De tiempos de la lucha independentista de la Nación rescatamos de las calles de Córdoba el espacio del Libertador – otro, a pesar de la placa transcripta- José de San Martín; y decimos su espacio porque encontramos a su madre, Gregoria Matorras, a su esposa Remedios de Escalada y a su hija Mercedes Tomasa San Martín y Escalada, quien se convirtió en un paradigma de buena hija por los cuidados dedicados a su padre.
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Según el Instituto Nacional Sanmartiniano, el Gran Patriarca expresó en una carta: “Antes del nacimiento de mi Mercedes, mis votos eran porque fuese un varón, contrariado en mis deseos, mis esperanzas se dirigieron a que algún día se uniese a un americano hombre de bien, si posible, el que fuese hijo de un militar que hubiere rendido servicios señalados a la independencia de nuestra patria”. Mercedes no cumplió los “deseos” del Libertador pero sí las “esperanzas” al casarse con Balcarce y seguramente lo sorprendió con los cuidados que le dedicó, rol siempre reservado a las hijas mujeres en la cultura patriarcal.
Acompañando a San Martín y su esposa Remedios de Escalada, aparecen las Patricias Argentinas, nombre con que se honra a las primeras catorce damas de Buenos aires que donaron el dinero necesario para la compra de armas para el ejército patrio. Cada uno de los fusiles llevaba el nombre de la donante, para que en el momento del triunfo pudiese exclamar “Yo armé el brazo de este valiente para asegurar su gloria y nuestra libertad”.
La famosa Juana Azurduy (casada con Manuel Padilla) tanto luchó en los campos de batalla que se le dio el grado de teniente coronel del Ejército, recomendada por Belgrano y Güemes, y tiene una calle que la evoca; ella no estuvo sola. Contemporáneas de Juana Azurduy estudiamos la valentía de las Niñas de Ayohuma que encuentran su nominación como Heroínas de Ayohuma. Los historiadores son contestes en reconocer el protagonismo de una afrodescendiente argentina -parda- en las invasiones inglesas y fue combatiente en el Ejército del Norte: María Remedios del Valle, a quien llamaron los soldados “capitana” y “madre de la Patria”. Se desconoce qué mujeres la acompañaban. Si bien regresó de la campaña del Norte a Buenos Aires con el grado de sargento mayor, debió sortear los tormentos que sufrió como prisionera del conquistador, no tuvo protección alguna y quedó reducida a la mendicidad.
Posteriormente se le otorgó una pensión de capitán de infantería, aunque afirman que nunca cobró. En 1828 se creó una comisión para “que componga una biografía de esta mujer y se mande a imprimir y publicar en los periódicos, y que se haga un monumento”. Nada de esto se cumplió. En 2010, las diputadas Cecilia Merchan y Victoria Donda presentaron un proyecto solicitando que se erija el monumento a la Capitana María Remedios del Valle.
Destacada también en las luchas independentistas es la conocida Macacha Güemes – María Magdalena Güemes de Tejada-. Esta salteña desempeñó roles femeninos tradicionales: confección de vestimenta y otros menos frecuentes en las damas de la época; se le adjudica desempeño como espía y la participación en múltiples negociaciones a favor de la causa patriota. Tras la muerte de su hermano fue detenida y se produjo la “Revolución de las Mujeres” que demandaba la liberación de Macha, “Madre del Pobrerío”. Otra de las calles que remite a esa época lleva el nombre de Manuela Pedraza, tucumana, quien, por su desempeño en la defensa de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa, Liniers la integra al Batallón de Patricios con el grado de alférez y con goce de sueldo. Liniers expresa su reconocimiento: “No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa, que, combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató a un inglés del que me presentó el fusil”. La ciudad de Buenos Aires premia con la “Mención de Honor Manuela Pedraza” a mujeres ejemplares en las luchas sociales de Argentina. Este recuerdo expreso del nombre por parte de Liniers y su nombre en la mención de honor, rescatan del olvido el accionar de esta mujer y la visibilizan.
Reconociendo la historia previa a la independencia, una de nuestras calles lleva el nombre de Isabel La Católica. En su desempeño como reina de España mostró su autoritarismo fundamentalista: expulsó a judíos y musulmanes.
Con espíritu de aventura, apoyó a Colón en la búsqueda de las Indias que lo harían detenerse en este continente. Marchaba a los campos de batalla para alentar a sus soldados, en clara participación política; se la considera precursora del Hospital de Campaña.
Agrupadas por su destacada participación solidaria encontramos a la Enfermera Clermont -Blanca Julia-, enfermera de la Cruz Roja Argentina quien se trasladó desde Buenos Aires para asistir a las víctimas del terremoto de San Juan en 1944, y murió con toda la tripulación en el accidente aéreo de la nave que los transportaba en Los Tamarindos. Si hay una profesión de entrega y solidaridad, ella es sin duda la enfermería y aparece en nuestras calles Florence Nightingale, considerada “la madre de la enfermería moderna”, que capitalizó su experiencia en la guerra de Crimea y contribuyó a la reforma de las condiciones sanitarias de los hospitales militares.
Y si hablamos de solidaridad cordobesa encontramos a las Damas de la Providencia, quienes se dedicaron a la atención de pobres y vagabundos, niños abandonados, mujeres solteras y viudas, enfermos e inválidos. Se agruparon en Las Casas de Expósitos (Casas Cuna) fundadas bajo el amparo de la Virgen del Pilar de Zaragoza, dirigidas por médicos de prestigio.
Tan cordobesa como La Cañada, nos encontramos apenas llegados a la ciudad con Tránsito Cáceres de Allende –cuyo nombre era María Hipólita Casiana del Tránsito Cáceres Martínez de Allende-. Perteneció a la 3ª Orden Franciscana y se consagró a obras asistenciales, dejando testimonio de ellas en Hospital de Niños, Casa de Aislamiento, Hospital de Alienados y Asilo de Mendigos. Fue tres veces presidenta de la Sociedad de Beneficencia y se la consideró “Madre de los pobres”.
(*) Abogada-ensayista. Autora del libro La mujer en política.