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Las mieles de la especulación

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La inversión financiera explica buena parte del aumento de precios que tuvieron los alimentos en los mercados mundiales. Por ello, hay que prepararse para situaciones que pueden impactar de manera negativa en la economía nacional.

Argentina asiste a un momento muy favorable en lo que hace al contexto externo: sus términos de intercambio han mejorado a niveles históricos, los precios de los productos que se exportan se encuentran también muy altos y las grandes potencias emergentes le demandan cada vez más materias primas. Pero, más allá de aprovechar esta coyuntura, es necesario detenerse un momento e intentar entender el porqué de esta situación, que muestra también costados peligrosos que requieren previsión.

No puede desconocerse que actualmente el mercado financiero –en otras palabras, la especulación– es el principal responsable de la suba de los precios de las commodities alimentarias, lo cual genera valores fenomenales, pero también complica dentro del país el acceso de los sectores más vulnerables a la alimentación, aumenta la volatilidad de los precios y permite intuir que, si se diera una nueva crisis internacional, el impacto en Argentina será más intenso que otras veces.

Esta situación es advertida por la consultora Abeceb, que reconoce que, en un marco en el cual el mercado financiero ha impulsado en los últimos años una revolución en términos del alcance de las transacciones y profundidad de los contratos financieros, “las materias primas básicas han pasado a ser un producto financiero más, ofrecido a los grandes fondos de inversión como un ‘refugio’ en contextos de incertidumbre”.

De esta manera, el alza de precios que se produce por efecto del volumen creciente de dólares dirigidos a posiciones en commodities, termina beneficiando a los países exportadores de alimentos, como Argentina.

“Si bien existen fundamentos para que los alimentos registren alzas en sus precios, la introducción del mercado financiero como intermediario determina que los fenómenos estructurales de mediano y largo plazo se vean reflejados en los precios con mayor rapidez. Al mismo tiempo, variables ajenas al negocio estrictamente agrícola, como la tasa de interés internacional, la cotización del euro o el ‘humor’ del mercado, terminan moviendo los precios, introduciendo mayor volatilidad”, indica Abeceb.

También el investigador Sebastián Ortiz reseña en su último libro, “La Patria Terrateniente”, que a fines de 2008 ya eran casi dos millones de millones de dólares los que formaban carteras de inversiones volcadas a la especulación con la producción agraria. Sólo en ese año, el precio de los alimentos en el ámbito mundial aumentó siete por ciento. Hay que recordar, por caso, que entre mayo y junio de 2008 el precio de los 1.000 kilos de arroz –uno de los principales alimentos del mundo- se elevó de 400 a 1.000 dólares y la tonelada de soja pasó en ese período de 470 a 600 dólares.

No es casualidad, entonces, que esa levantada coincidiera en nuestro país con el conflicto abierto entre el Gobierno nacional –que pretendía captar parte de esa renta extraordinaria para reutilizarla a través del gasto público, al tiempo que desenganchar los precios internos de los alimentos de los externos– y la Mesa de Enlace de entidades rurales, pues esta escalada de precios fue y será origen de muchos conflictos en Argentina y otros países de América Latina.

En este marco de alza de precios de los alimentos, los términos de intercambio calculados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) para nuestro país han evolucionado favorablemente en los últimos años, pasando a ubicarse actualmente 15% por encima de lo verificado en 2006. Lo que Argentina exporta tiende a valorizarse, en tanto la cantidad de divisas que se obtiene en el mercado internacional permite comprar más bienes importados, e incluso, cancelar deuda. La soja subió 75% desde el 2006 a la actualidad, el trigo 113% y el maíz 98%.

Los puntos oscuros
Resulta paradójico, entonces, que un movimiento que tiene su origen en el crecimiento del negocio bancario en el mundo desarrollado, termine resultando en mejores condiciones en el comercio internacional para países no desarrollados, típicamente exportadores de materias primas básicas. “Aunque es pertinente aclarar que no todas son noticias positivas, ya que el alza de las commodities complica el acceso de los sectores más vulnerables a la alimentación”, alerta Abeceb.

Lo mismo advierte Ortiz, quien indica que “si los precios se disparan en los mercados internacionales, es lógico que hagan lo propio en el mercado interno. Ningún empresario estaría dispuesto a vender un producto en el ámbito local por debajo del precio al que puede colocar el mismo producto en un mercado externo”.

Basta recordar, en ese sentido, la sinceridad brutal del dirigente ruralista Alfredo De Ángeli, quien hace dos años señaló: “Hay que abrir las exportaciones, y el que quiere comer lomo, que lo pague 80 pesos”.

Entonces, si no se toman previsiones, esta bonanza internacional puede generar situaciones sociales graves y profundizar aún más los niveles de desigualdad. Es decir, convertirse en un boomerang para buena parte de la población argentina.

Por el lado productivo, la actividad agropecuaria cuenta actualmente con la posibilidad de asegurarse precios futuros mediante los nuevos instrumentos financieros, al mismo tiempo que la rentabilidad crece para el sector. Además, el largo plazo promete precios aún más altos, como consecuencia de la creciente demanda de alimentos, el uso de materias primas para biocombustibles y las bajas tasas de interés que no atraen a los capitales.

“Sin embargo, al haberse convertido el mercado de commodities en un mercado financiero más, si apareciera una nueva crisis internacional, el impacto en los precios sería aún más pronunciado que en el pasado”, advierte la consultora.

Nuevamente, es indudable que Argentina debe aprovechar este contexto internacional favorable, pero no puede hacerlo de manera irracional, sino usando la oportunidad para mejorar su infraestructura, fortalecer distintos sectores de su industria y profundizar el agregado de valor sobre las materias primas que produce.

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