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Objetivar la sustentabilidad de los acuerdos de familia

Por Analía Reineri* y José Luis Bustos** - Exclusivo para Comercio y Justicia
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En muchas oportunidades, ya sea en el marco de capacitaciones formales o diálogos de pasillo, los mediadores planteamos la necesidad de fortalecer la tarea profesional mediante el diseño de acciones de monitoreo sistemáticas y de evaluación de desempeño profesional y eficacia del método.

El 24 de marzo, el diario El Cordillerano publicó que el Poder Judicial de Río Negro realizó, por medio de la Dirección de Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos (Dimarc) de esa provincia, un muestreo sobre el cumplimiento de los acuerdos a los que se arriba en procesos de mediación familiar. Para eso, se hizo un seguimiento luego de unos meses de finalizado el proceso.

Sobre 58 casos, hubo 44 cumplimientos, 9 incumplimientos y 5 cumplimientos parciales. Es un dato de otra jurisdicción pero igualmente útil para corroborar que el diálogo transformador existe.

Quienes, en Córdoba, mediamos en cuestiones de Familia sabemos que es posible modificar las rígidas posiciones que traen madres y padres a la mesa de mediación. Sin embargo, como profesionales nos cabe la reflexión y la legítima duda que nos queda una vez finalizada la negociación formalizada en un acuerdo: ¿ese nuevo pacto entre las partes es realmente sustentable?

A priori, uno podría asumir que si el trabajo conjunto entre los mediadores y las partes fue bien hecho, la respuesta es sí. De hecho, entre las primeras cuestiones que aprendemos quienes iniciamos este camino es la sentencia que reza “los acuerdos de mediación son sustentables”. Es decir que por haber sido las partes protagonistas del compromiso al que arribaron, éste, indefectiblemente, se cumplirá.

Pero hay factores que escapan a los saberes profesionales. Por ejemplo, el contexto socioeconómico desfavorable de muchos de quienes llegan a la mesa de mediación para acordar el mejor régimen de comunicación con el papá no conviviente y el mejor régimen de alimentos posible según sus circunstancias.

Ese contexto es en muchos casos no sólo desfavorable sino cambiante. Empleos temporarios y precariedad, redes sociales que son frágiles, nuevos ensambles familiares, entre otras situaciones que pueden modificar en el corto plazo el compromiso asumido por estos padres que necesitan asegurar material y afectivamente el bienestar de sus hijos ahora y en el futuro.

Por supuesto, no es posible que los mediadores transformemos esa realidad socioeconómica. Pero conocer qué pasa fuera de la sala de mediación y por qué nos permitiría pensar nuevas estrategias que contribuyan a mejorar la posibilidad de cumplimiento del compromiso asumido por las familias que acuden o son derivadas a resolver su conflicto de manera alternativa a la vía judicial.

Por eso, conocer qué pasa fuera nos permitiría –al menos- elaborar nuevas estrategias para contribuir a la armonía social.

En el artículo publicado en esta misma página por Sonia Zilberberg el 17 de abril ppdo., ella señalaba con acierto: “El objetivo (de la mediación) es aprender a gestionar la incertidumbre, buscar y encontrar instrumentos válidos para adelantarnos a los conflictos y transformar la visión reparadora en una visión preventiva”.

Necesitamos saber qué sucede con esas personas una vez que salieron del ámbito de la mediación.

También -por qué no-, llegar antes con la mediación, pues al Centro Judicial arriban aquellos casos en los que ya hubo ruptura, separación, a veces acompañadas de violencia física o psicológica. Es decir, acercar a la persona instrumentos que le permitan abordar mejor sus conflictos, antes de que el conflicto escale y se convierta en problema con secuelas dañosas. Más allá de la solución a una coyuntura específica, aprender nuevos y mejores paradigmas de comunicación y relación.

Quizás, en este sentido, convendría redefinir la mediación como un método adecuado de abordaje, antes que como un método alternativo de resolución de conflictos, como reza la fórmula tradicional.

En el caso citado de Río Negro, los mediadores contaban con un formulario con datos básicos para completar a efectos de localizar a las partes y constatar telefónicamente si los acuerdos se cumplían. En la audiencia, explicaban a las personas que realizarían el seguimiento al cabo de un tiempo.

Para estimular la participación de los mediadores, se les reconoció el tiempo empleado en esta tarea con horas de capacitación.

Tal vez, esta estrategia sencilla aplicada a un grupo testigo en Córdoba podría servir como herramienta para mejorar nuestro trabajo y desempeño. Tal vez sea un instrumento más, válido para lograr esa visión preventiva. Una herramienta eficaz que nos ayude a conocer objetivamente los resultados de nuestro trabajo. Y también acompañar a esas personas o familias en otros momentos de la evolución natural que supone vivir, crecer, en los cuales seguramente aparecerán nuevos conflictos.

Éste podría ser un primer paso hacia el diseño de un sistema efectivo de monitoreo, seguimiento y control. Y nos permitiría enfrentarnos con nuestras certezas: ¿logramos el cambio?; con nuestra tarea: ¿ayudamos a que las personas tengan mayor agencia y puedan sobreponerse a situaciones adversas? ¿contribuimos a una mejor comunicación más allá del acuerdo?..

Conocer esas cuestiones es un reto y un desafío para todos los que estamos comprometidos con la mediación.

 * Lic. en Comunicación, mediadora ** Abogado, mediador

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