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Pacto de silencio sobre la muerte de Dag Hammarskjöld

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El verano de 1960, en el Hemisferio Norte, fue tórrido. No sólo en lo climático. La ONU, de la mano de su secretario general, el sueco Dag Hammarskjöld, soporta la peor de las crisis de su historia. Intenta, contra viento y marea, prevenir una guerra fratricida. La que se cernía sobre la recién independizada República del Congo.

Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para Comercio y Justicia

Su nuevo gobierno, que debía inventarlo todo, surge del seno de una frágil coalición entre el presidente Joseph Kasavubu y su rival, el primer ministro Patrice Lumumba. Líderes que, a su vez, resultan severamente cuestionados por los consejos tribales que veían peligrar su existencia. No sólo por razones políticas o religiosas, sino que preservaban sus espacios de poder y negocios ya que suelen venderse al mejor postor.

La rebelión cunde. El 5 de julio, tropas congolesas se amotinaron contra sus oficiales belgas.

El 11, Moise Tshombe declara Estado independiente a su provincia, Katanga. Kasavubu y Lumumba procuran el auxilio de los Cascos Azules para que restauren el orden y el principio de autoridad.

Dag Hammarskjold (DH) asume como suyo el conflicto. Debe vencer prejuicios de antiguos miembros del organismo. Colombia, Venezuela, República Dominicana cuestionan la decisión del secretario General. No corresponde enviar, declara Francisco Franco, una fuerza de paz a una región que, apenas ayer, “se ha incorporado a Naciones Unidas y no cumplimenta sus obligaciones para ser miembro pleno”. El Kremlin acusa a DH de proteger los intereses coloniales, por lo que reclama su renuncia.

El 13 de julio Hammarskjold pide al Consejo de Seguridad una pronta respuesta a la petición del Congo. Las negociaciones se empantanan. La URSS condena a Bélgica por agresión; Francia, Inglaterra y EEUU defienden a su aliado. En la madrugada del 14, el Consejo toma una resolución de compromiso. Autoriza al secretario General exigir el retiro de las tropas belgas y movilizar una fuerza de la ONU al Congo. Hammarskjold contaba con el apoyo militar de otros países africanos, integrantes de la recién reorganizada Unión Africana. Cinco días después, informó que más de 3.500 soldados de Túnez, Ghana, Marruecos y Etiopía, se desplegaban sobre el territorio congolés.

El despliegue de las tropas de la ONU ni resolvió la crisis ni terminó con los problemas de Hammarskjold. El 5 de septiembre Kasavubu destituye a Lumumba, que inmediatamente anunció que deponía al presidente. Joseph Mobutu, comandante del Estado Mayor, se apropia del poder. Uno de sus primeros actos fue expulsar a las embajadas del bloque soviético. Kasavubu quedó como presidente nominal, pero Lumumba fue arrestado y entregado a sus enemigos de Katanga que lo asesinan brutalmente en 1961. Moise Tshombe persistió en su desafiante separatismo y alistó a mercenarios europeos para reforzar la independencia de Katanga.

Hammarskjöld, que se encontraba en una situación muy difícil, decidió negociar personalmente con Tshombé. La reunión se debía realizar en algún lugar de Rhodesia del Norte (hoy Zambia), a la que también acudiría el enviado británico a la zona de conflicto. A instancias de Estados Unidos, la ONU niega a su secretario General aviones de escolta por temor a la aviación katangueña. A pesar de ello, DH, decide embarcarse en su DC-6. Volaría de noche, en silencio de radio, dando un gran rodeo para alcanzar el aeródromo rhodesiano de Ndola sin sobrevolar Katanga

Hacia la medianoche del 17 de septiembre, el DC-6 llegó a Ndola y mantuvo un breve contacto por radio con la torre de control. Trazó un círculo para iniciar el aterrizaje y se perdió en la noche. Las autoridades concluyeron que había emprendido el regreso sin aterrizar y cerraron el aeropuerto. Unos carboneros que trabajaban en un bosque cercano vieron al DC-6 de Hammarskjöld seguido de otro avión más pequeño que parecía hostigarlo y del que en un momento dado salieron lenguas de fuego. Después, el DC-6 se estrelló en el bosque y el atacante desapareció en la noche.

Más allá de las verdades convenientes y los acuerdos secretos, la opinión pública sueca, al igual en África y en el Tercer Mundo, en general cree a pie juntillas en la teoría del magnicidio. “Fue víctima de un ataque deliberado, inspirado por Inglaterra y ejecutado por sir Roy Welensky, primer ministro de la Federación Rhodesiana, y por Tshombé, ese traidor africano de Katanga”, resumía la opinión africana un diario de Ghana, recogido por periódico español ABC, que transmitía a la opinión española la idea del magnicidio.

La explicación más plausible de la muerte de Hammarskjöld se dio en París, una década después. A principios de los años 70 se presentó en la oficina de United Press International (UPI) un grupo de mercenarios que pretendía vender la historia de lo que había pasado de verdad aquella noche en Rhodesia. Según éstos, se habían enviado dos aviones Fouga-Magister katangueños a interceptar el vuelo de Hammarskjöld. Uno de ellos disparó unas ráfagas de advertencia con balas trazadoras que impactaron en el fuselaje. El avión del Secretario General estalló en el aire. El primer ministro sueco Olof Palme, que ordenó revisar lo ocurrido, fue asesinado, el 28 de febrero de 1986, a la salida de un cine en Estocolmo. ¿El pacto de silencio se sella a balazos?

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