El título, aunque provocativo, no deja de reflejar una realidad. La mediación se convirtió en una moda. Es así desde distintos puntos de vista. Hay cada vez más charlas y congresos a los que asisten especialistas y aprovechan para promocionar su propia alquimia para el buen diálogo o simplemente hablar de sus experiencias.
Hay columnas en los medios de comunicación que irónicamente explican los conflictos familiares, escolares, comunitarios y políticos que nos afectan a todos del mismo modo con el que, después, hablan de fútbol, religión o farándula.
Todas estas manifestaciones hacen a la instalación del tema en el debate público y, al mismo tiempo, favorecen la colocación del mediador en el centro de la escena como un actor social de moda.
Hay colegas a los que llamo “estrellas de la mediación”, porque guiaron nuestro camino en una primera etapa (la de un arte nuevo), importante para nuestra formación.
Sin embargo, traigo a colación la imagen de los precursores de esta profesión en Córdoba para resaltar que hoy asistimos a un impulso de visibilidad mayor que el de 20 años atrás. Esto nos plantea desafíos en nuestro proceso colectivo de construcción.
Con la nueva ley, la mediación adquirió otro vértigo. Lo planteo así: Nadie en su sano juicio se animaría a subir a un avión cuyo piloto aprendió a volar solamente leyendo el manual. Se necesita práctica, que es la encargada de generar experiencias y vivencias claves para el desempeño.
Al igual que en la aviación, la mediación tiene un vértigo que implica una destreza imposible de adquirir desde la comodidad de un escritorio o de una computadora. La práctica está en la calle. Sólo ésta puede aportarle al mediador la cintura suficiente para planificar cómo actuar ante situaciones complejas.
Aun así, el contexto turbulento en el que vivimos actualmente, caracterizado por el exceso de tribalismo ideológico y lenguaje social que no escatima en violencia, somete al mediador a fuerzas particulares que no siempre le permiten el desenlace proyectado.
Existen escalas intermedias y, al igual que lo que sucede con un vuelo, cada caso se toma muy en serio y es planificado antes, durante y analizado después.
El vértigo propio de la conversación, la complejidad social y la variación repentina de cada escenario particular de conflicto, dotan en la actualidad de una característica de extrema vulnerabilidad y condicionan posibles acuerdos.
La realidad ya ha demostrado que supera a la ficción y que abordarla implica necesariamente una co-construcción. En la capacidad de manejar o pilotear adecuadamente cada situación, se juega la profesionalidad del mediador.
El Dr. Jorge Pesqueira Leal lo describió así: “El mediador es un técnico cuya caja de herramientas está compuesta por distintas estrategias de comunicación”. Punto. Ni más, ni menos.
Sin embargo, si en nuestra caja de herramientas sólo tenemos distintos tipos de “martillos”, lo que vamos a ver en frente siempre serán “clavos”.
Definirnos como mediadores es intentar hacer del profesionalismo un modo de vida. Es animarnos a romper con mitos y estigmas establecidos, es un constante proceso de construcción personal en el cual se aprende, se desaprende y se re-aprende todo el tiempo.
Cuando, como mediadores, sentimos que se priorizan prácticas informales por sobre esta profesión, estamos en problemas. Cuando se valora nuestra capacidad de aporte por la antigüedad y no por la calidad profesional, también.
Por eso el desafío del mediador en esta etapa de mayor visibilidad no sólo es comunicar su labor; también involucrarse en la acción, para sentar las bases y sumar voluntades que sean capaces de activar a futuro un diálogo social cooperativo o convergente con el anhelo más íntimo de su profesión.
Si bien esta es una tarea compleja, algo es seguro: no se logra desde el claustro o el encierro al que se está acostumbrado. Se logra con un verdadero activismo, que entienda la importancia de jugarse, de apasionarse con la profesión, pero al mismo tiempo de planificar, organizar y tomar las riendas de una causa que, en parte, ya está en plena acción.
Transformar la profesión en una causa social que logre aunar voluntades en distintos ámbitos sociales es el sentido espiritual que siempre tratamos de imprimir en el devenir de nuestra labor.
Podrá decirse que está de moda, aunque son muchos los ciudadanos que cada vez más se están sumando a esta invitación.
(*) Mediador
” desaprende y se re-aprende todo el tiempo…”
Execelente! Siempre comunicándose y una escucha activa ,más entrenamiento
Te Felicito
Te re felicito Daniel, siempre preocupado por el bien comunitario, y creo que tenes razon, si toda la gente empezase a usar las distintas maneras de comunicarnos , que estamos capacitados los mediadores, con una comunicacion acertiva y eficaz, toda la sociedad seria menos violenta y pacifica, muy buena manera de expresarte y hacernos reflexionar, muuuuuchas gracias
Excelente artículo, mis felicitaciones al autor
Un artículo de “alto vuelo”
De acuerdo con vos Dani, objetivos bien planteados , mucha voluntad y pasión!
Muy buena reflexion colega. Felicitaciones