivamente. En cambio, el sexto puesto en que figura Holanda con US$1.703,7 miles es tradicional pues sus adquisiciones las destinan íntegramente a ser recolocadas en otros destinos externos. Completan el precitado cuadro en el 7º lugar India con US$1.603,1 miles; 8º España que suma US$1.509,5 miles; 9º Canadá con US$1.295,2 miles y 10º Suiza con US$1.294,7 miles. No deja de sorprender que no aparezca ningún otro país sudamericano e incluso exhiban un esquema de penetración en el comercio internacional notoriamente superior al nuestro.
No se puede pretender alcanzar mejores niveles de crecimiento y desarrollo si no se recuperan mercados parcialmente perdidos en los últimos años. No obstante, según la Organización Mundial de Comercio después de Brasil adjudican el segundo lugar a Argentina; quizá evaluando por lo menos el último decenio. Pero ello no nos puede llevar a un engaño pues actualmente esa realidad está muy lejos de la cruda realidad vigente; por tanto la situación requiere centrar todos los esfuerzos en recuperar dinámica. La excelente cosecha 2018/19 podría ser el instrumento más idóneo para, prontamente, retomar el rol protagónico que desempeñaba nuestro país.
Se torna indispensable al efecto mejorar, tanto cualitativa como cuantitativamente, el capital empresario y estatal afectado a rubros esenciales mejorando de forma indiscutible la calidad de los productos y desarrollar estrategias acertadas de incursión en el mercado ecuménico. Debe realizarse un gran esfuerzo para reinsertarse con éxito en el mundo que está viviendo la cuarta revolución industrial. Ello exige concentrar los esfuerzos en el logro de tal objetivo además de comprometer una fuerte dosis de capacidad intelectual, administrativa, al par de generar una oferta externa adicional a la actual y futura que preferentemente se concentre en una creciente provisión de bienes intermedios.

Al efecto debe tenerse presente que durante el año 2018 las exportaciones de origen agropecuario totalizaron alrededor de US$20 mil millones y otros US$23 mil millones fueron producidos por la colocación de manufacturas con materia prima agropecuaria; mientras el resto como son industrias varias, combustibles y energía han provisto aproximadamente US$18 mil millones. En el presente año se descuenta que los embarques derivados de una excelente cosecha serán muy elevados y que además impulsará al sector pues se considera que la producción agropecuaria récord jugará un rol protagónico, aunque de carácter temporario y no permanente como se requiere.
Los especialistas insisten en no aferrarse a una dependencia de los “caprichos” (cambios) climáticos e insistir en una amplia diversificación que combine acertadamente dicha actividad con especialidades industriales y una selección de servicios vitales. Se aconseja hacer una nueva selección de países que se consideran potenciales clientes y que en la actualidad son virtualmente ignorados como son Emiratos Árabes Unidos, Taiwán, Turquía, Tailandia, Malasia e Indonesia; además de procurar impulsar una intensificación del intercambio con México y Rusia.

Lo real es que si se estudia con la colaboración de expertos el mercado mundial, aun en tiempos difíciles como los actuales, se encuentran variadas oportunidades. Se puede advertir que en algunos de los países precedentemente citados son incluidos fundadamente entre los 35 mayores mercados importadores del mundo y la mayoría de ellos no han sido tratados como potenciales destinos para una colocación masiva de productos argentinos no sólo agropecuarios. La globalización en su cuarta sucesiva expresión, que está en su período inicial, resulta muy oportuno para sumar nuevos destinos. Por lo tanto, no hay que perder tiempo y tener muy presente que nuestro país fue otrora la séptima potencia económica mundial y actualmente se ubica en el rango 26º.

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