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Más allá de L-Gante y Cristina

EN LA MIRA. El cantante L-Gante podría volver a prisión si se confirma la decisión de revocarle la excarcelación.
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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

La pasada semana, un cruce de anécdotas tuvo a protagonistas impensados: por una parte, la Vicepresidente de la Nación, en campaña, y, por el otro, un joven cantante de cumbia.

En el marco de un acto en el conurbano bonaerense, se presentaba el programa “Conectar Igualdad Lomas”, que persigue el objetivo de entregar unas 10.000 tablets a alumnos de escuelas primarias. Flanqueada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires y el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, brindó un extenso discurso en el Parque Municipal de ese distrito, del cual lo único que saltó a la consideración pública fue la anécdota que había leído en un diario de un rapero llamado “L-Gante” en el año 2014. “En 2014, gracias al Conectar Igualdad y un micrófono de mil pesos, L-Gante hizo un tema que hoy tiene 176 millones de reproducciones en YouTube”, para agregar: “Si todos los pibes tienen computadoras, se incorporan al mundo digital, es posible que haya muchos que formen empresas que tengan que ver con las nuevas tecnologías”, destacó Cristina Fernández de Kirchner en el acto político, y siguió: “O, también, descubran sus calidades artísticas…”.

L-Gante es el nombre artístico de Elian Ángel Valenzuela, un joven de 20 años que en 2021 saltó a la fama por la colaboración con Bizarrap y logró posicionar “L-Gante: BZRP Music Sessions, Vol. 38”, en el primer puesto en el Argentina Hot 100 de Billboard.

Con más de dos millones de reproducciones en Spotify y seis millones en YouTube, el primer tema que el joven escribió logró escalar en las plataformas y hacer que su nombre comenzara a sonar con fuerza en el ambiente.

Consultado por el comentario de la vicepresidente, dijo que no se sintió “usado” pues “ella dijo el logro que yo tuve”, si bien aclaró que él compró esa netbook. “Creo que podría corregir, que no hay que recibir cosas así porque sí. Le gente que me vendió la computadora es porque no le dio uso, a mí me gustaría que la gente que recibe eso la use”, agregó.

Creemos que en la cuestión se halla comprendido más de un tópico de importancia, más allá de los nombres. En esta era tecnológica, el acceso a la tecnología no es menor, como tampoco el modo en que tales avances son difundidos por toda una sociedad. 

La pandemia nos ha forzado a la actualización tecnológica en muchas formas: el trabajo remoto, la educación desde plataformas informáticas, los pagos on line de servicios, las compras digitales son sólo una muestra del gran abanico de cuestiones que en cortísimo tiempo se han modificado en nuestras vidas. 

Por otra parte, la denominada “sociedad del conocimiento” tiene un costado no menor en su dimensión económica: con gran calidad de recursos humanos y una moneda nacional “barata” frente al dólar, la demanda de programadores, diagramadores y similares se ha disparado para atender necesidades de terceros países, siendo una exportación “sui generis” de alto valor agregado, de gran potencialidad para crear empleos de calidad y una fuente no menor de ingreso de divisas en moneda extranjera. 

Se trata de una oportunidad que no debe ser desaprovechada, y que demuestra la importancia de asegurar un amplio acceso a las herramientas tecnológicas. Algo que resulta mucho más complejo y profundo que simplemente entregar computadoras de formato básico, sin bien puede resultar una más de sus facetas. Una red digital de calidad y aranceles lógicos para importar bienes de capital tecnológicos forman parte inescindible de tal abordaje, sin que se vislumbren planes al respecto. 

Urge, como en tantas otras cosas, un enfoque sistémico y profundo de la cuestión, para lo cual un plan digital nacional concertado entre los distintos actores políticos y sociales debería ser uno de los primeros pasos. Una ley de sociedad de conocimiento que recoja la experiencia internacional en la materia resulta otro, tan necesario como el anterior. 

Si no, es solo entregar cosas a personas que no valoran su uso y que pronto se deshacen de ellas.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas

(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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