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Olivier Dubois o cuando el oficio de periodista cuesta la vida

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Reporteros sin Fronteras (RSF) y un coro de voces de corresponsales internacionales dispersos por el mundo insisten en denunciar la desaparición de Olivier Dubois en la ciudad de Gao, noreste de Mali, ocurrida el 8 de abril pasado, ante la morosidad de las autoridades de esos territorios en emprender la búsqueda y rescate de nuestro colega.

Horas antes, éste había aparecido en un video difundido en redes sociales en el que confirmó haber sido secuestrado por el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, conocido con el acrónimo de JNIM -por sus iníciales en árabe- e integrante de las organizaciones yihadistas afines a Al Qeda en Mali.

Con la aparición del video, los organismos internacionales, encabezados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, tomaron cartas en el asunto y habrían iniciado negociaciones con los secuestradores.

Olivier Dubois, quien ha colaborado con medios como el diario Libération o Le Point Afrique, aparece vestido con un traje tradicional rosa claro, mira fijamente a la cámara y se dirige a su familia, amigos y autoridades francesas para pedir “que hagan todo lo que esté en su poder” por liberarlo.

El secretario General de RSF, Christophe Deloire, aseguró que Dubois “no regresó a su hotel después del almuerzo” el 8 de abril pasado, y que se enteraron de su desaparición “dos días después” pero evitaron hacerla pública “para no obstaculizar un posible resultado positivo rápido”.

Deloire también sostuvo que Dubois es un “periodista experimentado (…) conocía bien esta región tan peligrosa del este del país”. 

Por esa razón, “Pedimos a las autoridades malienses y francesas que hagan todo lo posible para obtener su liberación y enviamos todo nuestro apoyo a su familia y seres queridos”, sentenció el líder de RSF.

“Es un video de 21 segundos que se puede calificar de ‘salvaje’, no está validado por un grupo terrorista. Lo recibí de madrugada”, contó Wassim Nasr, especialista en movimientos yihadistas de France 24.

“Olivier Dubois da su identidad y confirma su condición de rehén”, agregó, a la vez que comentó que el periodista iba a entrevistar a un comandante yihadista local en Gao, después de una trabajosa negociación que habría llevado algo más de cien días, en la que se trató la seguridad de Dubois.

En un artículo titulado “Nuestro corresponsal Olivier Dubois como rehén en Mali”, el diario Libération explicó que el periodista «lleva seis años viviendo en Mali, un país al que ama y conoce bien».

En la pieza, el periódico destacó que Dubois “trabaja como redactor autónomo con ‘Libé’ desde el año pasado” y que “cubrió notablemente la revuelta popular que sacudió a Bamako este verano, el golpe de Estado del 18 de agosto, el conflicto intercomunitario de la etnia dogon en el centro de Mali y la liberación de los rehenes Sophie Petronin y Soumaïla Cissé”.

«Olivier se encuentra hoy al otro lado del espejo, él mismo cautivo. En manos de este grupo yihadista que ha jurado fidelidad a Al-Qeda y ha hecho de los secuestros su especialidad», explicó Libération. 

La misión que había emprendido Dubois era considerada de extremo riesgo por los editores del periódico francés, aunque la “presa era codiciada.” Abdallah Ag Albakaye -de él se trata- es un lugarteniente destacado de la organización islamista armada, intermediario y hábil negociador cuando suceden conflictos dentro de estructura jerárquica de los milicianos y asoma en el mapa del terrorismo islámico africano como un personaje audaz y carismático con pretensiones de liderazgo regional. 

Los grupos terroristas activos en Mali y en otros países del Sahel fueron signatarios del Acuerdo de Paz de Argel. La traición y la deslealtad, al parecer, son moneda corriente. De ese fango surge nuestro personaje, cuya palabra era tan buscada en Occidente.

Fango que permite a todos mantener estrechos vínculos de la guerrilla mahometana con bandas de narcotraficantes y participar del secuestro de migrantes que terminan sus días esclavizados o ser mercancía barata para la prostitución, o cobayos de laboratorios clandestinos especializados en la falsificación de medicamentos.   

Las órdenes de detención contra los responsables de los movimientos armados han sido renovadas casi de inmediato. Sin embargo, nadie apuesta a su efectividad. Los servicios de seguridad de Mali son demasiado débiles y corruptos. Insistimos, la lista de los buscados es pública. Sus nombres aparecen una y otra vez en los comunicados de prensa de alguna fiscalía. Después, el silencio. Sólo queda el grito sordo de los familiares en reclamos que se reflejan en la prensa internacional, y en denuncias ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad y de guerra.

Los cargos son: terrorismo; sedición; atentado contra la seguridad del Estado y la integridad del territorio nacional; uso ilegal de la fuerza armada; devastación pública y saqueo; delitos  raciales, regionalistas y religiosos; narcotráfico internacional y promoción de la esclavitud, como ya está dicho.

El secuestro de Olivier Dubois y la aparición de su video en las redes sociales han provocado un pequeño terremoto. En los escritorios de las redacciones y de los burócratas gubernamentales han resurgido, como por arte de magia, fotografías y copias de sus prontuarios, muchos de los cuales se han reconvertido en respetables hombres de gobierno y de la justicia. Un espejo lamentable de esa África sin destino que ahora la consume -más allá de todos los padecimientos que le persiguen a lo largo de los siglos- el covid-19.

A la hora del cierre de esta columna, un experto francés en propaganda yihadista en Internet aseguro que el video fue subido por Wareeth al-Qassam, un medio de comunicación pro-Al-Qeda, sin denunciar su secuestro.

Nadie sabe qué hará el gobierno de Mali frente a estas circunstancias. Todo se arregla con dinero, avisan algunos expertos en cuestiones africanas. El gobierno, en el caso de Sophie Pétronin, pagó un cuantioso rescate, además de la liberación de más de 200 prisioneros, entre ellos varios yihadistas. 

A pesar de las persistentes conjeturas, el gobierno de Mali nunca ha confirmado el caso Dubois, cuyo secuestro eleva el número de rehenes occidentales retenidos en el Sahel a por lo menos seis. Los otros son un rumano y un australiano secuestrados en Burkina Faso, un estadounidense secuestrado en Níger, una monja colombiana quien, tras su conversión al Islam, comandaría una división de mujeres musulmanas en Mali, y una alemana en Níger.

Malí ha estado plagado de episodios similares desde 2012, luego de un empuje yihadista desde el norte, que sumió al país en una crisis de seguridad y se extendió al centro y luego a los vecinos Burkina Faso y Níger.

La violencia yihadista, intercomunitaria u otra, han dejado miles de muertos y cientos de miles de desplazados, a pesar de la intervención de fuerzas de la ONU, francesas y africanas.

Las Federaciones Internacionales y Europeas de Periodistas (FIJ-FEJ) y sus afiliadas francesas SNJ, SNJ-CGT y CFDT-Periodistas exigieron en un comunicado conjunto la «liberación inmediata» de Olivier Dubois.

Estos sindicatos subrayan que la cobertura en áreas peligrosas «se basa en gran medida en periodistas independientes» que trabajan para varios medios, y que éstos «merecen la asistencia financiera, logística, psicológica y de gestión de riesgos completa de sus editores». 

Las direcciones de medios para las que trabaja Olivier Dubois deben hacer todo lo posible por su liberación”, dicen.

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