Días pasados concluyó el Mundial de Rugby jugado en Francia, que contó con una destacada actuación de nuestro seleccionado, “Los Pumas”.
Además de su tradicional camiseta, el seleccionado de nuestro país llevó una alternativa de edición especial inspirada en el uniforme del sanmartiniano Regimiento de Granaderos a Caballo, por eso su diseño, con el azul en la pechera como fondo, cruzada por una franja blanca como el correaje de los granaderos y el rojo de las carreteras y cuello alto, presente en las mangas y cuello de la camiseta. Fue estrenada en el partido del pasado 8 de julio con Nueva Zelanda, jugado en la provincia de Mendoza y por primera vez en el Mundial ante Japón, en Nantes, el pasado día 8.
La Unión Argentina de Rugby explicó el porqué de la decisión: “El uniforme de los Granaderos transmite su historia de coraje, valentía y el orgullo de ser argentinos, mismas características que irradia la camiseta de Los Pumas, y por eso el equipo nacional eligió rendir esta especie de homenaje”.
“Cuando José de San Martín creó al Regimiento de Granaderos a Caballo (1812), para luchar por la independencia, buscó soldados apasionados, que transmitieran valentía, que estuvieran dispuestos a dar lo máximo por la Patria y que sean ejemplo. Por eso, la vestimenta de los Granaderos es un símbolo de coraje, orgullo, responsabilidad”, se expresó, además.
Se trata de un raro ejemplo, en nuestra conflictuada sociedad, tanto de reverencia a los logros del pasado como de reconocimiento a quienes sirven a la sociedad y que resulta uno de los símbolos de nuestro país.
Claro que no todo en dicho mundial, jugado en Francia, fue tan virtuoso. Sobre los días finales del campeonato se inició una investigación oficial por la acusación de racismo en contra del jugador sudafricano Bongi Mbonambi, quien, durante el juego, habría tratado al tercera línea inglés Tom Curry de “cabrón blanco”.
Sin embargo, la ulterior desestimación del hecho por “falta de pruebas”, produjo el rechazo de la federación inglesa, que -en un comunicado oficial- se manifestó “profundamente decepcionada por la decisión”.
Lo particular del caso ha sido que se trata de un caso de racismo antiblanco. Un ejemplo, en contra de la creencia generalizada que existe de que las prácticas discriminadoras por cuestiones raciales son un problema humano y no de una determinada “raza”.
Por ejemplo, días pasados leíamos la noticia de que, en un museo de Alemania, en Dortmund, se prohibió la entrada a la gente blanca a una sección de la exposición “Esto es colonialismo”. Frente al rechazo generalizado, los organizadores pretendieron justificarse en que “el objetivo no era discriminar sino reservar un espacio seguro de reflexión para los no blancos”. Recordemos que algo parecido decían hasta mediados del siglo XX en el sur de Estados Unidos para segregar a los niños en distintas escuelas por su color de piel.
Estos acontecimientos nos han llamado particularmente la atención, ya que en estos tiempos, en los que se suele mirar la realidad y la historia con un solo ojo, -el de lo “políticamente correcto”-, muchas veces se piensa que conductas reprochables -como lo es cualquier acto racista- son patrimonio de un grupo individualizado de personas, a las que se tacha de formar parte de las “estructuras opresivas que atentan contra los derechos de las minorías”, cuando en realidad son producidas por cualquiera, sin importar sexo, genero, raza, color, u otra circunstancia.
Tal vez sirva de ejemplo de lo que decimos el caso de la esclavitud. Generalmente la narración histórica es reducida a mostrar el esclavismo blanco de los siglos XVI al XIX sobre poblaciones de origen africano. Sin embargo, como han señalado historiadores especialistas en el tema, por ejemplo, el historiador y profesor Robert Davis, se pasa por alto a los europeos cristianos esclavizados bajo el yugo del Imperio Otomano, quienes fueron más de un millón de personas. Por ejemplo, Miguel de Cervantes de Saavedra, en Argel, fue uno de ellos.
Estas consideraciones se hallan muy lejos de justificar nada. El racismo o discriminación es algo perverso en sí mismo. Tampoco se nos escapa que hay colectivos más vulnerables que otros o que lo han padecido de forma más acentuada. Pero tampoco eso puede dar pie a análisis sesgados de una realidad muy oscura de la humanidad que, por lo mismo, debe ser analizada de modo amplio, sin ideologizar o parcializar los hechos. Sólo así se podrá entenderla cabalmente para erradicarla de igual forma. Tal como pasa al tener que lidiar con las enfermedades, en este caso, del espíritu humano.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales