Otro final posible para Thelma y Louise

Por Jael Arias Shocrón [1]

Revisar el cine desde la perspectiva de género resulta un muy interesante ejercicio para comprobar de qué modo se han sacudido nuestras conciencias y cómo se ha modificado nuestra visión del mundo. De hecho, la mirada actual de películas, series y publicidades de antaño nos permite identificar situaciones -antes naturalizadas- que importan sin duda acciones que afectan la autonomía de la mujer. Incluso, vale reconocerlo, muchas de esas situaciones ni siquiera tenían nombre y su misma existencia apenas podía ser intuida a partir de la incomodidad que nos generaba, como el micromachismo que subyace en lo que se denomina “mansplaining”[2].

Y por supuesto -a partir de allí- se puede reconocer un in crescendo de acciones hasta llegar al consentimiento femenino (“no es no”) en las relaciones sexuales y que -gracias a ello- se ha redefinido. Lo que resulta sumamente interesante es poder compulsar productos culturales de una época en la que la configuración general del mundo se asentaba en la creencia acerca de que los derechos de la mujer tenían un casi nulo impacto[3]. Así entonces, algunas películas que querían reflejar el romanticismo masculino hoy pueden parecernos muestras claras de celos desmedidos, control o incluso abusos en casos en que la mirada general no los identificaba en toda su dimensión. Ejemplos de ello sobran, pero el más paradigmático puede ser el de “El último tango en París” (Bertolucci, 1972) filme en el cual -se supo más tarde- se hicieron fuertes escenas sin el consentimiento de la propia actriz que recién lo reveló más de treinta años después y el tema no tuvo, increíblemente, mayores repercusiones mediáticas sino recién varios años después cuando una ola de revelaciones de abusos comenzó a gestar el movimiento “Me Too”[4]. Es más, casi podría decirse que no resulta sencillo encontrar una película de más de diez años que haya podido esquivar los estereotipos de género o que pudiera pasar el denominado “test Bechdel”[5].

Sin embargo, la película “Thelma y Louise” dirigida por el reconocido Riddley Scott, a pesar de haber sido estrenada hace treinta años (1991) sí lo hace. En efecto se trata de una película que, puesta en el contexto de la época y siendo un producto de cine industrial o de consumo masivo, puso en el tapete y trató para el gran público temas sumamente provocadores por lo que fue considerada -con el paso del tiempo- como símbolo de la liberación femenina. Y sin duda que había motivos para ello.

“Thelma y Louise” es quizás la película de tipo “road trip” más emblemática de la historia de Hollywood; protagonizada por dos mujeres la trama va mostrando como una simple escapada de fin de semana de dos amigas, en cierto modo oprimidas, termina siendo un viaje trágico en el que atraviesan acosos callejeros, el dilema de romper las reglas sociales en encuentros amorosos y un ataque sexual que termina derivando en el homicidio del agresor no les deja otra opción a las protagonistas que tomar la drástica decisión que plasmó el director en el icónico final, como una metáfora de libertad.

Sin dudas el filme tiene varios momentos interesantes para leer en clave de género, aunque el principal es la situación del homicidio de Harlan por parte de Louise en ocasión que éste se encontraba abusando sexualmente de Thelma. La situación es la siguiente: las amigas llegan a un bar repleto de gente y luego de beber unas copas Thelma baila animadamente con un hombre llamado Harlan que le propone salir a tomar aire. Se dirigen hasta el estacionamiento del lugar y allí Harlan, a pesar de la negativa expresa de Thelma, se abalanza sobre ella con intención de besarla.

Thelma intenta apartarse y le reitera la negativa, pero el hombre -pareciera que para “calmarla”- le pega un golpe en la cara a mano abierta aclarándole que “no iba a hacerle daño” y sigue tocándola e intentando quitarle la ropa. Ante la indiferencia de Harlan, Thelma intenta defenderse propinándole una cachetada que provoca una agresiva reacción en el hombre que le pega dos fuertes golpes de puño y la pone de espaldas sobre el baúl de un auto con intenciones de abusarla. Cuando se aprestaba introducirle el pene, aparece Louise y le apunta a Harlan en la nuca pidiéndole que deje a su amiga. El hombre le dice que sólo se estaban divirtiendo, Thelma se incorpora y busca refugio detrás de su amiga. Louise entonces le hace saber a Harlan que cuando una mujer llora no se está divirtiendo. Sin embargo, lejos de reflexionar el hombre hace saber desafiante que se arrepiente de no haber terminado de actuar. En ese momento Louise le dispara en el pecho.

Esta situación es una metáfora de desobediencia al sistema social. Es como si con esta acción extrema e inicial -sabiendo que nadie creerá su historia de defensa propia- las protagonistas ya convertidas en fugitivas comenzaran a dar rienda suelta a su rebelión contra la cultura machista. Es que la trama del filme deja ver que Louise ya había sufrido un ataque sexual en el pasado y que la justicia en aquél momento la había ignorado, de manera que sabe ahora que la real explicación que pueden dar del homicidio no va a ser atendida. Esto queda claro cuando Louise le explica a Thelma durante la huida que había sido vista bailando con el agresor por muchas personas, dando a entender que hay una percepción de que, si una mujer acepta bailar e irse con un hombre, el consentimiento para una relación sexual se encuentra implícito, de modo que -con esos antecedentes- la explicación de que ella no quiso mantener relaciones sexuales no sería creíble y por lo tanto menos la acción en su defensa.

Más adelante, Thelma ya transformada mentalmente, le reconoce a Louise que, si no hubiese intervenido a tiempo, seguramente su atacante hubiera logrado dañarla sin ninguna consecuencia para él porque todos dirían que ella se lo buscó y su vida estaría más arruinada de lo que estaba en ese momento porque aún fugitiva, por lo menos se está divirtiendo. Hacia el final de la película Thelma y Louise quedan con su Ford descapotable enfrentadas al precipicio que ofrece el majestuoso Gran Cañón. La imagen muestra la mira telescópica sobre sus cabezas. A sus espaldas las asedia un ejército de hombres armados y seguramente la muerte por electrocución bajo las duras leyes de Arizona. Ellas se miran y -ya otras- deciden “seguir adelante” y acelerar hacia el vacío y la muerte como la única forma de quedarse con esos días de libertad y de vida plena. El final difiere notablemente de los “finales felices” propios de las películas hollywoodenses, pero de acuerdo a la historia era lo único que resultaba coherente con la trama porque de esa forma las protagonistas mantienen el control de sus vidas hasta el último momento.

Realicemos ahora un ejercicio contra fáctico. La propuesta es pensar qué suerte les hubiera deparado a las protagonistas si mansamente se entregaban a las fuerzas de seguridad y eran sometidas a un juicio. ¿Sería Louise condenada por homicidio y condenada a la pena de muerte? Obviamente, para realizar tal ejercicio mental, nos tomamos la licencia de hacerlo con el esquema normativo de nuestro país y no bajo las leyes de Arizona que prevén incluso hasta la pena de muerte.

La primera reflexión que nos surge es que seguramente en aquel lejano 1990 (época en la que sitúa la película), no habría eximentes para Louise quien sería condenada por un homicidio simple y probablemente las especiales circunstancias de su comisión podría ser considerado al momento de la individualización de la pena (art. 40 y 41 CP) aunque sin perspectiva de género. En efecto, no hace falta decir que la legislación vigente en la época e incluso la propia configuración social no tenía en cuenta la experiencia de las mujeres y por tanto no existía una mirada de género. El derecho penal clásico no había recogido aún instrumentos para incorporar la perspectiva de género en la dogmática. Seguramente se argüiría que la agresión ilegítima de Harlan había cesado y el disparo de Louise había sido simplemente la expresión de su voluntad de quitarle la vida.

La dogmática penal, a través de la formulación de categorías: tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, se presenta como una herramienta que permite dar respuestas coherentes a los casos de infracción a la ley penal. Sin embargo, desde el punto de vista clásico la dogmática ha prescindido de incorporar datos de la realidad a sus formulaciones, presentándose como un sistema abstracto y descontaminado justamente para asegurar soluciones objetivas y coherentes. Zaffaroni[6] sí incluyó dentro del análisis de los elementos del delito cuestiones vinculadas con los contextos sociales en los que se aplica, o particularidades de los sujetos involucrados en el suceso (culpabilidad por vulnerabilidad), pero en definitiva tampoco hizo en ningún momento alusiones expresas a la cuestión de género. A pesar de ello resulta sin duda más fácil imaginar sobre su dogmática, más que en otras, una reformulación de los elementos, puesto que el autor parte de reconocer la base ideológica del sistema penal como herramienta al servicio de fines de dominación. Insisto que el concepto de vulnerabilidad en la culpabilidad que maneja el autor, resulta sumamente permeable para la cuestión de género.

Pero, de todos modos, los postulados de Zaffaroni no eran dominantes en 1990, por lo que resultaría dudosos que algún Tribunal del país pudiera haber aceptado algún planteo de inculpabilidad por vulnerabilidad. Es que en aquella época parecería difícil de admitir un planteo como el efectuado en autos “Gómez, Analía Verónica”[7] por parte del Fiscal General en un dictamen emitido ante la Cámara Federal de Casación. Si bien esta causa se refería al tráfico de estupefacientes el razonamiento podría resultar perfectamente aplicable al caso de Louise pues si tenemos en cuenta el sello del abuso marcado a fuego en su biografía podríamos preguntarnos -como hizo el Fiscal referido- cuál era el abanico de conductas disponibles y cuál era el esfuerzo que debía realizar para optar por aquella adecuada a derecho (culpabilidad por el acto).[8]

Mucho menos considero que podría si quiera pensarse en una legítima defensa cuyos requisitos se analicen bajo la perspectiva de género como ha hecho el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba en fallos recientes[9], en los cuales sentó claros criterios respecto a que deben considerarse la condición de mujer de la acusada y la violencia de que era víctima, en el análisis de los requisitos de la legítima defensa, en el exceso en la legítima defensa e incluso en relación a otros atenuantes. En efecto, tengamos en cuenta que en la época del caso hipotético de Thelma y Louise, los textos de Derecho Penal teorizaban ejemplos de legítima defensa con estereotipos de género como “el caso de la amante de la adultera” o la madre que no alimentaba a su bebé o no le brindaba asistencia médica para ilustrar los delitos de comisión por omisión. No parece viable que en ese esquema se pueda pensar en plantear una legítima defensa con perspectiva de género para Louise por lo que considero que de haber sido juzgada en esa época es probable que -aunque no la pena de muerte como en Arizona- habría sufrido una condena elevada por el delito de homicidio.

Pero si el ejercicio mental propuesto era que Thelma fuera juzgada en la actualidad y en argentina y -para sumar un ingrediente más- que lo sea en nuestra provincia, pues en ese caso buenos vientos soplan a favor de la protagonista cuya situación procesal, en el marco de la perspectiva de género, podría resultar sustancialmente mejor que la de aquella época.

De acuerdo a las circunstancias del caso que muestra el filme, resulta claro que el cowboy Harlan estaba abusando sexualmente de Thelma sobre un vehículo en el estacionamiento fuera del bar. Había efectuado tocamiento en sus genitales de manera superficial, y luego había avanzado por debajo de la ropa colocándola -todo contra su voluntad- en posición para accederla carnalmente, momento en el que aparece Louise con un arma de fuego en sus manos e impide que el atacante continúe con su faena. Una clara y ostensible tentativa de abuso sexual con acceso carnal.

Así las cosas, podemos afirmar que Thelma fue víctima de violencia de género, puesto que conforme lo ha explicitado el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba, el abuso sexual es de por sí expresivo de violencia de género, de manera que el ataque sexual de un desconocido ya califica como tal[10]. Louise intervino en defensa de un tercero que estaba sufriendo -sin duda-, una agresión ilegítima actual que lógicamente no fue provocada por ella y en consecuencia quedaba legalmente habilitada a actuar en la forma que lo hizo.

Obviamente damos por cierta toda esta secuencia porque la prueba hoy -sobre todo los dichos de la víctima-, debe valorarse también con perspectiva de género. En otros tiempos hubiera resultado dudoso que se le otorgue credibilidad al hecho de que Thelma estaba siendo víctima de un abuso sexual dado la mediación de un reconocido estereotipo de género, el del consentimiento tácito del acto sexual en virtud de las circunstancias por haber Thelma aceptado salir del bar con su atacante. Nuestro máximo tribunal ha dicho al respecto que no existe el consentimiento tácito o implícito en actos sexuales. De lo contrario, se configuraría un prejuicio sexista acerca de que las mujeres se encuentran en un estado perpetuo de consentimiento frente a la actividad sexual.[11]

Entiendo que el caso sale del común de aquellos que han disparado la reformulación de la doctrina clásica de la legítima defensa y sus requisitos para dejar entrar a la experiencia de las mujeres. Me refiero a aquellos casos de mujeres que se defienden de sus parejas maltratadoras. Este caso tiene dos factores que problematizan la cuestión, uno es la inminencia de la agresión, tema sobre el que ya hay antecedentes concretos y específicos, pero no resultan aplicables al caso. Y otro es la circunstancia de que quien defiende es un tercero que no es víctima de violencia de género del atacante, aunque sí se encuentra en su biografía.

Es que en lo que respecta a la agresión ilegítima, repito en casos de mujeres que se defienden de su maltratador, se ha atendido al carácter cíclico y continuo de la violencia, por lo que se ha reformulado la inminencia de la agresión para extenderla más allá del momento inmediatamente anterior a la defensa[12]. No parece que se pueda usar ese argumento ya que el atacante era un desconocido para ambas. Sin embargo, se debe destacar que Elena Larrauri[13] hace una interesante reflexión respecto de la legítima defensa como instituto que discrimina a la mujer si se aplica rígida y formalmente en tanto fue pensada sobre un modelo hombre-hombre, sin atender a que la mujer -de menor potencia física- puede necesitar otra estrategia defensiva para repeler un ataque violento, lo que parece sumamente atinado.

En este orden de cosas, teniendo en cuenta que la inminencia de la agresión no es un requisito escrito para la procedencia de la legítima defensa, su interpretación debe ser amplia y analizada a la luz de la perspectiva de género. Por otro lado, en la apreciación de los hechos del tipo permisivo tiene plena vigencia el principio in dubio pro reo por lo que conforme las circunstancias de hecho (la actitud del atacante) no se puede desechar que haya habido una continuidad inminente de la agresión que el tercero repelió.

Finalmente, también podría considerarse encuadrar la conducta de Louise en una legítima defensa putativa, pues ésta tuvo razones suficientes para creer -erróneamente- que actuaba justificadamente. De esta manera entonces podríamos decir que Louise -en términos de Núñez[14], quien trata de manera unitaria al error en la llamada “teoría del dolo”- incurrió en un error sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación, es decir en un “error esencial” excluyente del dolo. O tratarlo como un error de prohibición indirecto e invencible que elimine la conciencia de la antijuricididad. Es que al incorporar la experiencia de la mujer al análisis jurídico penal en el marco que ocurrieron los hechos, advertimos que Louise nada podía hacer en medio de la precipitación de los acontecimientos para salir de su error; no tenía posibilidad de examinar la magnitud de la agresión de la que era víctima.

Thelma y Louise tomaron la decisión de ir para adelante, aunque fuera al precipicio porque les esperaba –en el mejor de los casos- la cárcel o quizás la propia muerte. Ese viaje iniciático las transformo y decidieron entonces –por ellas mismas- la muerte, como metáfora de la libertad. Nadie iba a creer su versión. Nadie iba a creer que Thelma no consintió el acto y estaba siendo abusada. Nadie iba a creer que Louise impidió que el abuso continuara. El cambio de paradigma ha sido notable en muy pocos años. Seguramente -por suerte- una historia similar no sería tan creíble como entonces porque el futuro les ha dado a todas las Thelma y Louise una razón para no tener que elegir entre la muerte o la dignidad.

[1] Abogada. Especialista en Derecho Penal. Docente UNRC. Este artículo resultó seleccionado entre los trabajos finales presentados en el marco del Seminario de Género y Derecho Penal. Debates actuales de la parte general. Dictado en la Facultad de Derecho de la UNC con el aval del Departamento de Derecho Penal y Criminología y la Secretaría de Graduados.

[2] Término utilizado para referir una modalidad de violencia de género en la que el hombre toma una actitud paternalista y condescendiente para explicarle algo a una mujer por considerar que ésta no sabe aun cuando sea experta en el tema.

[3] Ortega y Gasset, J. (1970) Ideas y creencias. Revista occidente

[4] Movimiento feminista originado a partir de denuncias de agresiones y acosos sexuales formuladas por mujeres vinculadas al mundo del cine a través de las redes sociales utilizando el hashtag “MeToo”

[5] Que, según la enciclopedia libre más consultada actualmente en internet, puede ser definido como un método para analizar en distintas producciones artísticas como películas, cortos, series, etc., las desigualdades existentes entre hombres y mujeres utilizando como criterios: la aparición de personajes femeninos, los diálogos que éstas tienen y el tema sobre el que hablan. (https://es.wikipedia.org/wiki/Test_de_Bechdel, visitado el 22.08.2021)

[6] Zaffaroni, Eugenio Raúl., Alagia, Alejandro & Slokar, Alejandro Derecho Penal: Parte General (Segunda ed.), Ediar, Buenos Aires, 2011.

[7] Dictamen nro. 9983 “Gómez, Analía Verónica”. Causa nro. FMZ 55018152/2012/CA1 -CFC, Sala IV, Fiscalnet 109842/12. En su dictamen el Fiscal analiza el ámbito de autodeterminación de la imputada que pretendía ingresar a un establecimiento penitenciario con veintiocho cigarrillos de marihuana, escondidos en el interior de su vagina, para después entregárselos a su pareja detenida. A criterio del Fiscal la imputada fue puesta en la disyuntiva de acceder a las peticiones de su concubino adicto o poner en peligro su relación y soportar consecuencias negativas que repercutirían en la crianza de su hijo por nacer, como sería la pérdida de ingresos.

[8] Tal es la utilidad del dictamen para la interpretación judicial de casos de víctimas de violencia de género que fue recopilado en el gran trabajo de Laurenzo Copello, P., Segato R. y otros. (2020). Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad. Hacia una teoría del delito con enfoque de género . Programa Euroscial: Madrid

[9] Sala Penal, “H., M. A.” (S. n.° 76, 15/03/2021); “L., A. Q. y otro” (S. n.º 507, 12/11/2020); “Correa” (S. n° 167, 22/5/2017)

[10] TSJ, Sala Penal, “Romero” (S. n° 412, 12/10/2018); “Iacoi” (S. n° 525, 17/11/2020)

[11] TSJ, Sala Penal, “Campos” (S. n° 344, 24/7/2019)

[12] TSJ, Sala Penal, “L., A. Q. y otro” (S. n.º 507, 12/11/2020)

[13] Laurenzo Copello, P., Segato R. y otros. (2020). Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad. Hacia una teoría del delito con enfoque de género. Programa Euroscial: Madrid

[14] Núñez, R. (1999). Manual de Derecho Penal. Parte General (Cuarta edición ed.). Córdoba: Marcos Lerner.

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