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Los machismos cotidianos que tejen el poder del hombre

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Por Laila Córdoba (*)

COLUMNA DE AMJA

Mujer…¿no te ha pasado que te cambies de cuadra porque te has sentido intimidada por un piropo? ¿No te ha pasado que te juzguen en tu trabajo por tu aspecto personal y no por tu potencial laboral? ¿No te ha pasado que los hombres te expliquen cosas en temas que tú eres especialista y ellos no? 

Pues bien, todos aquellos comentarios que de manera sutil, con o sin intención minimizan, descalifican, cosifican, agreden y silencian a las mujeres son actitudes machistas. Muchas veces son difíciles de detectar porque se asimilan como algo natural, sin advertir que sustentan el entramado de sexismos que retroalimentan la desigualdad, pese a todas las reivindicaciones históricas por la igualdad y la creciente concientización de la violencia de género. 

Luis Bonino ha denominado “micromachismos” todos aquellos comportamientos masculinos cotidianos que fuerzan, coartan o minan la autonomía de las mujeres de forma sutil. Con Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, entiendo que más bien son machismos cotidianos que sostienen un problema estructural y tejen el poder del hombre. 

Hagamos un ejercicio. Miremos situaciones difíciles que hayamos pasado como mujeres, situaciones incómodas, minimizadas, de desborde y temor. Revivámoslas y tomemos conciencia de ellas. 

Para continuar el ejercicio veamos la historia de Ana, (nombre ficticio). Ana creyó conocer al hombre de sus sueños. Era cariñoso, se interesaba por sus actividades, conocía a sus amistades y la acompañaba a todos lados. La hacía sentirse protegida. Pero lo que ella vivenciaba como gestos de amor era control sobre su persona. Después quedó embarazada y el hombre le decía “eres el amor de mi vida”, “deja el trabajo que tienes así puedes ocuparte de nuestro hijo, yo te ayudo cuando mi trabajo lo permita” (machismo cotidiano de tipo utilitario). Ana dejó su trabajo, creyendo que era bueno porque necesitaba dedicarle tiempo a su bebé. Poco a poco, empezaron a incrementarse las desacreditaciones y Ana comenzó a creer que las discusiones son normales en toda pareja. Cuando su hija creció y él llegaba de mal humor, le decía: “No molestes a papá porque está muy cansado y no quiere que hagamos ruido” (machismo encubierto que busca la imposición de las “verdades masculinas” para hacer desaparecer la voluntad de la mujer). Terminó aceptando las ideas de su pareja para evitar enfrentamientos. Comenzaron las amenazas, advirtiéndole dejar la relación si no hace lo que pide (machismo coercitivo), buscando puntos débiles para que cediera, exigiendo metas inalcanzables. En esos momentos Ana ya no tenía deseos ni decisiones propios, no podía conectarse con sus propios sentimientos e intereses. Cuando Ana intentó separarse, pasados dos días lo extrañaba y comenzó a pensar en lo bueno de la relación (amnesia perversa: estrategia del cerebro para mantener el equilibrio y conservar los sistemas de apego, lo que hace a la víctima idealizar al maltratador, suavizando los impactos de los recuerdos traumáticos y haciéndola querer volver con él, disminuyendo la sensación de peligro). Así, hasta que Ana regresó con su amor quién decía que moriría si no regresaba a su lado (machismo de crisis). Todo iba bien, hasta que se reanudaron las humillaciones, los llantos seguidos de consuelo (acumulación de tensión, episodio grave de agresión y arrepentimiento cariñoso o ausencia de tensión). Nuevamente Ana deseaba abandonar la relación pero no podía (indefensión aprehendida: condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación aversiva, situación que se percibe como incontrolable pero que realmente no lo es). Ana estaba paralizada, esperando a que sucediera algo “grave” que la hiciera reaccionar. Cuando el hombre lastimó al perrito de su hija, ese momento llegó y Ana lo denunció. Salió del círculo violento que comenzó con machismos cotidianos, con heridas emocionales que está tratando, pero viva. 

Hay otras mujeres que no lo están. Por ellas y por nosotras luchemos por transformar el mundo en un mundo sin violencia machista. 

“Estoy tejiendo para mi nieta alas de amor infinito. Mi abuela creció sin madre y no le enseñaron a leer para evitar cartas con pretendientes. Mi madre lloró; no la dejaron acabar el magisterio porque sus hermanos varones no querían estudiar y una mujer no podía ser más. Mi hermana y yo somos universitarias. Mi hija quiere ir a Marte. Mi nieta aún no existe, pero yo sigo tejiendo para ella alas sin fronteras» (M. José García Pérez, ganadora del premio de Microrrelatos “Mujer ni más ni menos año 2015”).


*Jueza de Niñez, Juventud, Violencia Familiar y Género.

Comentarios 3

  1. Marina Belén Teme says:

    Tan real… tan vivido de una u otra manera por todas, que no se si me emociona o me duele. Excelente!!!!!!!!

  2. lirio MirandaPino says:

    Esa es ina Realidad Mujeres Set yourself Free!Excelente AMIGUISS…😘

  3. Susana novas says:

    Que duro¡¡¡ que real¡¡¡ Felicitaciones a la autora

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