Un escritor nobel no escapó al camíno jurídico. El autor de Cien años de soledad desistió de los estudios de leyes pero no de la lucha por lo que entendía justo.
Por Luis R. Carranza Torres
Como tantos otros, Gabriel José de la Concordia García Márquez siguió la carrera del derecho por imposición familiar. Eran otros tiempos, en que los padres entendían, no sólo como derecho sino también como un deber, determinar la vida de sus hijos.
En 1947, García Márquez se trasladó a Bogotá para estudiar derecho en la Universidad Nacional de Colombia. Allí descubrió un libro que determinará su futuro: La metamorfosis, de Franz Kafka. Entendía que estaba destinado a escribir y publicó poco después su primer cuento, La tercera resignación, en el diario El Espectador.
Luego de “el Bogotazo”, en 1948, la universidad fue cerrada por tiempo indefinido y “Gabito” -como le decían sus familiares y amigos- debió irse a la Universidad de Cartagena para cumplir con el mandato paterno.
No demostró, como antes en Bogotá, gran interés por lo jurídico. Consideraba sus estudios universitarios como “el mayor tedio de su vida”. Pese a ello, y a los faltazos a clases, logró un año académico con buenas notas. En una escala de puntuación que era de 0 a 5 y se aprobaba con 3, logró terminar materias como Sociología General y Derecho Constitucional con 5.
Pero en el siguiente año, lejos de disminuir, las faltas y su desinterés arreciaron, llevándose su rendimiento estudiantil a los suelos: reprobó Medicina Legal con un 2, y a Derecho Civil la pasó raspando, logrando de pura suerte y azar un 3.
Una cuestión de correlatividades, finalmente lo decidió a dejar un cursado de carrera ya agonizante. Al buscar matricularse para cuarto año se dio con la novedad de que al no haber culminado Derecho Romano del año anterior, debía repetir el tercer año. Fue el momento en que abandonó las aulas.
Fue lo suyo una cuestión de prioridades. Por entonces ya había descubierto el mundo del periodismo como reportero en El Universal. Y estaba publicando su tercer cuento. Como fuera, no se salvó de que su padre, rabieta mediante, lo considerara “un caso perdido”.
Nunca terminaría una carrera universitaria en leyes. Luego, cuando Gabito ya era Gabo, Premio Nobel mediante, obtendría varios doctorados honoris causa. Pero todos ellos fueron concedidos en letras y no por el derecho.
Con todo, no escapó al influjo de lo jurídico. Varias personas cercanas a él, incluido su amigo abogado y escritor Daniel Samper, no dudan en afirmar que “tenía un abogado por dentro”. Gabo era un estudioso de la Constitución de Colombia, a la que más de una vez trató en sus escritos. Inclusiva, con ocasión de la reforma de 1991, publicó un ensayo en el que realizaba diversas propuestas de reforma al texto.
En cuanto a lo literario, Crónica de una muerte anunciada está basado en las actuaciones de un expediente judicial tramitado en la Guajira por un homicidio de corte pasional.
Pero la mayor contribución de este escritor universal al derecho estuvo dada por las dos ocasiones en que debió concurrir a los tribunales como demandado, en sendos juicios a causa de las personas reales que inspiraron a los personajes de dos de sus obras.
La primera de ellas ocurrió cuando la persona en que se inspiró para escribir Relato de un náufrago lo demandó por los derechos de autor. El fallo le fue adverso en la primera instancia pero terminó ganándolo en grado de apelación.
En el segundo caso, un corredor de seguros le interpuso una demanda bajo el argumento de que, al hacerle protagonista en su novela Crónica de una muerte anunciada, había mancillado su “honra y su dignidad”. Argumentaba que se había violado su derecho a la intimidad. En el texto, “Bayardo San Román” devuelve, luego de casarse, su esposa a sus suegros en la misma noche de bodas al comprobar que no era virgen.
El escritor reconoció en su declaración que el hecho lo había inspirado a escribir la obra, pero que aquél estaba ya “incorporado en la memoria popular”, que lo había “enriquecido” con todo tipo de detalles y variaciones. De forma que, en su libro “salvo el simple mecanismo del drama, todo el contexto es totalmente falso, inventado por mí. La identidad de los personajes es falsa”.
Luego de más de diez años de proceso, el Tribunal Superior de Barranquilla, en el norte de Colombia, falló a favor de Gabo, desestimando en segunda instancia la demanda.
No es poco el alcance del fallo. Como bien dijo en su momento a la agencia EFE el abogado del literato, Alfonso Gómez Méndez: “La importancia para el periodismo, la literatura y otras expresiones del arte es que quien es el titular del derecho de autor es el que recrea la realidad, no el protagonista de la realidad. Es decir, quien concede una entrevista no es el autor de la entrevista sino el que hace la entrevista”.
No es poco para un estudiante de leyes con el tercer curso incompleto, en la Universidad de Cartagena. Aun para alguien tan esquivo, como lo era Gabito, respecto de las aulas de la facultad de derecho.