Las tendencias y las situaciones que dan marco al contexto internacional fueron cambiantes y sorpresivas en los últimos doce meses
Por José Emilio Ortega y Santiago Martín Espósito *
Las tendencias y situaciones que dan marco al contexto internacional fueron cambiantes y sorpresivas en los últimos doce meses.
La lectura de la política internacional se vuelve menos predecible, como ocurre cíclicamente, por diversas causas. El boom de Asia, el brexit, la era Trump, el derrumbe de las commodities y el regreso de la centroderecha en América Latina son factores útiles para el análisis actual de la acción internacional de cualquier país. Y en este sentido, Kissinger fue claro: “El éxito en la política exterior depende del diagnóstico correcto de las realidades y las tendencias”.
En este complejo escenario, la presidencia de Macri intentó calibrar las relaciones bajo el comodín del pragmatismo, para “desideologizar” la política exterior, en palabras de la ahora ex ministra Malcorra.
La participación en Davos, la ausencia en la cumbre de la Celac, las visitas al país de los presidentes de Estados Unidos, Francia e Italia y los primeros ministros de Italia y Canadá, las misiones a Italia -incluido el Vaticano-, Holanda o España, la concurrencia al G-20 y al Foro Económico Regional -en Colombia- y la reciente gira asiática, lo acreditan.
Mediante una relación blanda, el Gobierno asumió las relaciones exteriores como instrumento para la consecución de inversiones extranjeras, evitando el trato preferencial con algún país o bloque regional en particular, adoptando un cierto eclecticismo entre las políticas de las décadas del 90 y del 2000.
Se modificó el significado asignado a la integración regional. En el inicio de la gestión, la Alianza del Pacífico fue presentada como un proceso más exitoso que el Mercosur, por expresar atributos importantes para la actual gestión: flexibilidad y pragmatismo. El Mercosur exhibiría una configuración superada por los acontecimientos; mientras que la Alianza se organiza como esquema ágil, de libre comercio. No obstante participar en reuniones formales del bloque, da la impresión de que Argentina, en esta etapa, se mueve con más comodidad relacionándose país a país -también- en la región sudamericana.
La Alianza del Pacífico se presentó como una oportunidad de vínculo con economías abiertas, proclive a inversiones e importaciones, sin tintes políticos que pudiesen empañar el comercio. Después de la ruidosa salida de Estados Unidos del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y del reposicionamiento de China en ese bloque, y del respaldo de la alizan hacia México por -otra vez- la intransigencia de Trump, será difícil sostener esta tesitura.
Apuntaba un experimentado diplomático argentino, café de por medio, que debe distinguirse la política exterior -los fundamentos- de la diplomacia -su instrumentación- y las relaciones económicas internacionales -un capítulo de ambas-. Los CEO que dirigen la política nacional parecen más entusiasmados por el último punto mencionado, mimetizándolo con el resto. Argentina intenta aprovechar la flexibilidad que otorgan los esquemas del Pacífico; y se relaciona con los países de la región de modo bilateral, sin sumar al Mercosur institucional y político.
Frente los embates recientes que reflejan un mayor proteccionismo y un hartazgo a los efectos de la globalización, es de vital relevancia que tras esta “apertura” se geste una genuina política exterior articulada y estructurada que retome los ejes más importantes de los bloques regionales, en especial el del Mercosur. No parece que sea tan sencillo sustituirlo, pues el bloque -por su consistencia política y económica- seguirá siendo la mejor plataforma de acceso a la Unión Europea, al eje Pacífico -en el formato que finalmente desarrolle-, y al eje del pasado decenio formado por Brasil -al que aguardaremos que “salga solo del hoyo”, como comentó recientemente en Córdoba un diplomático norteamericano-, Venezuela -cuya situación preocupa sobremanera- y Bolivia -donde no sorprendería un giro de políticas-.
Bioy Casares relataba en un magnífico cuento -El amigo del agua- la vida de un gris vendedor de pianos apellidado Algaroti, quien gracias a los consejos impartidos por el fluido que emanaba una canilla de su lavatorio comenzó una vida triunfal.
La pasión por una mujer despertó la advertencia del agua, que él desoyó. De la canilla dejaron de brotar los providenciales consejos y el pobre Algaroti resignó cuanto había conseguido. “No te perdono lo que pasó. Te previne que soy celosa”, rezó el líquido elemento, lacónico y rotundo, en su última comunicación.
Algaroti volvió a hundirse en la monotonía y el ostracismo.
* Docentes. Cátedra “B” Derecho Público Provincial y Municipal, UNC