Por Silverio E. Escudero
Una vez más la intemperancia y el bestialismo de los fanáticos atacaron en forma artera y cobarde. Tienen el mismo comportamiento de aquellos que pretenden apropiarse y ejercer el control ideológico y político de nuestras escuelas públicas para dominar la mente de nuestros niños y adolescentes y evitar que ejerzan su derecho a la libertad.
Barcelona fue el escenario elegido por los mercaderes de la muerte. Duele tanto como dolieron Manchester, Berlín, Niza, Bruselas, París y Charlie Hebdo, que suman más de cuatrocientos muertos y mil quinientos heridos; como nos duelen todas las guerras
La humanidad los recoge en su seno y clama. Sabiendo que miles de bastardos, cómplices necesarios de las matanzas, celebraron la muerte mientras resonaban aplausos y se descorchan botellas, a pesar de Alá. Se cuentan, entre ellos, los firmantes del pacto de impunidad con Irán por el que Argentina se comprometía a olvidar los ataques terroristas que tuvieron como escenario Buenos Aires en marzo de 1992 y julio de 1994.
Barcelona duele en las tripas. Como dolió el 11-S, episodio trágico que Occidente no supo decodificar a la luz de la historia. Mal les pese a muchos, fue apenas un episodio más de una guerra prolongada que dio comienzo en 1095. El papa Urbano II, en el seno concilio de Clermont, llamó a marchar los cristianos sobre Palestina para socorrer a los cristianos ortodoxos orientales y liberar a Jerusalén, “la Tierra Santa, del yugo musulmán.” Tampoco entendieron lo evidente: que la fecha elegida para el atentado a las Torres Gemelas coincidió con el 80º aniversario de la instalación de la primera colonia judía en Palestina.
Barcelona duele en las tripas tanto como duelen las predicas de los fundamentalistas que transforman mezquitas, iglesias, templos, basílicas, sinagogas en cuevas de radicales facinerosos, pederastas y violadores seriales. En refugio de orates, de asesinos que se adiestran para ocupar ilegalmente lugares públicos para amedrentar y llenar de pavor a nuestros niños y ancianos con la cercanía del fin del mundo y ser, supuestamente, merecedores de aterradores castigos en el infierno. Y, de paso, acusar a nuestras mujeres –en especial a las embarazadas- de engendrar a Satanás, como lo afirma, con vehemencia, san Tertuliano: “¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia de Dios sobre vuestro sexo sigue vigente: la culpa debe existir también necesariamente. Vosotras sois la puerta del Diablo: sois las transgresoras del árbol prohibido: sois las primeras transgresoras de la ley divina: vosotras sois las que persuadisteis al hombre de que el diablo no era lo bastante valiente para atacarle. Vosotras destruisteis fácilmente la imagen que de Dios tenía el hombre. Incluso, por causa de vuestra deserción, habría de morir el Hijo de Dios.”
Barcelona, nuestra amada Barcelona, que, según la leyenda fue fundada por Amílcar Barca en el año 290 antes de nuestra era, exige que estemos alertas, que nos pongamos de pie; que como ella –porque todos somos catalanes- gritemos, voz en cuello, ¡No tinc por! ¡No tenemos miedo!
Señaladas las causas primeras habrá que buscar las otras, las ocultas, tras el fracaso de las primaveras árabes, la guerra de Siria y las disputas por la hegemonía regional, que facilitaron el surgimiento de los talibanes, primero, Al Qaeda, después, y el nacimiento del Estado Islámico. Hechos que conmovieron el universo musulmán, porque la solución a todos los problemas estaba –según algunos santones- dentro del Islam. Idea que fue ganando adeptos en todas las regiones del globo y los más aptos conformaron células terroristas en sueño y, otros, en lobos solitarios.
Son el retorno al pasado. Un retorno – contrario a la modernidad y a las complejidades del siglo XXI-, que tiene mucho de los milenaristas que fracasan en su afán de avisar el fin de los tiempos pero logran que sus seguidores se suiciden, en honor y gloria, de una deidad carnicera.
Todo estaba dicho, sólo hacía falta leerlo con atención. Hasta los objetivos centrales de los ataques del terrorismo islámico en Occidente dio a conocer Francesco Gabrielli en la conferencia que pronunció para presentar su Antología de la literatura árabe, en 1976, al decir que se estaba en presencia de una relectura, una reescritura de El Corán para justificar una nueva ofensiva contra Occidente.
Jean-Pierre Filiu, profesor de la universidad Sciences pro Paris y reputado arabista, especializado en el Islam contemporáneo –que conocimos por intermedio de Albert Garrido-, coincidió en un todo con el antiguo maestro. El yihadismo –afirmó ante quienes le quisieron prestar oídos- ha inventado una nueva religión que apela al Corán, exalta la yihad menor –tomar las armas en defensa del Islam– y la figura del mártir. En realidad, se trata de una simplificación del legado coránico, de una coartada ideológica que simplifica al mismo tiempo el conflicto con Occidente, la situación de la comunidad musulmana en los países europeos y las causas de la crisis social en muchos países de mayoría musulmana.
“Pero esta simplificación tiene un gran poder de atracción en entornos con una tradición muy conservadora y, en Europa, en ambientes donde se respira un clima de marginación. Sin ese poder de convicción en ambientes muy diferentes no hubiese progresado la atomización de la yihad que se da en Europa, donde sin una organización específica para realizar atentados, todas las grandes ciudades son objetivos de los terroristas. Sin la guerra en Siria, con un trasiego de ida y vuelta de combatientes del califato, tampoco hubiese sido posible el desarrollo de un terrorismo urbano que, con pocos medios, es capaz de sembrar el terror y extender la impresión de que se da una incompatibilidad irresoluble entre el mundo musulmán y las secularizadas sociedades europeas”.
Transitamos horas decisivas, en las que se redefinen conceptos. Mucho más cuando los medios de comunicación claman, con mucho de demagogia, por la militarización de la sociedad. Deberían en cambio ayudar a comprender que la seguridad absoluta no existe. Que debemos aprender a vivir en alerta, con-vivir con el riesgo, con la probabilidad cierta de una amenaza y, eventualmente, con una tragedia de magnitud. Habrá que repasar cada uno de nuestros actos y, cuando suceda lo irremediable, una y mil veces, repensar que pudo haberse hecho mejor, no haber predicho la tragedia anunciada.
Barcelona enseña a pesar de la tragedia que nos duele en las tripas. Hay que aprender a con-vivir con esta nueva realidad. “Sobre-vivir siendo conscientes de las amenazas y educarse en ser observadores activos” -anota en una columna transida por el dolor Isabel Llanos López, una de las más reputadas expertas en seguridad de la Comunidad Europea-. Cualquier ciudadano puede observar algo, escuchar algo, detectar algo que pueda ser relevante y trascendente para poner cerco al mal. Es fundamental comunicarlo a las fuerzas y cuerpos de seguridad, hacer un frente común, no bajar la guardia. Hay que crecerse y asumir las responsabilidades en lo que afecta a la globalidad de la población. El enemigo más fuerte se hace débil en las partes más pequeñas.
En Barcelona se revivirán los momentos que acompañaron el shock del 11-M. Es importante cuidarse emocionalmente, asumir que pasará factura y ponerle remedio de antemano. No es el momento de buscar culpables, pasarse la pelota o aparecer en la foto. Es el momento de tomar conciencia de la situación y aliarse para vencer al enemigo.”
¡Barcelona vive! a pesar de la pretensión de las hordas fascistas. Sus calles serán, como siempre, el cálido lugar del encuentro y sus paseos el refugio del amor. Abrazados todos, aguardaremos el amanecer para celebrar la vida. ¡Barcelona vive! ¡No tinc por! ¡No tenemos miedo!