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Nuestro olvidado “canciller de hierro”

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Por Luis R. Carranza Torres

Su sagacidad y firmeza mantuvieron a Argentina al margen del peor de los conflictos

Si uno menciona el nombre José Luis Murature, pocos, fuera de los círculos especializados de la historia, sabrían a quién estamos refiriéndonos. Es que la historia también tiene sus olvidos y sus injusticias. La persona a quien hemos nombrado es un olvidado.
Murature, nacido en la ciudad de Buenos Aires un 27 de enero de 1876, fue uno de los últimos exponentes de la denominada Generación del 80. Nieto de José Félix Murature, comodoro de marina y uno de los referentes históricos de nuestra armada durante la Guerra del Paraguay, estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires primero y en la Universidad después, obteniendo el título de abogado y doctorándose en derecho en 1898.
A la par de su actividad como letrado, trabajó desde muy joven como periodista para el diario La Nación, del cual luego llegaría a ser su editor gerente.
También se desarrolló en la docencia, siendo durante muchos años profesor en el Colegio Militar de la Nación, hasta ser nombrado canciller por el presidente Victorino de la Plaza en 1914.
Se vivía en la época una delicada situación nacional e internacional. Fronteras adentro, la muerte del presidente Roque Sáenz Peña -impulsor del sufragio universal y secreto- era un vacío difícil de llenar. Victorino de la Plaza llegaba a la primera magistratura por sucesión constitucional y no con el poder del voto. Y en el plano internacional, el atentado al archiduque de Austria-Este, Francisco Fernando, en Sarajevo, había desencadenado la Primera Guerra Mundial.
Murature, quien ya se había desempeñado en algunas misiones diplomáticas como cabeza de nuestra cancillería, inauguró la política de neutralidad argentina que luego se transformaría en un principio de Estado durante gran parte del siglo XX, hasta 1991.
Su decisión enfrentó un sinnúmero de presiones, externas e internas. Desde dentro, la declaración de neutralidad argentina realizada el 4 de agosto de 1914, en el mismo inicio del conflicto, fue despectivamente definida por el líder opositor Hipólito Yrigoyen como “pasiva y claudicante”. Claro que dos años después, al ser electo presidente, la continuó sin ninguna alteración de lo establecido por Murature.
Hechos de la guerra tales como el fusilamiento del cónsul argentino en Dinant, Bélgica, en septiembre de 1914, por las tropas alemanas de ocupación, o el apresamiento del buque argentino “Presidente Mitre”, en noviembre de 1915, por la armada inglesa, fueron momentos en que sostener la postura neutral fue particularmente difícil. La opinión pública argentina estaba dividida en pro-aliados y pro-alemanes, por lo que tales hechos azuzaban a unos contra otros en la prensa y manifestaciones callejeras demandando el ingreso a la lucha.
En todos los casos, por la vía diplomática Murature obtuvo las satisfacciones de la potencia del caso, incluyendo la devolución del buque “Presidente Mitre”.
Es que el plano internacional, ni Inglaterra ni Alemania tenían mayor interés en que nuestro país entrase en la contienda. Tampoco, mal predisponerse con nosotros. Preferían que, como neutral, los buques argentinos pudieran abastecerlos de materias primas sin problemas.
Con Estados Unidos el caso era distinto, y presionó a los efectos del ingreso argentino en el conflicto. No por una cuestión militar sino por otra de carácter mucho más calculador y fenicio: los estadounidenses buscaban, en rigor de verdad, preparar su predominio a futuro en el mercado argentino. Si Argentina declaraba la guerra a los alemanes y austríacos, esta circunstancia obligaría a una modificación de su economía que permitiría un aumento de la injerencia norteamericana por medio de créditos y armamentos, dejándoles servido en bandeja que, luego de finalizada la guerra, desplazaran a los británicos como principales capitalistas en el país. Ricardo Ortiz, en su Historia Económica de la Argentina, ha tratado extensamente el tema.
Además del papel neutral en la Primera Guerra, Murature solucionó diversos problemas de límites con los países vecinos, particularmente con Chile y con Brasil, aprovechando el mejoramiento en las relaciones para proponer un Pacto de No Agresión, Consulta y Arbitraje entre los tres países, que pasaría a la historia como Pacto ABC por las iniciales de los países. Su objetivo era unir fuerzas para presentar un frente común a las presiones extrañas al subcontinente, principalmente la de Estados Unidos.
Luego de terminar su gestión en la cancillería el 12 de octubre de 1916 por el traspaso del gobierno al partido de Yrigoyen, Murature volvió a sus actividades en la docencia universitaria y el periodismo. Fue distinguido con la Orden de San Gregorio Magno por la Santa Sede y con la de Isabel la Católica por el Reino de España.
En 1928 se incorporó a la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Fue también miembro correspondiente de la Academia de Jurisprudencia de España. Falleció al año siguiente, un 15 de septiembre de 1929.
No puede mensurarse la cifra de vidas perdidas que ahorró al país por su decidida postura neutral. Consecuentemente, tampoco puede establecerse en su número, los muchos quienes hoy viven gracias a que sus abuelos o bisabuelos en edad militar por entonces, no participaron de la contienda. Pero tales planteos, aun sin poder ser mensurados, bastan para dejar sentado lo injusto de su olvido en nuestra historia nacional.

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