Por José María Rinaldi (*)
Las temporadas de los experimentos neoliberales que predominaron desde la dictadura cívico-militar, pasando por la convertibilidad y la “macrieconomía” tuvieron en común el mismo final: la base es anclar la moneda y la adhesión al régimen internacional por sobre el resto de las formas institucionales, y un esquema de acumulación rentístico traccionado por la afluencia de capital externo atraído por las altas rentas generadas por los servicios financieros, la reprimarización de la economía, los servicios públicos privatizados y, en definitiva, la recesión, ruptura del tejido social y la redistribución regresiva del ingreso.
La diferencia con la cuarta temporada inaugurada por el presidente Javier Milei es que las consecuencias mencionadas no son el punto de llegada sino el punto de partida y el sacrificio y sufrimiento social es necesario para llegar a ser desarrollados en no se sabe cuántos años. Sin embargo, ese futuro venturoso preñado de potencialidades, se viene demorando.
El envión político recibido por el DNU 70, la aprobación de la ley Bases y del paquete fiscal y la firma del denominado “pacto de mayo”, no se condijo con la azarosa respuesta de los mercados, y las dudas siguen intactas respondiendo con lo que en política económica se denomina “efecto perverso” (es decir, una respuesta a una medida económica exactamente al revés de lo que se esperaba), especialmente en el caso de los últimos anuncios del ministro de economía. Tampoco han respondido correctamente al único objetivo de política económica al que apunta el Gobierno, que es alcanzar equilibrios macroeconómicos (fiscal, externo y monetario) duraderos, olvidando la distribución del ingreso, la asignación de los recursos y, obviamente, el crecimiento de la actividad económica.
De esta manera, la “poción” que implican las restricciones externas, la carencia de dólares, la nueva aspiradora monetaria que representa vender los dólares de exportación en el CCL y el envío de las reservas de lingotes de oro a Londres, con inconfesables intenciones, entre las que se encuentran ser garantía de un probable préstamo que nos daría el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés, Banco Central de los Bancos Centrales del Mundo), para intervenir en el mercado cambiario, no sería suficiente para llevar tranquilidad a la postura de no devaluar a los fines de que siga funcionando como ancla de los precios.
Resulta difícil y contradictorio de entender, que la única ancla a los precios sea el retraso cambiario, mientras se busca ir muy rápido en el proceso de desregulación de mercados y la reforma del Estado, entronando como ministro de la Desregulación a Federico Sturzenegger, en un clima de volatilidad cambiario y una economía fuertemente concentrada en la que los precios de los sectores monopólicos y oligopólicos son fijados con el dólar más alto. Salvo que la batería de medidas mencionadas supra, sean el “aguante” a que la gente se desprenda de dólares y se aprecie el peso o al ingresos de los dólares previsto en la ley “Bases”, vía inversiones en el denominado RIGI.
No hay mucho tiempo: el año que viene nos esperan vencimientos de deuda de unos 15.000 millones de dólares, en un ámbito de duras negociaciones con el FMI, que se resiste a la ayuda o espera el triunfo de Trump, todo a mediano plazo.
En un contexto de corto plazo, los mercados sólo expresan dudas, y las únicas certezas son los resultados de las variables reales de la economía que, por el lado de la demanda agregada destrozó el consumo vía disminución del poder adquisitivo del salario y la aniquilación del consumo del Gobierno, ello impacta de lleno en la inversión, y las exportaciones no reaccionan por la misma inestabilidad cambiaria y las expectativas devaluatorias. Las consecuencias de la política económica de Milei, representada en la fabulosa y exponencial caída de la actividad económica, implica fatal y necesariamente las terribles consecuencias sociales: aumento de la desocupación, pobreza, indigencia, la ampliación de la inequidad distributiva que pone en riesgo el tejido social, ya rasgado, y hace menos creíble que el ajuste realizado tenga como punto de llegada el convertirnos en un país desarrollado o que seamos la tierra prometida.
Por ello, a los pretendidos “brotes verdes” de crecimiento económico en el sector agropecuario y minero, el Gobierno respondió saliendo a la caza de los funcionarios que opinaban lo contrario. Los casos más resonantes fueron los despidos del Consejo de Asesores del Gobierno de Fausto Spotorno y Teddy Karagozian, a quienes Milei trató de “traidores”.
El filósofo francés Jacques Derrida, en una conferencia dictada en Buenos Aires en el año 1995, habla de “historia de la mentira”. En esa ponencia se refiere a que tienen que ver con la fábula y el fantasma, es decir, con lo espectral. Se sabe que, en griego, phantasma alude también a la aparición del espectro, el fantasma o el aparecido. Esto es que, estrictamente, no concierne a lo verdadero, ni a lo falso, ni a lo veraz, ni a lo falaz. Se emparentan más bien con una especie irreductible del simulacro o de la virtualidad. Sin duda, no son en sí mismos verdades o enunciados verdaderos, pero tampoco son errores, engaños, falsos testimonios o perjurios.
Por todo ello, lo opuesto a la verdad no es la mentira sino lo falaz. Mentir es querer engañar al otro, y a veces aun diciendo la verdad. Y dice: “Se puede decir lo falso sin mentir, pero también se puede decir la verdad con la intención de engañar, es decir mintiendo. Pero no se miente si se cree en lo que se dice, aun cuando sea falso”.
El rebote de la economía en “V” es un engaño que no se cree nadie, por eso ruedan cabezas.
(*) Economista
Un análisis profundo. Pero falta un desarrollo igual para decir cual seria la solucion al problema. Seguir emitiendo?