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“Los periodistas quedan como Túpac Amaru, en el medio”

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Juan Sasturain, escritor, periodista, historietista y conductor de tv.

Por Soledad Soler / [email protected]

Sasturain prepara el mate y se acerca al micrófono. “Vamos a hablar de literatura”, dice, mientras el público se acomoda en las sillas. Sin embargo, y afortunadamente para los presentes, el escritor nunca se limitó a responder a su propia consigna. Por el contrario, en un diálogo relajado propuso un amplio recorrido en el que los personajes de sus libros fueron mezclándose con sus vivencias personales, con la política, con todo aquello que se mantiene en los bordes de la producción literaria y periodística. Finalizada la charla que ofreció el sábado pasado en el marco de “Café, Cultura Nación” -actividad coordinada por la Secretaría de Extensión de la UNC- en el Subsuelo del Pabellón Argentina, Sasturain se buscó una silla de plástico blanca y se sentó a responder algunas preguntas.

– Teniendo en cuenta que sos un trabajador de las palabras, por estos días ¿qué usos y qué divisiones reconocés en el discurso periodístico argentino?

-Lo que pasa en el discurso periodístico es un poco lo que siempre pasa y que va a seguir pasando, con esta estructura económica y con esta estructura de medios, que es la relación siempre cambiante entre un medio y sus empleados. Los medios tienden a identificar o a enmascarar aquella oposición entre la libertad de prensa y la libertad de empresa. Los periodistas trabajan en medio de esa dicotomía o de esa tensión. Hay una expresión sacada de una canción que cantaba Frank Sinatra que decía en inglés “demasiado cerca para estar cómodo”. En eso hay una metáfora sentimental o amorosa, pero que tiene que ver muchas veces con la situación en que se encuentra el empleado que maneja opinión. Demasiado cerca del poder o demasiado cerca del gobierno. Porque en estos debates se suele confundir intencionadamente poder y gobierno.

Entonces aquellos que acusan de alguna manera o suelen hablar con cierta ligereza, aquellos periodistas que están cerca del gobierno, lo suelen hacer “ninguneando” el poder. Hace muchos años hacíamos esa división muy clara en la política entre lo que era el gobierno y lo que era el poder.

– ¿A qué responde la progresiva visibiliización de esas tensiones?
– Estos cuestionamientos suceden precisamente cuando desde ciertos lugares de opinión, que pueden o no ser cercanos al ocasional gobierno, se toca el poder, pero el poder real. Y es ahí donde se producen las tensiones que estamos viendo, los alineamientos, los tropezones. Un ejemplo típico fue el debate y los enfrentamientos en la época en que se inició – denominándolo de manera genérica – el “problema del campo”. De todas maneras, me parece muy saludable que se produzcan este tipo de cosas. Todo lo que viene pasando con la ley de medios, que es una cuestión medular, como lo fue el tema de la distribución de la renta del campo. Son, más allá de lo que se opine, temas de discusión. Que alguien se pregunte de quién son las cosas, cómo se reparte la torta, esas preguntas son fundamentales. Y eso, como la vieja distinción de ideología, estaba disimulado, enmarscarado en el sentido común. Y los periodistas quedan como Túpac Amaru en el medio. Yo no soy nada corporativo. Los trabajadores defendemos la fuente de trabajo, ya sea el diario Crítica, Crónica, La Nación, sea Perfil o Página/12. Lo que nos unifica a todos es nuestra condición de trabajadores, entonces, la defensa de los medios. Y si tenemos que pelearnos con la conducción de un periódico, supuestamente de un medio progresista, nos peleamos. Lo mismo si es supuestamente conservador, porque estamos hablando de nuestra condición de trabajadores. A partir de ahí todo resulta opinable.

– En relación con los vínculos que mencionaste entre periodismo y poder, ¿qué margen encontrás para ubicar tu propia voz en Página/12?
– Es una cuestión de acomodamiento, consciente o inconsciente. El medio te necesita y vos utilizás el medio, que es un lugar de identidad. El acomodamiento es tácito. Cada uno va encontrando el registro en el que se siente más cómodo.

– ¿Te sirve esto para ingresar allí tu literatura?
– Sí, porque yo tengo una especie de “continuum” de todo lo que escribo. No lo tengo muy separado. No tengo separada la práctica de la escritura estrictamente literaria, con la periodística. Lo que pasa es que hay imperativos temáticos. Ahora respecto del tratamiento, vos podés llegar a conseguir  un cierto grado de libertad y soltura en el tratamiento. Es donde uno puede conseguir su propio espacio. Hasta que deja de estar equilibrado. Esos equilibrios suelen ser inestables.

– Con relación al periodismo deportivo y a la política ¿pudiste observar algún  efecto post Mundial de Sudáfrica en el discurso mediático?
– El fútbol es importante. En este momento hay consciencia de que es así. Sobre el tratamiento, es bastante sintomático, las escenas, los cruces de declaraciones, el tono, en toda la gestión de Diego. Está el eje puesto en las relaciones personales, en una teoría conspirativa y paranoica que define todo por las relaciones, los intereses y nada del hecho fundamental, que es el juego. Pero es lo que sucede en la tele en el tratamiento de muchísimos fenómenos, donde está trasladado todo el eje a las relaciones personales a los protagonistas y no a las cosas que hacen. Sin ser apocalípticos, es un síntoma. Creo que hay muchas voces que indican que este festín que se presenta, no tiene la menor importancia. Lo que no sirve es Grondona, Bilardo y Diego en esa función. Eso no sirve para nada. Está todo mal. Se piensa mal. Concebido desde criterios a veces perversos. Lo que objetivamente pasa es que como la política está desquiciada y el fútbol argentino está pasando una etapa de crítica bastante grave, la calidad técnica se va desdibujando, desaparecen jugadores, los campeonatos son breves y existe un criterio de competitividad feroz, mal entendida, con un resultadismo perverso, asociado con la ideología de pisar al otro.

Juan Sasturain

– Nació en Buenos Aires, en 1945.
– Licenciado en Letras, trabaja como  escritor, periodista, guionista de historietas y conductor de televisión.
– Se desempeñó como jefe de redacción de las revistas Humor y Superhumor. En 1981 conoció al dibujante Alberto Breccia y juntos elaboraron la historieta «Perramus». Dirigió la revista Fierro en 1984.
– Fue director del suplemento deportivo de Página/12, donde hoy escribe  contratapas. Conduce el programa de televisión «Ver Para Leer».
– Entre sus libros más conocidos está “Manual de Perdedores (1985), «Arena en los zapatos» (1988), «Los sentidos del agua» (1992), «La mujer ducha» (2001).

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