viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Mario Bunge, el librepensador que cumplió sus primeros cien años…

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 Por Silverio E. Escudero

Feliz Cumpleaños, querido Maestro! Celebrar el centenario del nacimiento de Mario Augusto Bunge (MB) tiene un significado muy especial para esta columna.
Es traer a la memoria a uno de los maestros más queridos.
El que asumió la tarea de enseñarnos a pensar. A utilizar los mecanismos de la duda para arribar a conclusiones que deben ser transitorias habida cuenta de que es posible cuestionarlas y dejar de lado la molicie y el conformismo al que obligan los dogmas tanto políticos como religiosos. En definitiva, ser desobedientes.

Nuestra generación le conoció temprano. Apenas asomaba nuestra adolescencia cuando editó La ciencia, su método y su filosofía (1960) que, a fuerza de insistir, fuimos desentrañando sus claves. Claves que sirvieron para plantar, con la desfachatez propia de la edad, las primeras semillas del libertario, del librepensador que se atrevía a enjuiciar el dogmatismo que reinaba en la enseñanza, herencia incalificable de una época en la que el culto a la personalidad golpeaba con dureza a la educación argentina.
Así formamos parte de los suburbios del debate sobre el futuro de la universidad. Y gritamos “laica”. Derribamos, en nuestra pequeña cotidianeidad, mitos arraigados, desafiando la autoridad con la fuerza de nuestras convicciones forjadas en el trabajo, en la razón y en la pasión.
Autoridad que castigó con severidad el atrevimiento de discutirle su pertenencia religiosa y su intento de usar la escuela como púlpito para sus pretensiones políticas. Una enorme fogata acabó con ellas para desesperación de ese pequeño profesor de religión que aspiraba a crecer como un cáncer en la estructura del Estado para, desde allí, atentar contra la democracia.
Bunge, en tanto, sonreía. Éramos, en esa escuela, apenas una veintena los que recibimos la consigna de pensar el futuro. Mario, el querido Mario, seguía sembrando. Buscaba “militantes de la verdad”, cruzados “contra la falsedad y la hipocresía”. Tarea que llevó adelante desafiando todos los peligros, todas las amenazas, utilizando como instrumentos de lucha la ciencia y la filosofía.

Dejemos por un momento la nostalgia y la celebración. Adentrémonos en los problemas que plantea el filósofo a la sociedad en su conjunto. Una sociedad que se niega a escuchar sus propios sonidos, sus enormes contradicciones producto de las religiones que seguirán atrayendo a la gente mientras haya miseria, guerra e ignorancia.
MB sabe que su campo de batalla tiene una multiplicidad de frentes. Les ha resultado, a sus contendores y enemigos, un problema insoluble porque les resulta un personaje incómodo, inquietante y provocador.
A tal punto que, según Américo Schvartzman, director de La Vanguardia Digital, “un blanco principal de sus posiciones críticas es la misma filosofía, la que considera contaminada de dogmatismo, creencias indemostradas y oscurantismo. Bunge se define, o mejor dicho, define su filosofía como realista, cientificista, materialista y sistemista; quizás eso no diga mucho para quienes no estén familiarizados con la filosofía”.
Quizás sea ésa la razón por la volvieron a la pila de los libros para releer los volúmenes de su Tratado de Filosofía Básica. Uno de los trabajos más disfrutables que hayamos transitado porque es la llave maestra para incursionar en el sistema filosófico que propone.
No es poca cosa cumplir cien años el día de la primavera en el hemisferio sur. Por eso reiteramos el brindis celebratorio antes de irrumpir en su fantástica batalla contra las pseudociencias y las supercherías. Batalla que, ante la supina ignorancia que campea en los medios de comunicación, se asemeja a las del Quijote cervantino contra los molinos de vientos. Al decir de Bunge: “La pseudociencia y la pseudotecnología son versiones modernas del pensamiento mágico. Se las debe someter a examen crítico no sólo para limpiar la cultura sino también para impedir que los curanderos limpien nuestros bolsillos. Para criticarlas no basta mostrar que carecen de apoyo empírico ya que, después de todo, se podría creer que tal respaldo llegará en algún momento. También tenemos que mostrar que esas creencias en lo misterioso o lo paranormal son contradictorias con teorías científicas sólidamente establecidas o con principios filosóficos fértiles”. (Las pseudociencias ¡vaya timo!, 2010).

Es, quizás, el mejor de los representantes de esa pléyade de hombres y mujeres a quienes no les importa ganar amigos a la hora de expresarse. Refuta con dureza los principales mitos de los sectores que detentan o han detentado el poder, como las oligarquías latifundistas, industriales o financieras; también los populismos, las burocracias estatales o sindicales y, por supuesto, las religiones organizadas, siempre con argumentos claros y comprensibles para evitar tergiversaciones. Tergiversaciones de las que son tan amigos ciertos personajes televisivos a los que les implicaría un esfuerzo sobrehumano trazar una línea recta o hacer la letra “O” con la ayuda de un vaso.
Su relación con Argentina siempre fue compleja. La fundó el nacionalismo católico de cuño falangista y su continuador ideológico, el peronismo. En 1938 fundó la Universidad Obrera Argentina (UOA), donde los trabajadores de distintas actividades recibían capacitación técnica y sindical. Sugestivamente, la UOA fue clausurada en 1943 por el secretario de Trabajo y Previsión, coronel Juan Domingo Perón. ¿Qué nos pueden aportar sobre esta cuestión los biógrafos y seguidores del general del caballo pinto?
En 1944 Bunge funda Minerva, una de las primeras revistas de filosofía del continente, en la que colabora el italiano Rodolfo Mondolfo, quien sacude la cátedra con un artículo que titula “La filosofía de Giordano Bruno.”
Perseguido por el peronismo, acabó encarcelado acusado de incitar una huelga ferroviaria. Durante toda esa década intentó mil y un negocios para sobrevivir, que la Sección Especial de la Policía Federal se encargaba de frustrar.
El cerco fue atroz. Hasta se le negó el pasaporte para evitar que continuara su carrera académica en el exterior. Ernesto Sábato fue clave en su sobrevivencia. Logró que el físico austroitaliano Guido Beck le consiguiera una beca de investigación que MB utiliza para lograr su doctorado, sobre “Cinemática del Electrón Relativista”.

Tras la caída del peronismo, será una figura central en la reestructuración de la universidad argentina, viviendo con intensidad la consagración del saber entre 1955 a 1966. Etapa por todos conocida como la Edad de Oro, conducida por un grupo destacadísimo de rectores, entre quienes se resaltan nuestro querido Jorge Orgaz y el admirado Risieri Frondizi, entre otros.
Durante ese tiempo enseñará Filosofía de la Ciencia en Argentina y Uruguay. El enfrentamiento entre militares “Azules” y “Colorados” hace que decida emigrar. Su primer destino fue la universidad de Delaware, en los Estados Unidos, que le resultó un paraíso de la intolerancia. Los estudiantes se manifiestan en favor de la Guerra de Vietnam, posición que revisan cuando ellos mismos son reclutados.
¡Tenemos tanto por decir y tan poco espacio!.. Alemania lo tiene un año como huésped hasta que la Universidad McGill, el centro académico anglófono más importante del Québec, lo invita a ser parte de su proyecto académico. Elige a Montreal como su residencia y desde entonces ocupa la cátedra Frothingham de Fundamentos y Filosofía de la Ciencia, donde convergen estudiantes de diversas disciplinas. Enemigo declarado de los exámenes, promueve la formación de equipos y la realización de trabajos de investigación.
Al fin encontró su espacio. Donde estudiar y enseñar; donde investigar y escribir. Su obra, monumental, suma centenares de volúmenes. En 2016, su obra completa -de 250 títulos- la ofreció como ofrenda a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que ésta rechazo por no contar con 2.000 dólares para cubrir el flete. Insensibilidad gubernamental que nos llenó de vergüenza ante el mundo.

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