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Los otros rostros de la pandemia

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Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

Cuando empezó a circular el Covid-19 y se anunció la posibilidad de que se decidiría el encierro preventivo de la población -como “única vacuna contra el virus”-, muchos pensaron que la medida afectaría sólo la posibilidad de movernos y que sus consecuencias sólo rondarían alrededor de la restricción de la libertad ambulatoria.
Desde los medios y otras tribunas masivas, políticos, artistas, comunicadores sociales, deportistas y otros personajes públicos, han hecho hasta ahora mayormente hincapié en cómo pasar el tiempo en casa. Consejos desde terminar de leer un libro, conversar con la familia, hacer ejercicio, aprender a cocinar pulularon y pululan. Pero poco y nada se decía respecto a los otros tipos de consecuencias que iban a producirse.
Por ejemplo, las consecuencias económicas del parate, primero rechazado a ser discutido por no pocos y que ahora tímidamente se empieza a mostrar. Se pensó poco, asimismo, en los problemas a la salud, psíquica y física que se podían producir por el encierro durante el tiempo que dure la cuarentena.
En ese sentido, dentro de las cuestiones que la crisis invisibiliza es la de aquellas personas que viven solas, o es mayor de edad, o padece alguna afección. Un colectivo que se encuentra muchas veces al borde de la depresión u otros problemas similares. Un problema de salud tan grave como la pandemia misma pero al que no se presta la atención que merece.
Una persona que trabaja con grupos de adultos mayores nos comentaba que, pese a mandarles por las redes actividades para que hagan o de preocuparse por comunicarse diariamente con cada uno de los integrantes de su grupo, es poca la respuesta que obtiene, ya que le dicen, casi unánimemente, que no tienen ánimo de hacer nada.
Si bien es cierto que hay cientos de voluntarios que se han ofrecido para acompañar a esta parte de la población, debe existir una respuesta más organizada. Se trata de un problema de salud pública que debe ser abordado.
No es el único. También son varias las denuncias que se han hecho públicas por la falta de atención médica, cuando los síntomas son ajenos a los de la pandemia. En algunos casos porque los profesionales de salud se encuentran imposibilitados de trabajar. En otros, porque la atención se ha centrado casi exclusivamente en la tratar la pandemia.
El caso más conocido ha sido el de Liliana Giménez, la docente que residía en el valle de Punilla, quien fue narrando en twitter su padecimiento que terminó con su deceso. Precisamente en uno de sus mensajes, denunciando la falta de asistencia, salud manifestó “Ocho días de fiebre me llevó que un médico se acercara.
Por tema coronavirus, sí tenés fiebre ‘esperá por otros síntomas’ y estamos empezando. Fleming cómo te amo». Otro caso reciente, ocurrido en nuestra provincia, se dio en la localidad de La Falda, donde familiares de una paciente con trasplante de riñón, denunciaron que la misma fue desatendida en el hospital del lugar. Que recién de varios días de peregrinar hacia al hospital y ante el avance del deterioro de la salud de la joven, lograron que se le hicieran los pertinentes análisis, luego de los cuales se ordenó su internación en la ciudad de Córdoba. Si bien los médicos del nosocomio local negaron la falta de atención, reconocieron problemas en brindar la prestación de salud al declarar: “Se movió cielo y tierra para encontrar una cama en terapia en Córdoba para trasladarla”.
Claramente estamos ante una situación de excepción. Y quienes trabajamos en cuestiones de bioética sabemos bien que no es fácil lidiar con situaciones complejas y críticas en el ámbito de la salud como es una pandemia. Pero debe procurarse un adecuado equilibrio que, el acaecimiento de casos como los relatados, hacen poner en duda se esté logrando.
Ya en el principio de la crisis se la subestimó. No subestimemos ni pasemos por alto las otras consecuencias que, por lo que vemos en muchos casos, no han sido tenido debidamente en cuenta.
Dicen que a veces el remedio es peor que la enfermedad. No suscribimos en absoluto esa idea respecto de la cuarentena por el Covid-19. Es claro que se trata de una medicina necesaria, pero también es igualmente claro que tiene importantes efectos colaterales que no se están atendiendo como se debe.
A este respecto debemos recordar que la salud “es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad», conforme la definición de la Organización Mundial de la Salud.
Tiene en consecuencia una amplitud conceptual que va más allá de un paradigma biologicista e incluye tanto la cuestión social, como recepta en su operatividad los modernos principios de interpretación y aplicación de derechos humanos.
Aun en el apremio y carácter dinámico de una crisis no debemos olvidar esto y dedicar esfuerzos para impedir que sucedan o se agraven las situaciones que se desarrollan en paralelo a la pandemia, como a las que hemos ya aludido.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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