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Por qué el déficit fiscal se debe pagar con un ajuste social?

Por Luis A. Esterlizi* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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En su libro Democracia, José Nun menciona: “Joseph Schumpeter (político y economista austríaco-norteamericano)  afirmaba que tradicionalmente suele creerse que en una democracia, el electorado define y decide las controversias políticas primero y designa después a un conjunto de representantes para que se ocupen de implementar tales decisiones. Se trata en esencia de la visión que define al gobierno del pueblo. Sin embargo, salvo casos excepcionales, en la práctica las cosas nunca suceden así. Por el contrario, la secuencia se invierte: primero se elige a los representantes y éstos son quienes se encargan de resolver las controversias y tomar decisiones, definiendo de esta forma al gobierno de los políticos”.

Es evidente que el modelo democrático instaurado en Argentina después del gobierno de facto del 76 ha consolidado el gobierno de los políticos que han sido y son los que creen que ganar una elección les otorga un privilegio y no la responsabilidad mayor de ser consecuentes con su unidad y con la realización del país como Nación.

Con el pensamiento envanecido por la especulación personal, se creen iluminados que deben enseñarle al pueblo qué es lo que debe hacer, soportar o padecer en el presente para lograr un futuro promisorio que casi nadie o muy pocos ven.

Y es así como en 2015, al dirimirse dos propuestas que parecían opuestas, al cabo de 3 años nos encontramos con datos de una realidad que el gobierno actual había prometido superar: Más de 30% de la pobreza, 50% de la economía informal, una inflación que supera 40%, un proceso de una enorme recesión económica, pérdida de miles puestos de trabajo, cierre de pequeñas y medianas empresas, caída del poder adquisitivo de los salarios, depreciación de 100% de nuestra moneda y un default provisoriamente superado por la intervención del FMI.

Es entonces cuando debemos preguntarnos: ¿No será que la economía en democracia, que debería estar al servicio de políticas beneficiosas para la sociedad, hoy solo busca equilibrar cifras y montos en un balance donde no se cuentan personas ni situaciones sociales de enorme trascendencia en la vida y existencia de un pueblo?

Y lo más pecaminoso es ver cómo la cuestión eminentemente social sigue resguardándose con parches por intermedio de subsidios y planes estructuralmente cortoplacistas, como lo han venido haciendo todos los últimos gobiernos que por desgracia quedan para siempre atados a la especulación electoral.

De allí que los políticos piensan que todo esto hay que dirimirlo en el 2019, tanto desde el oficialismo como de la oposición, sin que a nadie se le ocurra la trascendente misión de convocar al conjunto de los sectores de nuestra sociedad para superar definitivamente los problemas estructurales que durante 35 años, ninguno se dedicó a combatir.

Y no nos conformemos con que esas causas son el déficit del Estado y creer que con un ajuste, que recae sobre todos los habitantes, y la constricción del circulante será suficiente remedio para encaminar la economía nacional.

Es cierto que el déficit fiscal es importante por irresponsabilidad de quienes han manejado los sucesivos gobiernos, por un lado subsidiando la pobreza, la incultura del trabajo, la falta de producción energética, la salud, la educación, como forma de ocultar el empobrecimiento estructural de grandes sectores y por el otro aumentar el déficit fiscal con la corrupción en las obras públicas, nula reestructuración administrativa, control del endeudamiento y nada de achicamiento en los gastos superfluos.

Por lo tanto, los gobiernos y los candidatos que pretendan serlo en el futuro deben terminar con posturas irracionalmente inflexibles, dejar de jugar a parecer distintos y ser igualmente responsables en convocar a un acuerdo político, económico y social a todos los sectores, con amplitud y sin sectarismos, con el fin de:

 

  • Consensuar las políticas públicas que terminen sí o sí con la pobreza estructural, el endeudamiento irresponsable, el despilfarro de los gobernantes y la corrupción en las obras públicas, obrando al servicio del crecimiento económico y desarrollo social.
  • Aumentar el consumo interno, incorporar al círculo virtuoso de la economía a los sectores desalojados por la alta presión impositiva y conformar tasas de interés compatibles con la necesidad de miles de pymes para no ser expulsadas del mundo del trabajo y la producción.

 Ese es el auténtico cambio que todos -dirigentes y sociedad- tenemos que realizar y que se corresponde exclusivamente con el amor al pueblo del que somos y nos sentimos parte. Con la ética puesta en los roles y funciones que como representantes dignos les debemos a quienes representamos. Con la convicción de que debemos sí o sí ser útiles al destino trascendente de los argentinos. Y, por sobre todas, las cosas con el propósito de dejarles a nuestros hijos y nietos un mundo mejor.

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