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Los pendientes del Poder Judicial

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 Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

De unos años a la fecha nuestro Poder Judicial ha ido perdiendo la buena consideración que gozaba de la ciudadanía. Lamentablemente todas las encuestas muestran como los argentinos hemos perdido la confianza en la justicia, la que ha visto debilitada su legitimidad.
Si bien es cierto que las generalizaciones nunca son buenas, es evidente que el comportamiento de algunos de sus funcionarios perjudica la imagen del Poder Judicial.
Sea por cierta genuflexión ante los poderosos, sea porque tiene una mirada sesgada en favor de ciertas posiciones ideológicas, sea por comodidad o por corporativismo, su actuación afecta a la mayoría seria y honesta, y empaña la imagen del sistema judicial, el que hasta hace unos pocos lustros era de las instituciones de mejor reputación en la provincia y el país.
En nuestra provincia, la presidente del Tribunal Superior de Justicia, Mercedes Blanc de Arabel, admitió en el discurso de apertura del año judicial cordobés que uno de los desafíos más importantes es mejorar “los tiempos de la Justicia”. Hizo asimismo un llamado a jueces, fiscales y funcionarios a fin de mejorar la relación con la sociedad pidiéndoles “un plus ético” y comprometerse con la “responsabilidad social judicial”.

Un veterano abogado del fuero, con muchos pergaminos en el haber, nos dijo respecto de tal alocución. “Es un cambio bienvenido, de empezar a hacerse cargo de algunas cosas. Años antes, uno escuchaba los discursos previos y parecía que no estuviéramos en Córdoba sino en Toronto. Todo brillaba y nada estaba mal”. Otra colega, en distinto sentido, fue menos esperanzadora: “Siguen faltando abordar en serio, más allá de las buenas intenciones o los anuncios vistosos, cuestiones claves como la lucha contra la corrupción o el crimen organizado, embrionario pero en alza, sobre todo respecto a la narcocriminalidad”.
También sobre la pérdida de legitimidad de nuestra justicia giró el discurso de apertura del años judicial que días atrás diera el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Rosenkrantz.
En una alocución, que sorprendió por la sinceridad y dureza, ente otras cosas expreso: “La legitimidad del Poder Judicial es esencial. Un Poder Judicial sin legitimidad pierde su razón de ser pues sin legitimidad un Poder Judicial no puede ser eficaz en la realización de sus fines característicos”.

Asumiendo que los argentinos han perdido la confianza en la justicia, manifestó en primera persona que, para recuperar la confianza ciudadana: “En primer lugar, tenemos que entender que pertenecer al Poder Judicial no es un privilegio. Ser jueces o funcionarios del Poder Judicial no nos confiere derechos sino que, por el contrario, nos impone deberes y responsabilidades”.
Además, sostuvo que los jueces deben “…también entender que para servir a nuestra comunidad como jueces no debemos buscar el poder”.
Agregó que para recuperar la confianza los jueces deben asumir que la administración de justicia debe convertirse en una institución “…íntegramente sujeta a procedimientos reglados en base a los cuales sea posible evaluarnos con objetividad” y junto con ello deben esforzarse “… en mostrar que somos puntillosamente respetuosos de las reglas que el pueblo de la Nación fijó para resolver los conflictos que nos toca adjudicar y que respetamos únicamente esas reglas”. Señalando que los jueces son mero instrumentos de la Constitución y la Ley, y que: “Los jueces debemos mostrar que somos refractarios a todo interés personal, ideológico, político y de cualquier otra naturaleza que no sea el interés de realizar el imperio del derecho”.
Todas ellas, cuestiones obvias que no lo son tanto en una democracia todavía en construcción como la nuestra. El reaseguro de la calidad institucional siempre pasa por los tribunales.
Sobre todo, en la forma y los tiempos con que lidia con los excesos del poder. Y, como decía Carrara, cuando la política entra por la puerta de los tribunales, la justicia es tirada por la ventana.
El Poder Judicial es la última defensa de un Estado de Derecho que se precie de tal y la primera línea de combate en un Estado autoritario “onda” siglo XXI, políticamente correcto en las formas y asépticamente brutal en cuanto a las arbitrariedades. Se puede ser uno u otro, pero no los dos.
Parafraseando, mutatis mutandi, la frase que un comunicador social hizo pasar al uso popular: ¿Y vos, justicia, de qué lado estás?

(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas
(**) Abogado. Magister en Derecho y Argumentación Jurídica

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